jueves, 5 de enero de 2012

32. Doce minutos.

Bueno, señor@s aquí les dejo ya el último capítulo de HDLR, el fin de esta historia ha llegado. Antes de nada me gustaría agradecerles a todos los que me están leyendo, gracias, porque gracias a vosotros dan ganas de seguir escribiendo. También me gustaría informaros de que me estoy planteando el hacer un epílogo, os dejo a ustedes el si lo quereis o no. Ya me diréis, espero que este último capítulo no os decepcione. Bah, no me enrollo más. Aquí lo tenéis: 


Nadie logró detenerlos, ninguno de ellos se interpuso en su camino cuando aquella horda de ángeles echó la puerta abajo. Los asesinos ya no sabían que pensar, pero era obvio que si habían comprobado que los demonios existían… ¿Por qué no iban a existir los ángeles? Lo que no era entendible, era porque estos habían asaltado la mansión, sin una palabra, sin una mísera explicación, en masa iban entrando a su interior,
Concentrándose todos en la habitación de Akira.
Kavita no sabía que pensar, en varias ocasionales les había preguntado a aquellas figuras que parecían esculturas de mármol con expresiones bondadosas, que era lo que hacían allí, o simplemente que estaba pasando. Pero lo único que conseguía es que la mirasen con asco, como si estuviera enferma de una enfermedad altamente contagiosa. Y susurraban algo como:
-         Cómplices de diablos.-con repugnancia en sus delicadas voces.
Con las mejillas rojas por la indignación, y la sangre hirviendo en sus venas, consumida por la ira, agarró a Abeeku de la muñeca, arrastrándolo hacia la habitación de su jefe. Si no querían darle explicaciones, ella encontraría respuestas por su cuenta.

El silencio parecía haberse roto, oía pasos, voces, voces familiares, voces que dolían en sus oídos. Alzó lentamente la cabeza ¿Cuánto tiempo llevaba ahí encerrada?
Estaba abrazada a la almohada de Gabriel, la cual estaba empapada por las lágrimas que había derramado. Alargó la mano, para atrapar el móvil de Gabriel, que seguía intacto en la mesilla de noche, a punto de quedarse sin batería. Solo habían pasado unas horas… y aquel tiempo se le había echo eterno, mientras aquel vacío que sentía en su interior iba aumentando de tamaño. Le dolía el estómago.
Se atusó el pelo, y se calzó los zapatos, dispuesta a salir y ver que demonios estaba pasando.
Sorpresa fue la suya al ver aquella enorme marabunta de ángeles, y chicos de su edad con rostros angelicales avanzando hacía el cuarto del jefe de Gabriel. ¿Qué hacían allí? Se preguntó, sintiéndose de repente demasiado mareada. ¿Qué estaba pasando?
Un escalofrío recorrió su columna vertebral al sentir una mano de hielo posarse sobre su hombro, con suavidad.
-         No me hiciste caso. –dijo en ese momento una voz.
Y la reconoció, era su ángel, aquella que la había marcado cuando solo era una niña. El ángel no tardó en situarse a su lado, mirándola inquisidoramente mientras una mueca de disgusto y desaprobación crecía por su rostro de rasgos perfectos.
- ¿Qué esta pasando?- quiso saber en ese momento Ingrid.
El ángel le dedicó una sombría sonrisa, que no encaja con su rostro.
-         Los demonios quieren destruirnos. Aunque supongo que tu amado Gabriel ya te tendrá al tanto de ello…
Ingrid bajó la cabeza, las ganas de llorar estaban allí de nuevo.
-         Ah, lo olvidaba, ahora Gabriel es un demonio. Un demonio que no ama.
Se mordió el labio con fuerza ¿Qué pretendía?
-         Basta. –balbució ella, a media voz, aún con la vista fija en sus zapatos.
-         Duele oír la verdad. ¿cierto? Ya era hora de que dejases de huir de la realidad, pequeña. Lo que viste allí abajo era el verdadero rostro de Gabriel, aquel que lleva ocultando durante toda su vida… él te engañó… y no has sabido verlo hasta ahora…
-         Eso ya no importa ahora que los ángeles seremos destruidos, la humanidad está condenada.
El ángel sonrió, calmado.
-         Los ángeles no nos hemos rendido todavía. En estos momentos todos nos estamos internando en el inframundo, para lanzarles un ataque sorpresa a los demonios, para acabar con ellos al fin. Para destruirlos cuando no se lo esperan. Es mejor así, así no alertaremos a los humanos ni habrá muertes inocentes.
Ingrid abrió los ojos al máximo. Ahora todo encajaba. La guerra había comenzado antes de tiempo y se estaba disputando ahora. El destino de la humanidad se estaba decidiendo en esos momentos.
-         Vamos todos, tanto ángeles como marcados.-dijo, a la vez que señalaba a un par de chicos un poco más mayores que Ingrid que acababan de desaparecer en el interior del cuarto del jefe de Gabriel.
Y justo en ese momento, su ángel la agarró de la muñeca.
- Y tú también vienes con nosotros.
Ingrid soltó una exclamación y trató de librarse del ángel, pero este poseía una fuerza sobrehumana.
-         Ingrid. –la reprendió el ángel. –Eres un semi-ángel. Este es tu destino. Luchar con nosotros, este es tu bando.  Nosotros te aceptaremos a pesar de haber sido contaminada por un demonio… No podemos dejar que ellos ganen… tenemos que luchar, y defender aquello a lo que amamos. Ninguno de nosotros está dispuesto a vivir bajo la tiranía de los demonios.
Ingrid no fue capaz de decir nada más, simplemente se dejó arrastrar, se dejó llevar. Seguía rota por haber perdido a Gabriel, por haber perdido lo único que verdaderamente había amado. Todas sus fuerzas la habían abandonado. No quería luchar… no tenía fuerzas para ello, no tenía fuerzas para nada. Así que no se resistió, se dejó llevar por la corriente, dándole igual el resultado de aquella guerra, siéndole indiferente morir en aquella batalla. 
Desapareciendo tras las puertas del inframundo, bajo la preocupada mirada de Kavita.


