jueves, 29 de diciembre de 2011

Capítulo 31. Mentalidad de demonio.

Se mantuvo firme, segura de sí misma, no tembló, el tiempo parecía languidecer y hacerse eterno, pero ella tomó aire y siguió allí, sin perder la compostura. Necesitaba verlo ya… y lanzarse a sus brazos… y…
El tiempo se detuvo, su cuerpo tembló, víctima de un escalofrío, sus pensamientos se bloquearon al verle aparecer. No era posible. Él no… él no era él. Pero si… guardaban parecido… pero…
-         ¿Qué haces tú aquí? –le espetó abruptamente con una voz mucho más profunda, más grave.
Sus labios temblaron, parpadeó varias veces, mientras que sus ganas de correr a abrazarlo habían sido sustituidas por la conmoción.
Un demonio de dos metros se hallaba en frente suya, sus ojos eran completamente amarillos, su piel era rojiza, su masa corporal había aumentando notablemente, pantalones negros que dejaban ver sus tonificadas y fuertes piernas, unas botas enormes ocultaban sus pies, y su torso estaba cubierto por una camisa negra de tirantes, su pelo del mismo castaño claro, le caía sobre los hombros y sobre la espalda, el triple de largo y totalmente liso. Tan solo, en su rostro quedaban difusos retazos de aquel Gabriel humano del que ella estaba enamorada.
-         ¿Ga…briel? –Tartamudeó ella.
Él arqueó las dejas y se volvió hacia los demás demonios que estaban en aquella habitación.
-         Déjenos solos, no quiero ver a nadie merodeando por aquí ¿Entendido?
-         Sí, señor.-obedecieron raudos.
Ingrid volvió a centrar su mirada en Gabriel, quería bucear en los ojos azules de Gabriel, no chocar contra la barrera de odio que escondían los ojos amarillos de aquel demonio.
-         ¿Qué te ha pasado…? ¿Por qué eres un demonio? –empezó a balbucear ella.
-         Yo pregunté primero.-terció él, con frialdad.
Ella dejó escapar un suspiro, mirando con una honda tristeza al nuevo Gabriel.
-         He venido a buscarte.
-         ¿Y para qué? –replicó este, con una burlona crueldad destilando de la media sonrisa que acababa de aparecer en su rostro.
La había derrumbado, ahí mismo. Consumiendo todas sus esperanzas con aquella cruel indiferencia. Aquella pregunta la hizo callar, pero no solo para reflexionar, sino para tratar de tragarse las lágrimas que nublaban sus ojos, para reafirmar su tono de voz y hacerlo más sólido.
-         Porque te quiero. –dijo con firmeza, con la cabeza gacha, mirando sus zapatos. –Porque no quiero vivir sin ti, porque no quiero nada que no te incluya a ti.
Un silencio extraño cayó sobre ellos. Alzó la cabeza, para ver a Gabriel con los ojos entrecerrados.
-         Niña ingenua e insensata.-dijo Gabriel.- Han cambiado muchas cosas.
-         Sí, eres un demonio.
-         Soy el hijo de un demonio. –testificó él, con orgullo.
Ella quedó paralizada, sin saber como procesar eso.
-         Mi jefe, él es mi padre. El segundo demonio más poderoso que queda sobre la faz de la Tierra. –sonrió como un demente.- Yo nunca he estado enfermo, tan solo he estado toda mi vida reprimiendo ser esto. –dijo, señalándose a sí mismo.- Reprimiendo mi parte demonio que estaba encerrada en aquella mente humana… que ahora está muerta. Y me siento tan bien.
-         Siempre has sido un demonio…-dijo ella.
Una sonrisa cargada de desprecio apareció en su rostro.
-         Has perdido el tiempo viendo aquí. Y menos si pensabas que yo me alegraría de verte. Y mucho menos si pensabas que iba a dejar todo esto por ti, una semi-ángel.
Sus palabras ardían en su interior, clavándose como dagas en  su ahora sangrante alma, esperanzas se desprendían de su corazón con cada palabra que él pronunciaba.
-         Tú no sabes lo que está a punto de pasar, ¿Cierto? Vais a ser aniquilados, tanto ángeles como humanos, y tan solo dejaremos a unos pocos vivos, una nimiedad de esclavos. La era de los demonios ha llegado.
Ella lo miraba, sin reconocerlo.
-         Gabriel… tú no…
-         Te lo he dicho, han cambiado muchas cosas. Acabo de descubrir cual es mi función en mi vida y es esta.
