miércoles, 7 de septiembre de 2011

Capítulo 23. ¿Qué eres verdaderamente, Gabriel?

Gabriel iba ligeramente apoyado en Ingrid cuando salieron de la biblioteca, donde había una muchedumbre de gente, entre ellas estaban las amigas de Ingrid, que al verlos salir acudieron a su encuentro.
-         ¡Dios mío! –gritó una, con voz alterada.- ¿Habéis visto que era aquello que había en la biblioteca? ¡La bibliotecaria decía que era un oso!
-         Sí,-siguió la otra, a la que Gabriel reconoció como Kate.- Empezamos a oír gruñidos y a salir todos de la biblioteca en silencio, la bibliotecaria hizo una especie de simulacro…-y señaló a la encargada de la biblioteca hablando con una panda de policías más allá.
-         Nadie sabe verdaderamente lo que ha pasado… menos mal que estáis bien…-entrecerró los ojos, observando a Gabriel más atentamente, el cual oprimía con fuerza un pañuelo con manchas negras sobre su hombro.- Gabriel… ¿Estás bien?
Este asintió rápidamente con la cabeza.
-         Me he manchado…-mintió.
-         ¿Con qué?
-         No lo sé… - Genial, ahora encima de todo no se le ocurría nada convincente.
Ingrid miró a Gabriel preocupada, estaba dejándose caer cada vez más sobre ella, incapaz de quedarse de recto.
-         Bueno, nosotros nos vamos a casa. No hay que entregar el trabajo hasta dentro de una semana, hay tiempo.
-         Susan tiene los apuntes principales en su portátil, no los íbamos a dejar ahí.-explicó Helena.
-         Ah, pues entonces perfecto. Nos vemos mañana.
Y mientras que los demás seguían alborotados por los extraños jadeos y gruñidos que habían escuchado, sumando a aquella figura negra que todos decían ser un oso, se acercaban curiosos y la policía entraba en la biblioteca, dispuestos a investigar, Gabriel e Ingrid se largaron de allí, dejando también un tanto confundidas a las amigas de esta.

Gabriel seguía estando débil, aunque trataba de disimularlo. La hemorragia no se le había pasado, a pesar de estar oprimiendo con fuerza el pañuelo sobre su hombro, que se había teñido de negro.
No tardaron en llegar a la casa de Ingrid, ella lo ayudó a llegar al sofá, donde se tumbó durante unos minutos.
-         Creo que debería irme ya a casa.-comentó él.
Ingrid lo miró como si se hubiese vuelto loco, y negó con la cabeza.
-         No antes de que tu herida deje de sangrar.
Se fue al pasillo, donde en un armario estaba el botiquín. Lo abrió y comenzó a rebuscar entre aquel desorden de cajas, armarios, gorros y otras prendas.
-         Pero si ya estoy bien. En plena forma.-se oyó la voz de Gabriel que provenía desde el salón, ciertamente apagada.
Ella llegó con el botiquín bajo el brazo y una pequeña papelera de hojalata, los cuales dejó en el suelo, se arrodilló sobre la mullida alfombra al pie del sofá y le retiró el pañuelo viscoso y negro, el cual llevó a la papelera.
-         ¿Te escuece?
Gabriel asintió, lentamente, intentando mantenerse recto en el sofá.
Ella apretó los labios y dijo:
-         Quítate la camisa, subiré la calefacción si tienes frío.
Él la miró extrañado, durante unos segundos, hasta que finalmente obedeció.
-         ¿Dónde la dejo? Está toda manchada.
Ella se la quitó de las manos y la dejó en el suelo, apartada de la alfombra. La herida no paraba de expulsar líquido negro, y su piel estaba enrojecida en aquella parte.
-         Gabriel… tú sangre…
-         No es mi sangre.-negó él.- Es la baba del monstruo ese.
-         No lo creo.
-         No puede ser mi sangre, es negra.
Ella se quedó callada, intentando desinfectar la herida, mojando algodón en alcohol y presionando esto contra el hombro de Gabriel. La sangre no se detenía, negra, se deslizaba por todo su torso desnudo, ocultando trocitos de su tatuaje satánico.
-         Gabriel, ¿Qué era eso? –dejó caer ella en ese momento, refiriéndose al monstruo.
Él la miró, como movido por un resorte. El cansancio grabado en sus ojos ahora azules.
Eres de los nuestros. Sonó en su cabeza, la frase comenzó a repetirse. ¿Qué era él? ¿Por qué sus ojos se volvían rojos? ¿Por qué de repente sentía una enorme fuerza u otras veces se sentía abandonado por ella? ¿Cómo había acabado con aquello? ¿Se habría disuelto por propia voluntad? No, estaban acabados. Los habría matado sin dudar en ese mismo instante.  Pero… ¿Cómo? Akira lo sabía, sabía lo que él era. Por eso no quería que saliese de la mansión. Sería peligroso cruzarse con otro demonio que no fuera él. Era eso… ¿Otro demonio? Su cabeza daba vueltas, mareado. No quería pensar en nada. No quería ser nada. Todo aquello le venía demasiado grande. Tan solo quería huir de la realidad, con ella. ¿Era tan difícil de entender?
-         No lo sé.
-         Pero…
No pudo acabar, porque justo en aquel momento Gabriel se echó a sus brazos, envolviéndola, tembloroso.
-         No lo sé. Ni quiero saberlo. Ni quiero saber lo que me pasa. Estoy harto de tener que hacerle frente a la realidad. No quiero nada de eso. –le dijo al oído, mientras la apretaba contra él.
Ella lo sujetó unos minutos y le susurró:
-         Entonces ¿Qué quieres?
Gabriel la miró durante una fracción de segundo, antes de estamparle un ligero beso en los labios.
-         A ti.
Y la besó de nuevo, más largamente. Cuando se separaron, Ingrid murmuró:
-         Al menos, deja que vende tu herida, estás entero pringado.