¿Por qué? Se preguntó mentalmente por enésima vez desde que había echado de la manera más violenta que pudo a Ingrid de aquel salón, en el cual él permanecía, tirado de mala manera en uno de los sillones que había repartidos en esa enorme habitación.
Su vida se había torcido demasiado, dando un giro de 180 grados, llenándolo de incertidumbre. Lo único que había echo desde que su padre lo mató, dejando así vía libre a su parte demonio, había sido pensar que hacer. Que era correcto hacer.
No sabía lo que quería, pensó que quizá lo mejor sería liderar la batalla junto a su padre, hacerlos los reyes del Nuevo Mundo, así él tendría el poder y la influencia suficiente como para salvar a Ingrid del futuro que tendrían tanto humanos como ángeles. ¿Por qué no? Era lo mejor que podría hacer, porque él no quería nada de lo que su padre quería para él. Él no quería un nuevo mundo, él no quería más muertes, más gritos, no quería ver más sangre. Él no quería ser un demonio, él no quería ser nada…
Solo quería estar junto a ella. Porque la añoraba, porque sin ella nada era lo mismo, sin ella él no tenía vida…
Pensó que siendo un demonio esos sentimientos se extinguirían, desaparecerían para siempre, pensó que él también empezaría a pensar como Akira, que tendría esa insaciable sed de venganza… sed de poder. Pero nada de eso fue así. Seguía enamorado de ella.
Por eso tenía que ganar aquella guerra, por eso no podía dejar que Baal ni su hijo ganaran. Porque entonces dañarían a Ingrid, los demonios destruirían a la humanidad… y a Ingrid con ella. Y él no podría soportar eso…
Y justo cuando ya todo estaba decidido, cuando por fin parecía tener claro lo que iba a hacer dieron el aviso de que los ángeles habían descubierto que iban a ser destruidos… y que se estaban preparando para atacarles en su propio terreno, venían dispuestos a acabar con los demonios, dispuestos a impedir que la batalla se librase en la tierra, para que los humanos no fuesen dañados.
En ese momento, pensó que tampoco estaba todo perdido, si ganaban los ángeles Ingrid estaba segura en la tierra, ellos no le harían daño. Y si ganaban los demonios, podría tratar de ejecutar su plan inicial de derrotar a Baal.
Pero… ¿Por qué tuvo que venir minutos después de que empezase todo ello…? ¿Por qué tuvo que venir con aquel vestido blanco y decirle todo aquello? Ella no podía entenderlo. Tenía que hacerla regresar a la tierra. No podía dejar que se quedase ahí. Corría el riesgo de perder la vida, de ser atacada por los demonios ¿Y si él no podía defenderla? ¿Y si los ángeles tampoco perderían el tiempo por la vida de una insignificante semi-ángel que encima había tenido relaciones con un demonio? No, tenía que volver a la tierra.
Por eso se tragó sus sentimientos, los enterró bajo el odio, y dijo todas aquellas palabras hirientes… cuando él tan solo quería abrazarla, y decirle lo mucho que la echaba de menos.
La había herido, quizás ya no querría saber nada de él ahora mismo, quizás lo odiaría. Estaba a salvo, lejos del inframundo, y eso era lo único que importaba.
Suspiró, quería darse cabezazos contra la pared. Quería romper cosas. Pero ahora no podía perder el tiempo. Ahora no podía dudar.
-         Los ángeles están aquí.-dijo entonces una voz ronca.
Gabriel se levantó del sillón, y miró a su padre, preparado para luchar.
 Tanto sacrificio no sería en vano.

A pesar de los varios intentos de Abeeku por impedírselo, Kavita se había mezclado con los ángeles, con tal de llegar al inframundo. Siguiendo a Ingrid, empujó a ángeles en su camino, hasta que por fin, al final de las escaleras que conducían al inframundo, logró tocar el hombro de Ingrid, justo cuando el ángel ponía en las manos de Ingrid una especie de espada de hoja fina, pero afilada, y alzaba el vuelo, dejando sola a la joven muchacha.
- ¡Ingrid! ¿Qué haces? ¿Qué ha pasado?
Ingrid se volvió hacía ella, y Kavita leyó el dolor y el sufrimiento en su rostro, en sus ojos vacíos de vida.
-         Luchar en mi bando. Hoy es la guerra entre ángeles y demonios.
Ingrid ladeó la cabeza cuando vio como Kavita abría mucho los ojos y en un movimiento reflejo se sacó de entre los pliegues de su larga falda naranja una pistola de considerable tamaño y disparó a un demonio, incontables veces, hasta que este desangrado terminó por morir a manos de la asesina hindú.
-         Tú no sabes luchar.-dedujo Kavita.
-         No, pero ya da igual. Todo da igual…
Kavita tragó aire, preocupada.
      -   ¿Y Gabriel?
      -   Es un demonio, no andará muy lejos de aquí. Al fin y al cabo es el hijo de… de         ese jefe vuestro.
E Ingrid dio media vuelta, dándole la espalda a Kavita y salió corriendo, perdiéndose entre la masa de cuerpos que luchaban, quizá perdiéndose para siempre.
- ¿Quién era ella? –la sobresaltó una voz familiar.
Kavita se dio la vuelta, y soltó un taco. Flotando junto a ella, con una sonrisa siniestra se encontraba el fantasma de Samantha, con su piel blanca, sus labios morados y su pelo húmedo todavía manchado de sangre por las puntas.
-         ¿Qué haces tú aquí?
Samantha estalló en una risa histérica.
-         Nos han liberado.
-         ¿Os han liberado?
El fantasma asintió.
-         Hemos hecho un trato con Baal. Lo único que tenemos que hacer es entretener a los demonios y a los ángeles en el momento que ellos indiquen, para que después él y su hijo puedan salir del inframundo, y que nadie les impida sellar por siempre la puerta del inframundo. Así todos quedaran atrapados y ellos reinaran sobre el mundo, serán los nuevos reyes… y las almas que estamos aquí encerradas seremos libres, y podremos ir al cielo, porque ya no habrá ángeles que nos impidan el paso.
Kavita apenas era capaz de creer lo que acababa de oír, zarandeó la cabeza para despejarse.
-         El fin del mundo está a punto de llegar. –rió de nuevo.- Y bien ¿Vas a decirme quién era ella?
-         Una amiga.
Samantha bostezó.
-         ¿Y eso es todo? ¿Estabas buscando a Gabriel no es así?
-         Yo… esto… sí.
La figura de Samantha frunció el ceño.
-         Yo que tú saldría de aquí antes de que esto se fuera al garete, y mucho antes de que ese imbécil de Gabriel llegase aquí.
-         ¿Eh?
-         Gabriel, viene hacía aquí. –dijo y su figura desapareció, fundiéndose con la multitud de la batalla.
Todos parecían estar demasiado ocupados como para fijarse en una insignificante humana, con lo cual Kavita se sintió aliviada.
¿Gabriel venía hacía aquí? ¿Dónde? Solo veía demonios, demonios y ángeles por todas partes.
-         ¿Y ahora que haces tú aquí? ¡Tienes que irte!
Kavita abrió los ojos al máximo. Claro, claro que no veía a Gabriel, al Gabriel humano. Este era un demonio de casi dos metros. Daba vértigo mirarlo a la cara.
-         ¿Gabriel…? ¿Eres tú…? Estás…
-         Estoy arrebatador, lo sé. –cortó él, irónico, con una evidente mueca de fastidio.
-         No es momento para bromas…
-         Claro que no…-medio chilló Gabriel, histérico, el cual había comenzado a empujarla hacía las escaleras.- Tienes que irte.
Kavita trató de librarse de él, de forma salvaje.
-         ¡Estate quieto imbécil! ¡Eres… eres… lo peor!
-         Que sí, Kavita, que sí, todos los hombres somos lo peor… pero no puedes estar aquí. –insistió Gabriel, exasperado.
-         ¡Tú no lo entiendes, Gabriel! –chilló ella en ese momento.- ¡Ingrid está aquí!
El cuerpo de Gabriel quedó paralizado, y Kavita volviéndose hacía él dijo:
-         Está luchando contra los demonios, en el bando de los ángeles… la van a hacer puré…

