Bueno, señor@s aquí les dejo ya el último capítulo de HDLR, el fin de esta historia ha llegado. Antes de nada me gustaría agradecerles a todos los que me están leyendo, gracias, porque gracias a vosotros dan ganas de seguir escribiendo. También me gustaría informaros de que me estoy planteando el hacer un epílogo, os dejo a ustedes el si lo quereis o no. Ya me diréis, espero que este último capítulo no os decepcione. Bah, no me enrollo más. Aquí lo tenéis:
Nadie logró detenerlos, ninguno de ellos se interpuso en su camino cuando aquella horda de ángeles echó la puerta abajo. Los asesinos ya no sabían que pensar, pero era obvio que si habían comprobado que los demonios existían… ¿Por qué no iban a existir los ángeles? Lo que no era entendible, era porque estos habían asaltado la mansión, sin una palabra, sin una mísera explicación, en masa iban entrando a su interior,
Concentrándose todos en la habitación de Akira.
Kavita no sabía que pensar, en varias ocasionales les había preguntado a aquellas figuras que parecían esculturas de mármol con expresiones bondadosas, que era lo que hacían allí, o simplemente que estaba pasando. Pero lo único que conseguía es que la mirasen con asco, como si estuviera enferma de una enfermedad altamente contagiosa. Y susurraban algo como:
- Cómplices de diablos.-con repugnancia en sus delicadas voces.
Con las mejillas rojas por la indignación, y la sangre hirviendo en sus venas, consumida por la ira, agarró a Abeeku de la muñeca, arrastrándolo hacia la habitación de su jefe. Si no querían darle explicaciones, ella encontraría respuestas por su cuenta.
El silencio parecía haberse roto, oía pasos, voces, voces familiares, voces que dolían en sus oídos. Alzó lentamente la cabeza ¿Cuánto tiempo llevaba ahí encerrada?
Estaba abrazada a la almohada de Gabriel, la cual estaba empapada por las lágrimas que había derramado. Alargó la mano, para atrapar el móvil de Gabriel, que seguía intacto en la mesilla de noche, a punto de quedarse sin batería. Solo habían pasado unas horas… y aquel tiempo se le había echo eterno, mientras aquel vacío que sentía en su interior iba aumentando de tamaño. Le dolía el estómago.
Se atusó el pelo, y se calzó los zapatos, dispuesta a salir y ver que demonios estaba pasando.
Sorpresa fue la suya al ver aquella enorme marabunta de ángeles, y chicos de su edad con rostros angelicales avanzando hacía el cuarto del jefe de Gabriel. ¿Qué hacían allí? Se preguntó, sintiéndose de repente demasiado mareada. ¿Qué estaba pasando?
Un escalofrío recorrió su columna vertebral al sentir una mano de hielo posarse sobre su hombro, con suavidad.
- No me hiciste caso. –dijo en ese momento una voz.
Y la reconoció, era su ángel, aquella que la había marcado cuando solo era una niña. El ángel no tardó en situarse a su lado, mirándola inquisidoramente mientras una mueca de disgusto y desaprobación crecía por su rostro de rasgos perfectos.
- ¿Qué esta pasando?- quiso saber en ese momento Ingrid.
El ángel le dedicó una sombría sonrisa, que no encaja con su rostro.
- Los demonios quieren destruirnos. Aunque supongo que tu amado Gabriel ya te tendrá al tanto de ello…
Ingrid bajó la cabeza, las ganas de llorar estaban allí de nuevo.
- Ah, lo olvidaba, ahora Gabriel es un demonio. Un demonio que no ama.
Se mordió el labio con fuerza ¿Qué pretendía?
- Basta. –balbució ella, a media voz, aún con la vista fija en sus zapatos.
- Duele oír la verdad. ¿cierto? Ya era hora de que dejases de huir de la realidad, pequeña. Lo que viste allí abajo era el verdadero rostro de Gabriel, aquel que lleva ocultando durante toda su vida… él te engañó… y no has sabido verlo hasta ahora…
- Eso ya no importa ahora que los ángeles seremos destruidos, la humanidad está condenada.