-         ¿Esta cual? –inquirió ella.- ¿Te espera la gloria? Una eternidad vacía, solo, completamente solo. Con demonios cansados y aburridos tras su victoria, viendo día tras día como te hundes de nuevo, como la euforia de una victoria sin sentido acaba contigo. Viendo día tras día a demonios enfrentarse entre ellos, hartos y sin tener nada que hacer. Nada por lo que luchar. Nada a lo que perseguir. El reinado sobre un mundo muerto, donde nadie te querrá, donde serás despreciado. ¿Y crees que te divertirás? ¿Cómo? ¿Vas a torturar ángeles? ¿Humanos? Sí, adelante, véngate de esta sociedad que no te comprendió, que no supo ver lo mal y perdido que estabas. Pero algún día te aburrirás de este mundo, te aburrirás de oír gritos y súplicas por la misericordia. ¿Serás importante? ¿Entre quién? Entre un puñado de demonios viejos, que gobiernan un mundo destruido, y un puñado de humanos mugrientos que apenas puedan moverse…. Y  desearás morir, cuando vuelvas a odiarte…
Se había quedado sin aliento, mientras que Gabriel había enmudecido.
-         No sé que clase de lavado de cerebro te han hecho… ¿No estabas cansado de matar? ¿De ver tus manos manchadas de sangre inocente? ¿De ser un monstruo? ¿De ser juzgado como tal?
Lágrimas habían comenzado a caer por las mejillas de Ingrid.
-         Tú y yo estábamos perdidos, Gabriel. Nos apoyábamos el uno en el otro. Yo no quería nada más que estar contigo. Porque se sentía tan bien… porque me sentía libre, me sentía viva. No sé lo que te pasa, y porque de repente quieres hundirte de nuevo… ¿Tú no te das cuenta de que todo puede cambiar si lo deseas? Nunca pierdas tus fuerzas y te dejes llevar por la corriente, porque entonces dejarás de ser tu mismo, a ser lo que ellos quieren que seas. Una simple marioneta manejada al son de los demás.
Él seguía callado.
-         Todos los que han estado siempre a tu alrededor han querido utilizarte, te han dañado. Y no sabes darte cuenta de que yo soy diferente. –musitó, cargada de tristeza. –Porque yo realmente te quiero, Gabriel.
Lo miró fijamente.
-¿Me oyes, maldito estúpido descerebrado?
Él la taladró con la mirada.
-         Soy un demonio. –Se aproximó a ella.- Y los demonios no aman. Nacen para destruir.
Ella lo miró descorazonada, acababa de destrozarla de un golpe. Había renunciado a todo para llegar junto a él… para ahora acabar tocada y hundida. Todas sus esperanzas rotas.
Se había puesto frente a frente y se inclinó hacia ella. Quedando sus ojos amarillos a la misma altura de los suyos.
-         ¿No tienes miedo? ¿No tienes miedo a ser destruida?
-         No.-negó ella.- Ya estoy destruida, alma incomprendida. Tú mismo lo haces con tus mismas palabras. –Y en ese momento colocó su mano en su mejilla, ardiente como el infierno.-Sí, eso es lo que eres, un alma incomprendida que en realidad reprime lo que quiere, dice lo que no quiere decir y que verdaderamente no sabe para que hay que luchar. Tú no quieres esta vida, Gabriel.
-         Tú no sabes nada de mí.-masculló él, apartando la cara.
-         Olvidas que puedo ver a través de ti.
Gabriel respiraba entrecortadamente, estaba fuera de sí y la miraba henchido de odio.
-         Has agotado mi paciencia. No quiero escuchar ni una sola palabra tuya más.
-         ¿Y entonces que quieres?
Iracundo, agarró violentamente su muñeca.
-         ¡Quiero que te vayas! ¡Que te mueras! ¡Lo que sea necesario como para que estés fuera de mi vista para siempre! –iba gritando mientras la arrastraba con una fuerza sobrenatural hacia la salida de la sala.
La empujó hacia una panda de corpulentos demonios, que la agarraron de inmediato.
-         Llévensela de nuevo  al mundo de los vivos.
Ella no se debatió, tan solo miró a Gabriel, fijamente, sin decir ni una palabra.
-         Y que sepas, que con esto estoy siendo muy benevolente contigo. Mi padre no habría tenido mi misma piedad. –Y dicho esto cerró las puertas de la sala, quedando fuera de la mirada desolada y rota de Ingrid.
A la cual acababa de destrozar en todos los sentidos en los que se puede herir a una persona.