-         ¿Y tú hijo, Chax? –preguntó Baal con sorna, al verlo luchando solo.
-         ¿Y él tuyo? –ladró Chax, encolerizado.
Gabriel estaba a su lado hacía un minuto, pero no sabía que era aquello tan importante que había visto entre la multitud como para abandonarlo y salir corriendo precipitadamente.
-         El mío esta tratando de matar al tuyo. –explicó Baal con una enorme y radiante sonrisa en sus labios, sonrisa que destilaba crueldad.
-         Se acabó la tontería, Baal. Vas a pagarme todo lo que has hecho, demonio malformado.
Baal se rió, socarrón.
-         Te dolió que matasen a tu juguetito ¿verdad? Quisiste protegerla, pero nada te salió bien. –sonrió, de forma siniestra.- Vas a desear no haber existido cuando sea el rey del Nuevo Mundo.
Chax desenfundó un enorme espadón, negro, y mirando con profundo odio a Baal, testificó:
-         Pienso cortarte a rodajas.
Baal desenfundó su arma, sin dejar de sonreír.
-         Eso, me gustaría verlo. Pero, honestamente, no me iré de aquí hasta matarte con mis propias manos –dijo, mientras el acero de las dos armas chocaba, comenzando así la lucha. –Llevo mucho tiempo esperando este momento.

En cualquier otra situación Kavita habría disfrutado como nadie viendo como el rostro de Gabriel se desfiguraba con tal rapidez, haciendo que su piel roja de demonio llegase casi a parecer pálida, mientras sus pupilas se empequeñecían, victima del más oscuro y desgarrador pánico, victima del más punzante dolor.
-         ¿Q-que-é? –tartamudeó Gabriel, traspuesto, mientras un sudor frío perlaba su frente, mientras la desesperación lo devoraba vivo.
-         Lo que has oído. Vas a perderla como sigas aquí.
Totalmente tenso, Gabriel se dispuso a buscar a Ingrid, pero Kavita lo detuvo unos minutos más.
-         Y yo que tú la sacaría pronto de aquí, un tal Baal tiene la intención de encerraros vivos aquí dentro por siempre para reinar sobre la humanidad. Yo que tú, lo impediría.
Gabriel asintió, parecía totalmente ido.
-         Gracias, Kavita. –dijo, antes de salir disparado corriendo.
Kavita suspiró. Algo más relajada. Con la esperanza de que Gabriel salvase a Ingrid justo a tiempo. Pero cuando estaba a punto de irse, de volver a la tierra, todo volvió a torcerse, cuando comprobó que acababa de llegar Abeeku, acompañado de Roman, Adnan, Alix y Chin. Es otras palabras, ahí estaba la pandilla al completo.
-         Estaba preocupado por ti.-gritó Abeeku, corriendo hacía ella.
Kavita sintió que, por primera vez en su vida, no tenía ganas de pegarle un fuerte puñetazo a un hombre. Por primera vez un hombre la hacía enrojecer.

Gabriel se sentía desesperado, no había servido de nada… todas aquellas mentiras no habían servido de nada… iba a perder a Ingrid de todas maneras… y ella se iba a ir odiándolo.
No. No pensaba permitirlo. No le arrebatarían a Ingrid.
-         ¡Yujuu! Gabriel… -oyó una voz, entre aquellos que combatían.
Gabriel iba derritiendo demonios a su paso, dándole igual que así le estuviese dando ventaja a los ángeles, solo necesitaba ver mejor… solo tenía que localizar a Ingrid…
-         Tengo algo que te pertenece. Bueno… te pertenecía.
Y justo en ese momento, lo vio,  en lo alto de una de las mansiones de demonios, de pie sobre el borde del ruinoso tejado, se hallaba un enorme demonio de cabellos rubios, y grandes ojos amarillos, el cual sostenía entre sus brazos el cuerpo lacio de Ingrid, sus cabellos negros impedían ver su rostro. Parecía un muñeco sin vida. Debajo de ella se encontraba una espada, balanceándose peligrosamente al filo del tejado.
Gabriel cerró los puños, con rabia. ¿Ingrid estaba muerta? ¿Lo estaba?
-         Yo que tú no me atrevería a derretirme, porque con un solo movimiento podría doblarle el cuello a tu precioso juguetito, justo antes de quedar reducido a papilla. Y ni tú ni yo queremos que eso pase ¿verdad?
Rechinó los dientes, la impotencia ardía en su interior. Quería arrancarle la cabeza, partirlo a trocitos… quería destruirlo…
Ingrid estaba viva… viva de momento… podía ver como su pecho se movía levemente al respirar…
El demonio lo estaba observando, evaluadoramente.
-         Así que tú eres el famoso hijo de Chax… te ves poca cosa…
Gabriel le dedicó una desagradable y peligrosa sonrisa.  
Trevor estalló en carcajadas, en crueles carcajadas que repiquetearon en los oídos de Gabriel.
-         Eres como tu padre.-escupió. –Un blandengue, un blandengue que pierde la cabeza por una humana cualquiera, y que después acaba perdiéndola con tal de protegerla… Baal será un soberano mejor para el Nuevo Mundo.
Las ganas de partirlo a trocitos estaban aumentando, y estaba tratando de mantenerse quieto a duras penas. Aunque en esos momentos ubicó aquel rostro.
-         Bueno… la verdad es que tú has escogido bien…-dijo Trevor, acariciando a Ingrid, como si solo fuera un objeto, un premio, mientras que con la otra mano le apartaba el pelo del cuello. –Ella es hermosa… -y justo en ese momento, pasó su lengua por su cuello.
Haciendo que la joven se estremeciera, devolviéndole la consciencia, puesto que trató de alejarse de él, mientras pataleaba, aún con su pelo ocultándole la visión. Sin embargo, quedó quieta cuando oyó la voz de Gabriel.
-         Entonces, tú debes de ser el hijo de Baal, el que quiere fugarse y dejarnos a todos atrapados en el inframundo. Eso refleja la cobardía de tu padre, no tiene el coraje suficiente como para enfrentarse a los de su clase, ni a los ángeles.
Trevor volvió a reírse, Ingrid volvió a patalear, sintiendo de nuevo las manos de Trevor explorando su cuerpo, con ansia, disfrutando de ello, disfrutando de ver como Gabriel reprimía el lanzarse sobre él y partirle el cuello.
-         No, Gabriel, no –explicó sin detenerse en su tarea.- Mi padre matará al tuyo, con sus propias manos, y después nos iremos los dos… no os vais a quedar encerrados. El inframundo se destruirá solo, se autodestruirá quedando reducido a una masa de lava… ¡Bum! Es lo que tiene ser el más poderoso de los demonios, te da control sobre el inframundo. Todos seréis destruidos, dentro de –pareció pensar en lo que iba a decir- … unos 12 minutos.