El ángel sonrió, calmado.
- Los ángeles no nos hemos rendido todavía. En estos momentos todos nos estamos internando en el inframundo, para lanzarles un ataque sorpresa a los demonios, para acabar con ellos al fin. Para destruirlos cuando no se lo esperan. Es mejor así, así no alertaremos a los humanos ni habrá muertes inocentes.
Ingrid abrió los ojos al máximo. Ahora todo encajaba. La guerra había comenzado antes de tiempo y se estaba disputando ahora. El destino de la humanidad se estaba decidiendo en esos momentos.
- Vamos todos, tanto ángeles como marcados.-dijo, a la vez que señalaba a un par de chicos un poco más mayores que Ingrid que acababan de desaparecer en el interior del cuarto del jefe de Gabriel.
Y justo en ese momento, su ángel la agarró de la muñeca.
- Y tú también vienes con nosotros.
Ingrid soltó una exclamación y trató de librarse del ángel, pero este poseía una fuerza sobrehumana.
- Ingrid. –la reprendió el ángel. –Eres un semi-ángel. Este es tu destino. Luchar con nosotros, este es tu bando. Nosotros te aceptaremos a pesar de haber sido contaminada por un demonio… No podemos dejar que ellos ganen… tenemos que luchar, y defender aquello a lo que amamos. Ninguno de nosotros está dispuesto a vivir bajo la tiranía de los demonios.
Ingrid no fue capaz de decir nada más, simplemente se dejó arrastrar, se dejó llevar. Seguía rota por haber perdido a Gabriel, por haber perdido lo único que verdaderamente había amado. Todas sus fuerzas la habían abandonado. No quería luchar… no tenía fuerzas para ello, no tenía fuerzas para nada. Así que no se resistió, se dejó llevar por la corriente, dándole igual el resultado de aquella guerra, siéndole indiferente morir en aquella batalla.
Desapareciendo tras las puertas del inframundo, bajo la preocupada mirada de Kavita.
¿Por qué? Se preguntó mentalmente por enésima vez desde que había echado de la manera más violenta que pudo a Ingrid de aquel salón, en el cual él permanecía, tirado de mala manera en uno de los sillones que había repartidos en esa enorme habitación.
Su vida se había torcido demasiado, dando un giro de 180 grados, llenándolo de incertidumbre. Lo único que había echo desde que su padre lo mató, dejando así vía libre a su parte demonio, había sido pensar que hacer. Que era correcto hacer.
No sabía lo que quería, pensó que quizá lo mejor sería liderar la batalla junto a su padre, hacerlos los reyes del Nuevo Mundo, así él tendría el poder y la influencia suficiente como para salvar a Ingrid del futuro que tendrían tanto humanos como ángeles. ¿Por qué no? Era lo mejor que podría hacer, porque él no quería nada de lo que su padre quería para él. Él no quería un nuevo mundo, él no quería más muertes, más gritos, no quería ver más sangre. Él no quería ser un demonio, él no quería ser nada…
Solo quería estar junto a ella. Porque la añoraba, porque sin ella nada era lo mismo, sin ella él no tenía vida…
Pensó que siendo un demonio esos sentimientos se extinguirían, desaparecerían para siempre, pensó que él también empezaría a pensar como Akira, que tendría esa insaciable sed de venganza… sed de poder. Pero nada de eso fue así. Seguía enamorado de ella.
Por eso tenía que ganar aquella guerra, por eso no podía dejar que Baal ni su hijo ganaran. Porque entonces dañarían a Ingrid, los demonios destruirían a la humanidad… y a Ingrid con ella. Y él no podría soportar eso…
Y justo cuando ya todo estaba decidido, cuando por fin parecía tener claro lo que iba a hacer dieron el aviso de que los ángeles habían descubierto que iban a ser destruidos… y que se estaban preparando para atacarles en su propio terreno, venían dispuestos a acabar con los demonios, dispuestos a impedir que la batalla se librase en la tierra, para que los humanos no fuesen dañados.