No sentía nada, absolutamente nada. Vacía, fuera de todo. Todos sus esquemas habían sido incinerados, consumida como la cera de una vela encendida. De nuevo estaba en el mundo de los vivos, en aquel cuarto, donde encontró a Kavita sentada como los indios en el suelo, al igual que al chico negro. Ambos sonrieron cuando vieron su figura salir de allí. Sonrisas que se congelaron cuando vieron que la joven muchacha tenía el rostro empapado en lágrimas.
Abeeku miró preocupado a Ingrid, y Kavita abrió los brazos, justo para resguardar a la joven en un cálido abrazo.
Mientras que ambas se encontraban fundidas en aquel abrazo, e Ingrid ahogaba sus lágrimas, tratando de tragarse su dolor, Abeeku cerró la puerta del inframundo.
-         ¿Qué ha pasado? –le susurraba Kavita a Ingrid.
Ella no contestó, no contestó a ninguna de aquellas preguntas que le formularon, no volvió a hablar. Tampoco volvió a casa, se limitó a encerrarse en la habitación de Gabriel, pasando los días echa un ovillo sobre aquella cama revuelta y que olía a él.
En aquella habitación, donde quedaron los recuerdos de la mejor noche de su vida, viendo su ropa tirada en la esquina, los cuencos de cerezas sobre el escritorio, y la pared, repleta de extrañas anotaciones pintadas con rotulador negro. Variadas fechas que tendrían algún significado para él… y que ella no llegaba a entender.
Kavita trataba de hacerla hablar, le llevaba comida a la habitación, pero Ingrid parecía haberse abandonado a sí misma… parecía estar esperando lentamente su muerte, y eso preocupó a la joven hindú, la cual despotricaba de los hombres cada vez que visitaba a la destrozada muchacha.
Lo que nadie sabía era que cada día que pasaba, el fin de todas sus vidas estaba cada vez más cerca.


6 comentarios:

  1. ¡Pero que Ingrid corra a avisar a los ángeles! -.-"
    No me puedo creer lo que Gabriel ha hecho. Para mí que tiene que haber una explicación más lógica como que quería salvarla o algo así.

    Kavita cada vez me cae mejor :)

    Y por una vez lo leo el mismo día de la publicación, ¡sí! *-*

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  2. ¡oh! Dios mío Gabriel ¿Qué te ha pasado?
    Sinceramente me has dejado atónita, como a Ingrid le pase algo por su culpa... mira! Me encanta él pero soy capaz de comenzar a tenerle manía.
    Me ha encantado como lo has descrito, he llegado a sentir la rabia acumulada que sentía Gabriel.
    Puff... muy bien capítulo! :)) Lo has escrito genial.

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  3. Joderrr con Gabrielito. No me esperaba que fuera a rendirse a los demonios... Qué cabritillo desorejao! Y pobre Ingrid, ella que va a salvarlo y él... Joder, encima los demonios van a destruir el mundo T.T. Espero que se arreglen un poco las cosas en el último capítulo, porque vaya tela. ¡Buen capi, aunque bastante triste y descorazonador! ¡Un beso!

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  4. Que decirte, si es que la historia ya lo tiene todo xD Me ha encantado, la nueva forma de Gabriel, su nuevo carácter, y a pesar de todo que ella siga amándole. =) Me encanta. Esperaré ansiosamente la siguiente parte.

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  5. NO! NO! ME NIEGO! no puedes dejarme así! no! joder no! Mi sexy Gabriel.......a sido malo malo malo, pero seguro que lo ha echo para protegerla. No se puede dejar de querer tanto a una persona y después olvidarse de ella. No es lógico, ni normal. Aunque pensándolo bien Gabriel tampoco es normal ò.Ó, yo no conozco a ningún chico asesino-demonio locamente enamorado de un ángel.
    Resumiendo, sigue por dios, sigue. Y avisame cuando subas vale?
    Besoss

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  6. ¡AAAH! ¡PERO QUÉ LE PASA A GABRIEL! Lo adoro joder T_T no quiero que se vuelva malo e_e' pero estoy segura de que lo ha hecho por algo...
    Ingrid debería ir a los ángeles !.!
    Me puse al día Esther ^^ Avisame please con el proximo :3
    Un beso y sigue así :)
    http://amormasalladelaunicidad.blogspot.com/

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