Baal no advirtió aquella figura gris que bajó al lugar donde los dos poderosos demonios se disputaban el puesto del Señor del Nuevo Mundo. Hasta que no sintió el frío de la muerte a su espalda.
Su arma resbaló de las manos, y se volvió para ver que diablos era eso se le había aparecido por detrás.
El rostro de ella, fue lo último que acertó a ver, antes de que Chax hundiese ambas espadas en su pecho. Y Baal, herido de muerte cayó al suelo, y antes de que su cuerpo rozase el suelo, el gran demonio Baal, había muerto.
Chax quedó quieto, miró una sola vez el cadáver de su enemigo, con odio, luego alzó la mirada, y su expresión se suavizó.
No entendía que hacía ella aquí, no entendía que quería decirle con su mirada, y no entendía como, gracias a ella, había ganado.
Ella, lo único que fue capaz de amar, aquello a lo que renunció, lo único que había poblado sus pensamientos durante el resto de su vida.
-         Navarro. –dijo, sorprendiéndose a sí mismo, volviendo a su forma humana.
-         Akira.-respondió ella.
-         ¿No deberías estar atrapada… junto a los demás…?
Una risa muda salió de los labios espectrales de Gabriela Navarro, madre de Gabriel, y ex amante de Akira.
-         Nos han liberado. –dio por toda explicación.
Akira la miró de nuevo, mientras sacaba la espada del cadáver del demonio.
-         Lo siento. –dijo en ese momento.
-         ¿Qué?
Gabriela sintió los orientales ojos de Akira sobre su incorpórea figura.
-         No debí abandonarte. –musitó. – No debí dejarte nunca. Porque nada volvió a ser lo mismo sin ti…
Calló, mirándola pensativo.
-         Y en el fondo ¿Para qué demonios quiero ser yo el Rey del Nuevo Mundo? ¿Para que diablos quiero yo un Nuevo Mundo? Si lo único que he deseado de verdad en esta vida es estar junto a ti.

12 minutos… 12 minutos para tratar de liberar a Ingrid, 12 minutos para intentar matar a Trevor… 12 minutos para escapar…
No sabía que hacer, había perdido, si daba un paso Trevor la mataría y no servía de nada huir sin ella… pero si no… ¿Trevor se la llevaría consigo a la tierra?
Alzó la cabeza.
10 minutos.
Pero algo ocurrió en ese momento, Trevor soltó una exclamación, tenía una espada clavada en el vientre.
-         ¡Maldita perra! –bramó, cogiendo violentamente a Ingrid por su barbilla obligándole a mirarlo. 
Al parecer Ingrid, con sus pies, había logrado clavar esa espada en el vientre del demonio, siendo insuficiente, ni siquiera para que la soltara, al menos, había dejado de tocarla.
-         ¡Vas a…!
Pero no logró terminar nunca aquella frase, puesto que de repente sangre comenzó a salir de su boca. Le estaban disparando. Estaban hiriendo a Trevor, de tal manera, que finalmente el pequeño cuerpo de Ingrid resbaló de sus manos. Cayendo.
-         ¡Así te pudras, mal nacido! –gritó en ese momento Ingrid.
Y los vio, sus asesinos, los caídos de Chax, todos ellos habían trepado al tejado y entre todos habían reducido al demonio.
8 minutos.
El cuerpo de Ingrid cayó en los brazos de Gabriel, y este la sujetó con fuerza, pero a la vez suavemente, como si temiera que fuese a romperse o a desaparecer en cualquier momento.
Y antes de que ninguno lo advirtiese, Gabriel había derretido el cuerpo de Trevor… al cual ni siquiera le dio tiempo a chillar.
Sintió en sus brazos como Ingrid se estremecía con un suspiro.
-         Tú… -susurró, incapaz de decir nada más.
-         Lo siento… -musitó este, lleno de dolor, a la vez que acariciaba el pelo de Ingrid, con ternura.- Perdóname… oh, joder, no me odies. Tuve que hacerlo… no quería que te hiciesen daño… y terminé dañándote yo…
Ingrid no dijo nada, mirándole con los ojos muy abiertos.
-         Solo quería evitar esto… no quería que vivieras esta guerra… yo…
Ella puso la mano en su mejilla, acariciándola, sin decir una palabra.
Él besó su mano.
-         Te quiero, Ingrid…
-         Yo también, alma incomprendida… -musitó ella.-No vuelvas a decirme esa clase de estupideces… nunca más…
5 minutos
Estaban a punto de besarse, cuando la voz de Kavita, los sobresaltó.
-         Podéis abrazaros, besaros y fornicar todo lo que os apetezca en la Tierra. –chilló ella.-Pero ahora será mejor que salgamos de aquí, antes de que todo haga ¡Bum!
Los chicos ya habían empezado a bajar del tejado, raudos y ágiles. Corriendo, al igual que Gabriel, que avanzaba cargando con Ingrid. Deseando ver pronto las escaleras que conducían a la tierra, aunque aún quedase un trecho.
Era correr ahora, o nunca.
3 minutos
El suelo había empezado a moverse, lava empezaba a ir cubriendo el suelo. Pero la batalla continuaba, ángeles y demonios ciegos y consumidos por el odio seguían luchando, con fuerza, con fiereza… dispuestos a ganar. Sin esperarse lo que dentro de minutos sucedería, sin ni siquiera ver como el inframundo empezaba a destruirse. Las almas, al ver que no llegaba la señal de Baal, comenzaron a huir del inframundo, sin que nadie lo notase, directas al cielo.
1:30 minutos
Roman iba en cabeza, el cual acababa de pisar el primer peldaño, detrás lo seguía Adnan, Alix, y Kavita que tiraba con una fuerza casi sobrehumana de Abeeku, parecía que iba a arrancarle la muñeca, pero parecía francamente preocupada con salvarle el pellejo al chico de las rastas.
En último lugar estaba Gabriel con Ingrid.
1 minuto
Ya podían ver la luz, podían distinguir la figura de los caros muebles de Akira… ahí estaba… la libertad… Sólo un poco más. Ya casi.
Roman acababa de pisar el suelo de la habitación y corrió hasta dejarse caer en uno de los sofás de Akira, aún con el miedo palpitando en su corazón.
Las escaleras habían empezado a derrumbarse, cayendo en pedazos hacía abajo, hacia un enorme mar de lava que se había tragado tanto a ángeles como demonios, mientras que los pedacitos de escalera levantaban grandes nubes de polvo, dificultando avanzar.
Adnan acababa de llegar e imitó a su compañero, el chico estaba totalmente pálido y sudaba a mares. Alix se dejó caer en la alfombra, jadeante. Kavita acababa de poner los pies en el caro enlosado de la habitación de Akira.
0 minutos
Kavita le dio un fuerte tirón a Abeeku, el cual terminó cayendo sobre ella, en la habitación de Akira.
-         Gracias…-susurró él.
Kavita apartó la mirada, avergonzada.
Gabriel podía sentir las grietas bajo sus pies, era demasiado tarde.
-         Gabriel no…
Pero él no la escuchó, y la lanzó, haciéndola caer en la alfombra de la habitación de Akira. A salvo.
Ingrid se incorporó en seguida. Las escaleras se habían desmoronado, habían caído. Y pudo ver con horror como la figura del demonio que era Gabriel, volvía a transformarse en humana, observando de nuevo al chico vestido de negro, y pálido del cual ella estaba enamorada, mientras caía hacía la muerte.
-         ¡¡Gabriel!! –chilló ella, dispuesta a saltar junto a él, pero Abeeku, Kavita y Alix la agarraron a duras penas. Impidiéndole que se reuniera con Gabriel.
Ingrid se revolvía como una autentica demente.
-         ¡Soltadme! ¡Dejadme…!
El cuerpo de Gabriel había sido engullido por el polvo que todavía flotaba, suspendido sobre la lava.
Lágrimas corrían por las mejillas de Ingrid, y un pesado y tenso silencio se esparció en la habitación. Habían perdido a Gabriel…
Cuando, del polvo, emergió una figura gris, una figura que llevaba entre sus brazos a Gabriel. Un Gabriel vivo, que le sonreía a aquella extraña mujer, a la que todos le vieron el parecido. Ambos de cabello castaño claro, piel pálida y grandes ojos azules…
La figura llevó a Gabriel hasta las puertas de la habitación de Akira, y lo soltó en suelo firme. Sano y salvo.
Ingrid saltó a los brazos de Gabriel, y ambos se abrazaron, para segundos después fundir sus labios en un desesperado y largo beso, mientras Gabriel rodeaba su cintura, mientras ella acariciaba su cara, mientras los labios de él acariciaban los suyos, como si aquella fuera la última vez en la que podrían besarse.
Todos alejaron la mirada de la pareja de enamorados y se centraron en el fantasma de la madre de Gabriel que sonreía enigmáticamente.
Un enorme portazo les hizo a todos volverse, incluso Ingrid y Gabriel dejaron de besarse, y abrazados, se volvieron hacía la puerta que había sido cerrada.
-         ¿Akira?
El fantasma de Akira se colocó junto a Gabriela, y sonrió. Aquella era la primera sonrisa sincera que todos pudieron admirar de él.
-         Akira… ¿Qué ha pasado…? ¿Qué pasará con nosotros? –quiso saber en ese momento Kavita.
-         La guerra ha acabado. –dijo, y todos vieron como atrapaba la mano de la madre de Gabriel, en un gesto tierno muy poco típico de él. –Y ustedes ahora sois libres…
Kavita sonrió ampliamente, al tiempo que Abeeku la abrazaba y la besaba, para sorpresa y desconcierto de todos. No siendo el beso lo que más les sorprendió, aunque ello ya se salía de lo común, sino que Kavita sonriera y no le reventara la nariz de un puñetazo.
-         ¿Y ustedes? –quiso saber Gabriel, con Ingrid entre sus brazos.- ¿Qué haréis ustedes?
-         ¿Nosotros? Vamos al cielo, por fin al cielo…-dijo su madre, con suavidad.
-         A descansar… -siguió Akira.
Y las dos almas de los padres del joven demonio elevaron el vuelo y desaparecieron de allí. Dejando solos a los recién liberados muchachos. Al fin, todos eran libres.