En ese momento, pensó que tampoco estaba todo perdido, si ganaban los ángeles Ingrid estaba segura en la tierra, ellos no le harían daño. Y si ganaban los demonios, podría tratar de ejecutar su plan inicial de derrotar a Baal.
Pero… ¿Por qué tuvo que venir minutos después de que empezase todo ello…? ¿Por qué tuvo que venir con aquel vestido blanco y decirle todo aquello? Ella no podía entenderlo. Tenía que hacerla regresar a la tierra. No podía dejar que se quedase ahí. Corría el riesgo de perder la vida, de ser atacada por los demonios ¿Y si él no podía defenderla? ¿Y si los ángeles tampoco perderían el tiempo por la vida de una insignificante semi-ángel que encima había tenido relaciones con un demonio? No, tenía que volver a la tierra.
Por eso se tragó sus sentimientos, los enterró bajo el odio, y dijo todas aquellas palabras hirientes… cuando él tan solo quería abrazarla, y decirle lo mucho que la echaba de menos.
La había herido, quizás ya no querría saber nada de él ahora mismo, quizás lo odiaría. Estaba a salvo, lejos del inframundo, y eso era lo único que importaba.
Suspiró, quería darse cabezazos contra la pared. Quería romper cosas. Pero ahora no podía perder el tiempo. Ahora no podía dudar.
- Los ángeles están aquí.-dijo entonces una voz ronca.
Gabriel se levantó del sillón, y miró a su padre, preparado para luchar.
Tanto sacrificio no sería en vano.
A pesar de los varios intentos de Abeeku por impedírselo, Kavita se había mezclado con los ángeles, con tal de llegar al inframundo. Siguiendo a Ingrid, empujó a ángeles en su camino, hasta que por fin, al final de las escaleras que conducían al inframundo, logró tocar el hombro de Ingrid, justo cuando el ángel ponía en las manos de Ingrid una especie de espada de hoja fina, pero afilada, y alzaba el vuelo, dejando sola a la joven muchacha.
- ¡Ingrid! ¿Qué haces? ¿Qué ha pasado?
Ingrid se volvió hacía ella, y Kavita leyó el dolor y el sufrimiento en su rostro, en sus ojos vacíos de vida.
- Luchar en mi bando. Hoy es la guerra entre ángeles y demonios.
Ingrid ladeó la cabeza cuando vio como Kavita abría mucho los ojos y en un movimiento reflejo se sacó de entre los pliegues de su larga falda naranja una pistola de considerable tamaño y disparó a un demonio, incontables veces, hasta que este desangrado terminó por morir a manos de la asesina hindú.
- Tú no sabes luchar.-dedujo Kavita.
- No, pero ya da igual. Todo da igual…
Kavita tragó aire, preocupada.
- ¿Y Gabriel?
- Es un demonio, no andará muy lejos de aquí. Al fin y al cabo es el hijo de… de ese jefe vuestro.
E Ingrid dio media vuelta, dándole la espalda a Kavita y salió corriendo, perdiéndose entre la masa de cuerpos que luchaban, quizá perdiéndose para siempre.
- ¿Quién era ella? –la sobresaltó una voz familiar.
Kavita se dio la vuelta, y soltó un taco. Flotando junto a ella, con una sonrisa siniestra se encontraba el fantasma de Samantha, con su piel blanca, sus labios morados y su pelo húmedo todavía manchado de sangre por las puntas.
- ¿Qué haces tú aquí?
Samantha estalló en una risa histérica.
- Nos han liberado.
- ¿Os han liberado?
El fantasma asintió.