jueves, 29 de diciembre de 2011

Capítulo 31. Mentalidad de demonio.

Se mantuvo firme, segura de sí misma, no tembló, el tiempo parecía languidecer y hacerse eterno, pero ella tomó aire y siguió allí, sin perder la compostura. Necesitaba verlo ya… y lanzarse a sus brazos… y…
El tiempo se detuvo, su cuerpo tembló, víctima de un escalofrío, sus pensamientos se bloquearon al verle aparecer. No era posible. Él no… él no era él. Pero si… guardaban parecido… pero…
-         ¿Qué haces tú aquí? –le espetó abruptamente con una voz mucho más profunda, más grave.
Sus labios temblaron, parpadeó varias veces, mientras que sus ganas de correr a abrazarlo habían sido sustituidas por la conmoción.
Un demonio de dos metros se hallaba en frente suya, sus ojos eran completamente amarillos, su piel era rojiza, su masa corporal había aumentando notablemente, pantalones negros que dejaban ver sus tonificadas y fuertes piernas, unas botas enormes ocultaban sus pies, y su torso estaba cubierto por una camisa negra de tirantes, su pelo del mismo castaño claro, le caía sobre los hombros y sobre la espalda, el triple de largo y totalmente liso. Tan solo, en su rostro quedaban difusos retazos de aquel Gabriel humano del que ella estaba enamorada.
-         ¿Ga…briel? –Tartamudeó ella.
Él arqueó las dejas y se volvió hacia los demás demonios que estaban en aquella habitación.
-         Déjenos solos, no quiero ver a nadie merodeando por aquí ¿Entendido?
-         Sí, señor.-obedecieron raudos.
Ingrid volvió a centrar su mirada en Gabriel, quería bucear en los ojos azules de Gabriel, no chocar contra la barrera de odio que escondían los ojos amarillos de aquel demonio.
-         ¿Qué te ha pasado…? ¿Por qué eres un demonio? –empezó a balbucear ella.
-         Yo pregunté primero.-terció él, con frialdad.
Ella dejó escapar un suspiro, mirando con una honda tristeza al nuevo Gabriel.
-         He venido a buscarte.
-         ¿Y para qué? –replicó este, con una burlona crueldad destilando de la media sonrisa que acababa de aparecer en su rostro.
La había derrumbado, ahí mismo. Consumiendo todas sus esperanzas con aquella cruel indiferencia. Aquella pregunta la hizo callar, pero no solo para reflexionar, sino para tratar de tragarse las lágrimas que nublaban sus ojos, para reafirmar su tono de voz y hacerlo más sólido.
-         Porque te quiero. –dijo con firmeza, con la cabeza gacha, mirando sus zapatos. –Porque no quiero vivir sin ti, porque no quiero nada que no te incluya a ti.
Un silencio extraño cayó sobre ellos. Alzó la cabeza, para ver a Gabriel con los ojos entrecerrados.
-         Niña ingenua e insensata.-dijo Gabriel.- Han cambiado muchas cosas.
-         Sí, eres un demonio.
-         Soy el hijo de un demonio. –testificó él, con orgullo.
Ella quedó paralizada, sin saber como procesar eso.
-         Mi jefe, él es mi padre. El segundo demonio más poderoso que queda sobre la faz de la Tierra. –sonrió como un demente.- Yo nunca he estado enfermo, tan solo he estado toda mi vida reprimiendo ser esto. –dijo, señalándose a sí mismo.- Reprimiendo mi parte demonio que estaba encerrada en aquella mente humana… que ahora está muerta. Y me siento tan bien.
-         Siempre has sido un demonio…-dijo ella.
Una sonrisa cargada de desprecio apareció en su rostro.
-         Has perdido el tiempo viendo aquí. Y menos si pensabas que yo me alegraría de verte. Y mucho menos si pensabas que iba a dejar todo esto por ti, una semi-ángel.
Sus palabras ardían en su interior, clavándose como dagas en  su ahora sangrante alma, esperanzas se desprendían de su corazón con cada palabra que él pronunciaba.
-         Tú no sabes lo que está a punto de pasar, ¿Cierto? Vais a ser aniquilados, tanto ángeles como humanos, y tan solo dejaremos a unos pocos vivos, una nimiedad de esclavos. La era de los demonios ha llegado.
Ella lo miraba, sin reconocerlo.
-         Gabriel… tú no…
-         Te lo he dicho, han cambiado muchas cosas. Acabo de descubrir cual es mi función en mi vida y es esta.
-         ¿Esta cual? –inquirió ella.- ¿Te espera la gloria? Una eternidad vacía, solo, completamente solo. Con demonios cansados y aburridos tras su victoria, viendo día tras día como te hundes de nuevo, como la euforia de una victoria sin sentido acaba contigo. Viendo día tras día a demonios enfrentarse entre ellos, hartos y sin tener nada que hacer. Nada por lo que luchar. Nada a lo que perseguir. El reinado sobre un mundo muerto, donde nadie te querrá, donde serás despreciado. ¿Y crees que te divertirás? ¿Cómo? ¿Vas a torturar ángeles? ¿Humanos? Sí, adelante, véngate de esta sociedad que no te comprendió, que no supo ver lo mal y perdido que estabas. Pero algún día te aburrirás de este mundo, te aburrirás de oír gritos y súplicas por la misericordia. ¿Serás importante? ¿Entre quién? Entre un puñado de demonios viejos, que gobiernan un mundo destruido, y un puñado de humanos mugrientos que apenas puedan moverse…. Y  desearás morir, cuando vuelvas a odiarte…
Se había quedado sin aliento, mientras que Gabriel había enmudecido.
-         No sé que clase de lavado de cerebro te han hecho… ¿No estabas cansado de matar? ¿De ver tus manos manchadas de sangre inocente? ¿De ser un monstruo? ¿De ser juzgado como tal?
Lágrimas habían comenzado a caer por las mejillas de Ingrid.
-         Tú y yo estábamos perdidos, Gabriel. Nos apoyábamos el uno en el otro. Yo no quería nada más que estar contigo. Porque se sentía tan bien… porque me sentía libre, me sentía viva. No sé lo que te pasa, y porque de repente quieres hundirte de nuevo… ¿Tú no te das cuenta de que todo puede cambiar si lo deseas? Nunca pierdas tus fuerzas y te dejes llevar por la corriente, porque entonces dejarás de ser tu mismo, a ser lo que ellos quieren que seas. Una simple marioneta manejada al son de los demás.
Él seguía callado.
-         Todos los que han estado siempre a tu alrededor han querido utilizarte, te han dañado. Y no sabes darte cuenta de que yo soy diferente. –musitó, cargada de tristeza. –Porque yo realmente te quiero, Gabriel.
Lo miró fijamente.
-¿Me oyes, maldito estúpido descerebrado?
Él la taladró con la mirada.
-         Soy un demonio. –Se aproximó a ella.- Y los demonios no aman. Nacen para destruir.
Ella lo miró descorazonada, acababa de destrozarla de un golpe. Había renunciado a todo para llegar junto a él… para ahora acabar tocada y hundida. Todas sus esperanzas rotas.
Se había puesto frente a frente y se inclinó hacia ella. Quedando sus ojos amarillos a la misma altura de los suyos.
-         ¿No tienes miedo? ¿No tienes miedo a ser destruida?
-         No.-negó ella.- Ya estoy destruida, alma incomprendida. Tú mismo lo haces con tus mismas palabras. –Y en ese momento colocó su mano en su mejilla, ardiente como el infierno.-Sí, eso es lo que eres, un alma incomprendida que en realidad reprime lo que quiere, dice lo que no quiere decir y que verdaderamente no sabe para que hay que luchar. Tú no quieres esta vida, Gabriel.
-         Tú no sabes nada de mí.-masculló él, apartando la cara.
-         Olvidas que puedo ver a través de ti.
Gabriel respiraba entrecortadamente, estaba fuera de sí y la miraba henchido de odio.
-         Has agotado mi paciencia. No quiero escuchar ni una sola palabra tuya más.
-         ¿Y entonces que quieres?
Iracundo, agarró violentamente su muñeca.
-         ¡Quiero que te vayas! ¡Que te mueras! ¡Lo que sea necesario como para que estés fuera de mi vista para siempre! –iba gritando mientras la arrastraba con una fuerza sobrenatural hacia la salida de la sala.
La empujó hacia una panda de corpulentos demonios, que la agarraron de inmediato.
-         Llévensela de nuevo  al mundo de los vivos.
Ella no se debatió, tan solo miró a Gabriel, fijamente, sin decir ni una palabra.
-         Y que sepas, que con esto estoy siendo muy benevolente contigo. Mi padre no habría tenido mi misma piedad. –Y dicho esto cerró las puertas de la sala, quedando fuera de la mirada desolada y rota de Ingrid.
A la cual acababa de destrozar en todos los sentidos en los que se puede herir a una persona.