- Hemos hecho un trato con Baal. Lo único que tenemos que hacer es entretener a los demonios y a los ángeles en el momento que ellos indiquen, para que después él y su hijo puedan salir del inframundo, y que nadie les impida sellar por siempre la puerta del inframundo. Así todos quedaran atrapados y ellos reinaran sobre el mundo, serán los nuevos reyes… y las almas que estamos aquí encerradas seremos libres, y podremos ir al cielo, porque ya no habrá ángeles que nos impidan el paso.
Kavita apenas era capaz de creer lo que acababa de oír, zarandeó la cabeza para despejarse.
- El fin del mundo está a punto de llegar. –rió de nuevo.- Y bien ¿Vas a decirme quién era ella?
- Una amiga.
Samantha bostezó.
- ¿Y eso es todo? ¿Estabas buscando a Gabriel no es así?
- Yo… esto… sí.
La figura de Samantha frunció el ceño.
- Yo que tú saldría de aquí antes de que esto se fuera al garete, y mucho antes de que ese imbécil de Gabriel llegase aquí.
- ¿Eh?
- Gabriel, viene hacía aquí. –dijo y su figura desapareció, fundiéndose con la multitud de la batalla.
Todos parecían estar demasiado ocupados como para fijarse en una insignificante humana, con lo cual Kavita se sintió aliviada.
¿Gabriel venía hacía aquí? ¿Dónde? Solo veía demonios, demonios y ángeles por todas partes.
- ¿Y ahora que haces tú aquí? ¡Tienes que irte!
Kavita abrió los ojos al máximo. Claro, claro que no veía a Gabriel, al Gabriel humano. Este era un demonio de casi dos metros. Daba vértigo mirarlo a la cara.
- ¿Gabriel…? ¿Eres tú…? Estás…
- Estoy arrebatador, lo sé. –cortó él, irónico, con una evidente mueca de fastidio.
- No es momento para bromas…
- Claro que no…-medio chilló Gabriel, histérico, el cual había comenzado a empujarla hacía las escaleras.- Tienes que irte.
Kavita trató de librarse de él, de forma salvaje.
- ¡Estate quieto imbécil! ¡Eres… eres… lo peor!
- Que sí, Kavita, que sí, todos los hombres somos lo peor… pero no puedes estar aquí. –insistió Gabriel, exasperado.
- ¡Tú no lo entiendes, Gabriel! –chilló ella en ese momento.- ¡Ingrid está aquí!
El cuerpo de Gabriel quedó paralizado, y Kavita volviéndose hacía él dijo:
- Está luchando contra los demonios, en el bando de los ángeles… la van a hacer puré…
- ¿Y tú hijo, Chax? –preguntó Baal con sorna, al verlo luchando solo.
- ¿Y él tuyo? –ladró Chax, encolerizado.
Gabriel estaba a su lado hacía un minuto, pero no sabía que era aquello tan importante que había visto entre la multitud como para abandonarlo y salir corriendo precipitadamente.
- El mío esta tratando de matar al tuyo. –explicó Baal con una enorme y radiante sonrisa en sus labios, sonrisa que destilaba crueldad.
- Se acabó la tontería, Baal. Vas a pagarme todo lo que has hecho, demonio malformado.
Baal se rió, socarrón.
- Te dolió que matasen a tu juguetito ¿verdad? Quisiste protegerla, pero nada te salió bien. –sonrió, de forma siniestra.- Vas a desear no haber existido cuando sea el rey del Nuevo Mundo.
Chax desenfundó un enorme espadón, negro, y mirando con profundo odio a Baal, testificó:
- Pienso cortarte a rodajas.
Baal desenfundó su arma, sin dejar de sonreír.
- Eso, me gustaría verlo. Pero, honestamente, no me iré de aquí hasta matarte con mis propias manos –dijo, mientras el acero de las dos armas chocaba, comenzando así la lucha. –Llevo mucho tiempo esperando este momento.