No sentía nada, absolutamente nada. Vacía, fuera de todo. Todos sus esquemas habían sido incinerados, consumida como la cera de una vela encendida. De nuevo estaba en el mundo de los vivos, en aquel cuarto, donde encontró a Kavita sentada como los indios en el suelo, al igual que al chico negro. Ambos sonrieron cuando vieron su figura salir de allí. Sonrisas que se congelaron cuando vieron que la joven muchacha tenía el rostro empapado en lágrimas.
Abeeku miró preocupado a Ingrid, y Kavita abrió los brazos, justo para resguardar a la joven en un cálido abrazo.
Mientras que ambas se encontraban fundidas en aquel abrazo, e Ingrid ahogaba sus lágrimas, tratando de tragarse su dolor, Abeeku cerró la puerta del inframundo.
-         ¿Qué ha pasado? –le susurraba Kavita a Ingrid.
Ella no contestó, no contestó a ninguna de aquellas preguntas que le formularon, no volvió a hablar. Tampoco volvió a casa, se limitó a encerrarse en la habitación de Gabriel, pasando los días echa un ovillo sobre aquella cama revuelta y que olía a él.
En aquella habitación, donde quedaron los recuerdos de la mejor noche de su vida, viendo su ropa tirada en la esquina, los cuencos de cerezas sobre el escritorio, y la pared, repleta de extrañas anotaciones pintadas con rotulador negro. Variadas fechas que tendrían algún significado para él… y que ella no llegaba a entender.
Kavita trataba de hacerla hablar, le llevaba comida a la habitación, pero Ingrid parecía haberse abandonado a sí misma… parecía estar esperando lentamente su muerte, y eso preocupó a la joven hindú, la cual despotricaba de los hombres cada vez que visitaba a la destrozada muchacha.
Lo que nadie sabía era que cada día que pasaba, el fin de todas sus vidas estaba cada vez más cerca.


martes, 20 de diciembre de 2011

Capítulo 30. Sin miedo.

Primeramente, siento haber estado tan desaparecida durante todo este tiempo. He tenido ciertos problemas personales. Pero bueno, siento esta larga espera, y he de decir, que pienso subir el resto de la historia ya en estas fiestas, ya que como estaréis viendo, HDLR, está llegando a su fin. De nuevo, muchas disculpas, y espero que os guste el siguiente capítulo. Un beso^^




Tenía su cura, la liberación de Gabriel, se había aprendido aquella página de memoria… aquella página que decía como librar a un caído de su jefe demonio,  y al fin podría poner en práctica lo que aquel libro le había enseñado. Por fin podría ser libre, con Gabriel. Ella conocía millones de lugares donde a ella el alojamiento se lo dejarían gratis, es más, incluso una mujer estaba dispuesta a darle el pequeño pisito en el cual había vivido su madre, ya fallecida a la que ella cuidó el año anterior.
-         ¿Estás segura? –dijo entonces una voz.
Ella dio media vuelta, sorprendida. No podía ser Trevor… era una voz femenina…
Era un ángel. Su ángel, aquel que la marcó cuando tan solo era una niña. Sorprendida, tartamudeó, sin llegar a creer que de verdad estuviese frente a su jefa:
-         ¿De que hablas?
-         ¿Vas a por él, verdad? A por el chico demonio.
Ella enmudeció, sin saber que decir, hasta que al final acabó asintiendo con la cabeza.
-         No sabes el error que estás cometiendo, Ingrid. Él no es bueno para ti.
-         Tú no sabes nada de él. Él es distinto. Quiere cambiar. No quiere ser así.
-         Te equivocas, Ingrid. Un demonio siempre será un demonio… No vayas.
Ella no la escuchó, dio la vuelta, y sin echar cuenta a las palabras del ángel siguió su camino, dejándolo atrás, tras torcer la esquina.
Se hallaba ante las puertas de la mansión entró por el patio sin vacilaciones, no tenía ni un ápice de miedo. Llamó a la puerta. Y esperó.
Para su sorpresa alguien la abrió, pasado un rato. Un joven de piel negra, rastas enorme recogidas en una coleta, que tenía la boca llena de… ¿Gofres?
-         Hola… -dijo ella, no muy convencida.
-         Hola.-respondió el otro, hablando sin preocuparse de los trocitos de comida que se escapaban de sus labios.
Tragó en ese momento, y volviéndose hacia dentro, gritó:
-         ¡Roman! ¿Tú has vuelto a invitar a una chica? ¡La de ayer era más guapa!
Ingrid alzó la vista y pudo ver como un chico de pelo rubio muy corto la miraba.
-         Yo no he invitado a ninguna esta vez… Y no creo que Adnan haya tenido éxito con una chica como esta… y bueno, ya de Chin ni hablemos…
-         No…-negó ella. –Yo vengo a buscar a Gabriel…
-         ¡Ea! ¿Tú no serás la novia de Gabriel no? –repuso Abeeku. - ¿Pero el no cortó contigo?
-         ¿Cómo? –Ingrid entrecerró los ojos. ¿Qué demonios había contado Gabriel sobre ella y su relación? Estaba empezando a mosquearse ella sola, cuando apareció otra persona, que apartó de un empujón a Abeeku.
-         No le hagas caso a este muerto de hambre.-Dijo ella, dedicándole una sonrisa.- ¿Eres Ingrid verdad? Yo soy Kavita.
Ella asintió, perpleja.
La chica arqueó las cejas.
-         ¿Y que has visto en el psicópata gay de Gabriel?
-         Él no es…
-         ¡Lo sé! –cortó Kavita, divertida. –Era una broma, mujer.