En cualquier otra situación Kavita habría disfrutado como nadie viendo como el rostro de Gabriel se desfiguraba con tal rapidez, haciendo que su piel roja de demonio llegase casi a parecer pálida, mientras sus pupilas se empequeñecían, victima del más oscuro y desgarrador pánico, victima del más punzante dolor.
- ¿Q-que-é? –tartamudeó Gabriel, traspuesto, mientras un sudor frío perlaba su frente, mientras la desesperación lo devoraba vivo.
- Lo que has oído. Vas a perderla como sigas aquí.
Totalmente tenso, Gabriel se dispuso a buscar a Ingrid, pero Kavita lo detuvo unos minutos más.
- Y yo que tú la sacaría pronto de aquí, un tal Baal tiene la intención de encerraros vivos aquí dentro por siempre para reinar sobre la humanidad. Yo que tú, lo impediría.
Gabriel asintió, parecía totalmente ido.
- Gracias, Kavita. –dijo, antes de salir disparado corriendo.
Kavita suspiró. Algo más relajada. Con la esperanza de que Gabriel salvase a Ingrid justo a tiempo. Pero cuando estaba a punto de irse, de volver a la tierra, todo volvió a torcerse, cuando comprobó que acababa de llegar Abeeku, acompañado de Roman, Adnan, Alix y Chin. Es otras palabras, ahí estaba la pandilla al completo.
- Estaba preocupado por ti.-gritó Abeeku, corriendo hacía ella.
Kavita sintió que, por primera vez en su vida, no tenía ganas de pegarle un fuerte puñetazo a un hombre. Por primera vez un hombre la hacía enrojecer.
Gabriel se sentía desesperado, no había servido de nada… todas aquellas mentiras no habían servido de nada… iba a perder a Ingrid de todas maneras… y ella se iba a ir odiándolo.
No. No pensaba permitirlo. No le arrebatarían a Ingrid.
- ¡Yujuu! Gabriel… -oyó una voz, entre aquellos que combatían.
Gabriel iba derritiendo demonios a su paso, dándole igual que así le estuviese dando ventaja a los ángeles, solo necesitaba ver mejor… solo tenía que localizar a Ingrid…
- Tengo algo que te pertenece. Bueno… te pertenecía.
Y justo en ese momento, lo vio, en lo alto de una de las mansiones de demonios, de pie sobre el borde del ruinoso tejado, se hallaba un enorme demonio de cabellos rubios, y grandes ojos amarillos, el cual sostenía entre sus brazos el cuerpo lacio de Ingrid, sus cabellos negros impedían ver su rostro. Parecía un muñeco sin vida. Debajo de ella se encontraba una espada, balanceándose peligrosamente al filo del tejado.
Gabriel cerró los puños, con rabia. ¿Ingrid estaba muerta? ¿Lo estaba?
- Yo que tú no me atrevería a derretirme, porque con un solo movimiento podría doblarle el cuello a tu precioso juguetito, justo antes de quedar reducido a papilla. Y ni tú ni yo queremos que eso pase ¿verdad?
Rechinó los dientes, la impotencia ardía en su interior. Quería arrancarle la cabeza, partirlo a trocitos… quería destruirlo…
Ingrid estaba viva… viva de momento… podía ver como su pecho se movía levemente al respirar…
El demonio lo estaba observando, evaluadoramente.
- Así que tú eres el famoso hijo de Chax… te ves poca cosa…
Gabriel le dedicó una desagradable y peligrosa sonrisa.
Trevor estalló en carcajadas, en crueles carcajadas que repiquetearon en los oídos de Gabriel.
- Eres como tu padre.-escupió. –Un blandengue, un blandengue que pierde la cabeza por una humana cualquiera, y que después acaba perdiéndola con tal de protegerla… Baal será un soberano mejor para el Nuevo Mundo.
Las ganas de partirlo a trocitos estaban aumentando, y estaba tratando de mantenerse quieto a duras penas. Aunque en esos momentos ubicó aquel rostro.
- Bueno… la verdad es que tú has escogido bien…-dijo Trevor, acariciando a Ingrid, como si solo fuera un objeto, un premio, mientras que con la otra mano le apartaba el pelo del cuello. –Ella es hermosa… -y justo en ese momento, pasó su lengua por su cuello.
Haciendo que la joven se estremeciera, devolviéndole la consciencia, puesto que trató de alejarse de él, mientras pataleaba, aún con su pelo ocultándole la visión. Sin embargo, quedó quieta cuando oyó la voz de Gabriel.
- Entonces, tú debes de ser el hijo de Baal, el que quiere fugarse y dejarnos a todos atrapados en el inframundo. Eso refleja la cobardía de tu padre, no tiene el coraje suficiente como para enfrentarse a los de su clase, ni a los ángeles.
Trevor volvió a reírse, Ingrid volvió a patalear, sintiendo de nuevo las manos de Trevor explorando su cuerpo, con ansia, disfrutando de ello, disfrutando de ver como Gabriel reprimía el lanzarse sobre él y partirle el cuello.
- No, Gabriel, no –explicó sin detenerse en su tarea.- Mi padre matará al tuyo, con sus propias manos, y después nos iremos los dos… no os vais a quedar encerrados. El inframundo se destruirá solo, se autodestruirá quedando reducido a una masa de lava… ¡Bum! Es lo que tiene ser el más poderoso de los demonios, te da control sobre el inframundo. Todos seréis destruidos, dentro de –pareció pensar en lo que iba a decir- … unos 12 minutos.
Baal no advirtió aquella figura gris que bajó al lugar donde los dos poderosos demonios se disputaban el puesto del Señor del Nuevo Mundo. Hasta que no sintió el frío de la muerte a su espalda.
Su arma resbaló de las manos, y se volvió para ver que diablos era eso se le había aparecido por detrás.
El rostro de ella, fue lo último que acertó a ver, antes de que Chax hundiese ambas espadas en su pecho. Y Baal, herido de muerte cayó al suelo, y antes de que su cuerpo rozase el suelo, el gran demonio Baal, había muerto.
Chax quedó quieto, miró una sola vez el cadáver de su enemigo, con odio, luego alzó la mirada, y su expresión se suavizó.
No entendía que hacía ella aquí, no entendía que quería decirle con su mirada, y no entendía como, gracias a ella, había ganado.
Ella, lo único que fue capaz de amar, aquello a lo que renunció, lo único que había poblado sus pensamientos durante el resto de su vida.
- Navarro. –dijo, sorprendiéndose a sí mismo, volviendo a su forma humana.
- Akira.-respondió ella.
- ¿No deberías estar atrapada… junto a los demás…?
Una risa muda salió de los labios espectrales de Gabriela Navarro, madre de Gabriel, y ex amante de Akira.
- Nos han liberado. –dio por toda explicación.
Akira la miró de nuevo, mientras sacaba la espada del cadáver del demonio.
- Lo siento. –dijo en ese momento.
- ¿Qué?
Gabriela sintió los orientales ojos de Akira sobre su incorpórea figura.
- No debí abandonarte. –musitó. – No debí dejarte nunca. Porque nada volvió a ser lo mismo sin ti…
Calló, mirándola pensativo.
- Y en el fondo ¿Para qué demonios quiero ser yo el Rey del Nuevo Mundo? ¿Para que diablos quiero yo un Nuevo Mundo? Si lo único que he deseado de verdad en esta vida es estar junto a ti.
12 minutos… 12 minutos para tratar de liberar a Ingrid, 12 minutos para intentar matar a Trevor… 12 minutos para escapar…
No sabía que hacer, había perdido, si daba un paso Trevor la mataría y no servía de nada huir sin ella… pero si no… ¿Trevor se la llevaría consigo a la tierra?
Alzó la cabeza.
10 minutos.
Pero algo ocurrió en ese momento, Trevor soltó una exclamación, tenía una espada clavada en el vientre.