Ella sonrió, nerviosa. Y la mirada preocupada de Kavita no la tranquilizó lo más mínimo.
-         ¿Y Gabriel?
Vio como Abeeku apretaba los labios, incómodo. Y como Roman pasaba del tema y desaparecía en una de las habitaciones cercanas.
-         Ese es el problema.- musitó Kavita.- Que no sabemos donde está.
Ingrid resopló, decepcionada y a la vez ciertamente preocupada. ¿Pasaba algo?
-         Si te sirve de ayuda.-Añadió el chico de raza negra.- La última vez que lo vimos entró chillando histérico algo como: Tú no eres mi padre, siendo cargado en hombros por nuestro jefe, que estaba transformado en demonio. Ambos se encerraron en la habitación del jefe y no han vuelto a salir. Hemos llamado a la puerta… pero nadie contesta…
Ahora si que estaba preocupada, muy preocupada. ¿Volvió su jefe? ¿No era su padre de que? A lo mejor él se negó a obedecer una orden y…
No entendía nada. Y tan solo quería ver a Gabriel, necesitaba verlo. Ya.
Por la cara que puso, Abeeku dijo:
-         Ya sé que suena estúpido… y que creerás que estoy loco…
-         Suena peligroso.- terció Ingrid, asustada.
Sintió la mano de Kavita en su hombro.
-         Yo creo que sé donde puede estar. Abeeku, llama a Adnan. Dile que se traiga la dinamita justa como para hacer volar en pedazos una puerta.
Ingrid tragó saliva, estaban pirados, tal y como le habían contado, ¿Qué podría esperarse de ellos?
Con un gesto Kavita le pidió que la siguiera.
-         ¿Sabes, Ingrid? Tengo la sensación de que Gabriel no te dejó ¿Verdad?
-         No…
-         Te lo digo porque fui yo la que le pedí que lo hiciera. Porque él tenía miedo de hacerte daño, ya ha hecho daño a muchas personas y matado a otras. Le dije que si de verdad te quería te dejaría en paz, por tu seguridad. Pero hoy me he dado cuenta de lo equivocada que estaba…
-         ¿Por…?
-         Porque te miro y… madre mía, nunca me había sentido tan en paz conmigo misma, es tu simple presencia. Todos los de esta casa estamos rotos, de una manera u otra estamos perdidos, nos odiamos a nosotros mismos… y Gabriel no era menos. Si tu me haces estar tranquila con solo mirarme, con solo estar cerca de mi… imagina como era tu repercusión en Gabriel, que pasaba los días enteros contigo. Tú lo arreglabas de una manera u otra. Además… me parece precioso lo vuestro… os brillan los ojos cuando producíais el nombre del otro ¿Lo sabéis?
Ingrid asintió con la cabeza, confusa y a la vez un tanto conmovida.
-Gabriel encontró lo que todos buscamos. Alguien que de verdad nos acepte y nos haga sentir bien, olvidando nuestro pasado. Y he pensado que no vale la pena romper algo así.
Y justo en ese momento se oyó un enorme ¡Boom! Unos chillidos eufóricos
 y unos aplausos. Y allí estaban dos chicos junto a una puerta destrozada.
- ¡Aquí no hay nadie! –informó Abeeku. –Está vacío.
Kavita se acercó rápidamente al enorme agujero que ahora presentaba la puerta, y un poco extrañada frunció el ceño, era verdad, la sala estaba intacta y vacía…. Totalmente desierta.
Ingrid ya había llegado al lado de la chica hindú y observó su interior, sentía la preocupación palpitando en su cabeza, no podía creerlo. ¿Dónde estaba Gabriel? ¿Y si su jefe había descubierto que tenía tratos con ángeles y…? No quería pensar en esas cosas.
En ese momento Kavita atrapó su mano y tiró de ella hacia el interior de la estancia.
-         ¿Pero no lo ves? No hay nadie. No creo que estés escondidos debajo del sofá.
Kavita hizo un ruido extraño con la boca para hacerla callar y dijo:
-         Si no están aquí…-Estaba de espaldas, en frente de la chimenea situada al fondo de la habitación, y había quitado de su sitio una estatuilla con forma de gárgola.
He Ingrid era incapaz de creer lo que pasó en esos momentos, la chimenea se partió por la mitad, dejando un portal que conducía a unas oscuras escaleras. Un pasadizo secreto como el de las películas. Kavita se había vuelto hacia ella, con una nueva seriedad, retrocediendo unos pasos hasta llegar a su lado y decir:
-         Como chica medio ángel supongo que no sabrás mucho de demonios… y tal. Yo tampoco, seré sincera. Pero estás son las puertas del inframundo, más conocido como infierno. Aquí están todas las almas malditas de los difuntos, aquellas que deben de pagar sus malos actos en vida agonizando allí abajo… aunque también es el hogar de los demonios. Así que si Akira se ha llevado a Gabriel a algún lugar debe ser este.
Ingrid tomó aire. ¿Aquello era el mismísimo infierno?
-         ¿Vas a entrar?-preguntó Kavita.
Tragó saliva indiscretamente.
-         Mi vida quedaría incompleta sin él. –Dijo.- No quiero volver a estar muerta en vida. Iré.
-         Oh, ¿Pero que te dio ese psicópata? –soltó Kavita emocionada y conmovida, luego la miró, mientras añadía.- Bajaría contigo, si no tuviera tanto miedo. Ehm… suerte…
Ingrid se volvió hacia ella, y antes de que su acompañante pudiese detenerla, Ingrid la abrazó, brevemente.
-         Muchas gracias. –murmuró, mientras era tragada por la oscuridad, rumbo hacia una ciega búsqueda de Gabriel por el infierno.