- ¡Maldita perra! –bramó, cogiendo violentamente a Ingrid por su barbilla obligándole a mirarlo.
Al parecer Ingrid, con sus pies, había logrado clavar esa espada en el vientre del demonio, siendo insuficiente, ni siquiera para que la soltara, al menos, había dejado de tocarla.
- ¡Vas a…!
Pero no logró terminar nunca aquella frase, puesto que de repente sangre comenzó a salir de su boca. Le estaban disparando. Estaban hiriendo a Trevor, de tal manera, que finalmente el pequeño cuerpo de Ingrid resbaló de sus manos. Cayendo.
- ¡Así te pudras, mal nacido! –gritó en ese momento Ingrid.
Y los vio, sus asesinos, los caídos de Chax, todos ellos habían trepado al tejado y entre todos habían reducido al demonio.
8 minutos.
El cuerpo de Ingrid cayó en los brazos de Gabriel, y este la sujetó con fuerza, pero a la vez suavemente, como si temiera que fuese a romperse o a desaparecer en cualquier momento.
Y antes de que ninguno lo advirtiese, Gabriel había derretido el cuerpo de Trevor… al cual ni siquiera le dio tiempo a chillar.
Sintió en sus brazos como Ingrid se estremecía con un suspiro.
- Tú… -susurró, incapaz de decir nada más.
- Lo siento… -musitó este, lleno de dolor, a la vez que acariciaba el pelo de Ingrid, con ternura.- Perdóname… oh, joder, no me odies. Tuve que hacerlo… no quería que te hiciesen daño… y terminé dañándote yo…
Ingrid no dijo nada, mirándole con los ojos muy abiertos.
- Solo quería evitar esto… no quería que vivieras esta guerra… yo…
Ella puso la mano en su mejilla, acariciándola, sin decir una palabra.
Él besó su mano.
- Te quiero, Ingrid…
- Yo también, alma incomprendida… -musitó ella.-No vuelvas a decirme esa clase de estupideces… nunca más…
5 minutos
Estaban a punto de besarse, cuando la voz de Kavita, los sobresaltó.
- Podéis abrazaros, besaros y fornicar todo lo que os apetezca en la Tierra. –chilló ella.-Pero ahora será mejor que salgamos de aquí, antes de que todo haga ¡Bum!
Los chicos ya habían empezado a bajar del tejado, raudos y ágiles. Corriendo, al igual que Gabriel, que avanzaba cargando con Ingrid. Deseando ver pronto las escaleras que conducían a la tierra, aunque aún quedase un trecho.
Era correr ahora, o nunca.
3 minutos
El suelo había empezado a moverse, lava empezaba a ir cubriendo el suelo. Pero la batalla continuaba, ángeles y demonios ciegos y consumidos por el odio seguían luchando, con fuerza, con fiereza… dispuestos a ganar. Sin esperarse lo que dentro de minutos sucedería, sin ni siquiera ver como el inframundo empezaba a destruirse. Las almas, al ver que no llegaba la señal de Baal, comenzaron a huir del inframundo, sin que nadie lo notase, directas al cielo.
1:30 minutos
Roman iba en cabeza, el cual acababa de pisar el primer peldaño, detrás lo seguía Adnan, Alix, y Kavita que tiraba con una fuerza casi sobrehumana de Abeeku, parecía que iba a arrancarle la muñeca, pero parecía francamente preocupada con salvarle el pellejo al chico de las rastas.
En último lugar estaba Gabriel con Ingrid.
1 minuto
Ya podían ver la luz, podían distinguir la figura de los caros muebles de Akira… ahí estaba… la libertad… Sólo un poco más. Ya casi.
Roman acababa de pisar el suelo de la habitación y corrió hasta dejarse caer en uno de los sofás de Akira, aún con el miedo palpitando en su corazón.
Las escaleras habían empezado a derrumbarse, cayendo en pedazos hacía abajo, hacia un enorme mar de lava que se había tragado tanto a ángeles como demonios, mientras que los pedacitos de escalera levantaban grandes nubes de polvo, dificultando avanzar.
Adnan acababa de llegar e imitó a su compañero, el chico estaba totalmente pálido y sudaba a mares. Alix se dejó caer en la alfombra, jadeante. Kavita acababa de poner los pies en el caro enlosado de la habitación de Akira.
0 minutos
Kavita le dio un fuerte tirón a Abeeku, el cual terminó cayendo sobre ella, en la habitación de Akira.
- Gracias…-susurró él.
Kavita apartó la mirada, avergonzada.
Gabriel podía sentir las grietas bajo sus pies, era demasiado tarde.
- Gabriel no…
Pero él no la escuchó, y la lanzó, haciéndola caer en la alfombra de la habitación de Akira. A salvo.
Ingrid se incorporó en seguida. Las escaleras se habían desmoronado, habían caído. Y pudo ver con horror como la figura del demonio que era Gabriel, volvía a transformarse en humana, observando de nuevo al chico vestido de negro, y pálido del cual ella estaba enamorada, mientras caía hacía la muerte.
- ¡¡Gabriel!! –chilló ella, dispuesta a saltar junto a él, pero Abeeku, Kavita y Alix la agarraron a duras penas. Impidiéndole que se reuniera con Gabriel.
Ingrid se revolvía como una autentica demente.
- ¡Soltadme! ¡Dejadme…!
El cuerpo de Gabriel había sido engullido por el polvo que todavía flotaba, suspendido sobre la lava.
Lágrimas corrían por las mejillas de Ingrid, y un pesado y tenso silencio se esparció en la habitación. Habían perdido a Gabriel…
Cuando, del polvo, emergió una figura gris, una figura que llevaba entre sus brazos a Gabriel. Un Gabriel vivo, que le sonreía a aquella extraña mujer, a la que todos le vieron el parecido. Ambos de cabello castaño claro, piel pálida y grandes ojos azules…
La figura llevó a Gabriel hasta las puertas de la habitación de Akira, y lo soltó en suelo firme. Sano y salvo.
Ingrid saltó a los brazos de Gabriel, y ambos se abrazaron, para segundos después fundir sus labios en un desesperado y largo beso, mientras Gabriel rodeaba su cintura, mientras ella acariciaba su cara, mientras los labios de él acariciaban los suyos, como si aquella fuera la última vez en la que podrían besarse.
Todos alejaron la mirada de la pareja de enamorados y se centraron en el fantasma de la madre de Gabriel que sonreía enigmáticamente.
Un enorme portazo les hizo a todos volverse, incluso Ingrid y Gabriel dejaron de besarse, y abrazados, se volvieron hacía la puerta que había sido cerrada.
- ¿Akira?
El fantasma de Akira se colocó junto a Gabriela, y sonrió. Aquella era la primera sonrisa sincera que todos pudieron admirar de él.
- Akira… ¿Qué ha pasado…? ¿Qué pasará con nosotros? –quiso saber en ese momento Kavita.
- La guerra ha acabado. –dijo, y todos vieron como atrapaba la mano de la madre de Gabriel, en un gesto tierno muy poco típico de él. –Y ustedes ahora sois libres…
Kavita sonrió ampliamente, al tiempo que Abeeku la abrazaba y la besaba, para sorpresa y desconcierto de todos. No siendo el beso lo que más les sorprendió, aunque ello ya se salía de lo común, sino que Kavita sonriera y no le reventara la nariz de un puñetazo.
- ¿Y ustedes? –quiso saber Gabriel, con Ingrid entre sus brazos.- ¿Qué haréis ustedes?
- ¿Nosotros? Vamos al cielo, por fin al cielo…-dijo su madre, con suavidad.
- A descansar… -siguió Akira.
Y las dos almas de los padres del joven demonio elevaron el vuelo y desaparecieron de allí. Dejando solos a los recién liberados muchachos. Al fin, todos eran libres.