Era un lugar siniestro, espelúznate, muerto. Carente de esperanza. Desolación, decadencia, dolor, amargura y una eternidad insufrible, todo ello se podía respirar allí, era… demasiado horripilante, y sus pelos estaban de punta. Nada más llegar algo parecido a la Parca quiso echarla, expulsarla al mundo de los vivos antes de que tuviera que retenerla allí, mientras que ella no dejaba de insistir en que necesitaba ver a Gabriel, sin miedo, no tenía miedo de nada. Porque ya nadie iba a alejarla del camino que ella había tomado. Afortunadamente otro demonio llegó y le dijo al tipo parecido a la parca que hiciese lo que yo pedía, que la llevara hasta “el chico de Akira”, él sabría que hacer conmigo.
A continuación la habían invitado a montar en aquella barca que apestaba a muerte, que sería llevaba hasta Gabriel. Desde ahí podía observar a las almas flotando perdidas y suplicando clemencia de aquí para allá, cuerpo extraños se revolvían como gusanos entre aquellas aguas y a veces alzaban sus manos, intentando alcanzar la embarcación, cosa que la Parca no permitía, echando heladas miradas de advertencia, sin dejar de remar con gesto carente de cualquier tipo de sentimiento, tanto positivo como negativo.
Además de eso, veía enormes edificaciones, algunas ruinosas, abandonadas, otras llenas de ornamentos macabros, en las que se veía actividad, demonios saliendo y entrando de aquellas edificaciones, una vez dejaron atrás la parte de los muertos desamparados.
La barca acabó por detenerse, la parco señaló una edificación, mientras le indicaba que saliera de la barca y ella sin temblar obedeció, observando cautelosamente aquel edificio cargado de columnas al estilo romano, de un mármol oscuro y lleno de betas rojas, gárgolas por los rincones, y una enorme puerta con afiladas rejas negras.
-         Sígueme.-dijo la voz profunda y difunta de aquella criatura.
Otros demonios de aspecto más pequeño le abrieron la puerta a La Parca, con Ingrid pegada a su espalda. Avanzaron por un largo corredor hasta llegar a una especie de salón lleno de alfombras rojas, candelabros con llamas de color azul, cuadros de otros demonios, sofás antiguados, plantas espinosas y de ramas retorcidas crecían sin restricciones pegándose a las paredes.  
-         Vengo a dejar mercancía.-dijo en ese momento su acompañante, empujando a Ingrid para que otro demonio la viera. –Expresamente para el chico de Akira.
El demonio asintió.
-         Espera aquí.-le ordenó a Ingrid mientras desaparecía escaleras arriba.
-         Mi trabajo ha terminado.-anunció en ese momento La Parca, mientras daba una lenta media vuelta y se iba por donde había venido.
Oyó el ruido de la verja al cerrarse tras él, estaba encerrada en aquella mansión de pesadilla… esperando que de un modo u otro apareciese Gabriel.