Se había quedado dormido en su cama, la poca luz proveniente de la noche traspasa la ventana y alumbraba tenuemente el cuerpo de Gabriel, tendido en el lado derecho de la cama, de lado, con el hombro vendado, descalzo. Ingrid estaba a su lado en pijama. Gabriel seguía sin camisa, tapado con una gruesa manta. Refugiada bajo la misma manta ella permanecía despierta, acariciándole la cara, el pelo, que a pesar de estar ya algo sucio para ella seguía siendo bonito. Su piel era suave, cálida.
No se entendía a si misma, era una contradicción. Estaba en un punto intermedio, quería alejarse de todo, dejar huir a su mente, que le decía que quizás aquello no era lo mejor para ella. Gabriel. Su nombre estaba tatuado a su piel, inscrito en su cabeza. Era una persona extraña, un asesino, un cómplice del diablo, y a ella no le importaba. No le importaba nada cuando se trataba de él. Su mundo rutinario tan vacío se llenaba de vida cuando él estaba a su lado. Y no lo podía evitar. Se había enamorado. Era la primera vez que aquello pasaba en ella. Y sentía todo eso, los nervios, las mariposas en el estómago, las palpitaciones aceleradas de su corazón cuando su distancia se reducía. Quería tenerlo para ella, solo para ella,  quería acariciarlo a todas horas, protegerlo… deseaba besarlo. Y podría haberlo echo, en esos momentos, mientras sus dedos se deslizaban por su mejilla, mientras que dormía. Pero no quería despertarlo en esos momentos…
Suspiró, besó el cuello del chico y se recostó en la cama, hasta quedar dormida, oyendo la suave respiración de Gabriel.

Se despertó a eso de las cuatro de la mañana, sentía calor, demasiada calor. Gabriel jadeaba, parecía estar sudando. Ingrid se acercó a él, su piel ardía. En ese momento comenzó a revolverse, liberándose de la manta, que cayó al suelo, a los pies de la cama. Palmeaba el aire, dio un par de pataletas y dejó escapar un gemido ahogado. Había llevado una de sus manos al lugar de la herida. Ingrid se tumbó sobre él, inmovilizándolo.
-         Shhh.-lo calmó.- Gabriel, ya está… estoy aquí… tranquilízate.
-         Duele…-se quejó él.
Ingrid observó su piel, presentaba manchas rojizas, sus manos se alzaron, dedos llenos de marcas rosadas… su dedo anular intentaba alcanzar una extraña pulsera que llevaba en atada a su otra muñeca.
-         Gabriel.-susurró, recostándose sobre él.
En esos momentos comenzó a gritar en japonés, algo que sonaba como: Ité.
Ella se colocó encima de él, a horcajadas, inmovilizándole, y taponó su boca con la suya, en un beso un tanto extraño, que lo hizo callar y permanecer quieto.
Él comenzó a respirar pesadamente, inmóvil, abrió los ojos en ese momento, y la observó sobre él, que lo miraba con cierta preocupación. Él alzó una mano para acariciar su rostro. Un suspiró estremeció su cuerpo, y antes de que Ingrid se diese cuenta, él la había agarrado, haciéndola rodar en la cama, quedando él encima de ella, sus rodillas estaban a cada lado de su cintura, hasta que terminó por inclinarse hacia ella, y besarla, no con tanta suavidad como en las veces anteriores. Ella lo dejó hacer, correspondiendo aquellos besos, mientras sentía como Gabriel se iba pegando más a ella, acabó por posar sus manos en su espalda rodeándole. Acabó acariciándolo por todas partes, revolviendo su pelo, mientras sus labios no podían separarse, como si todo lo demás se hubiese evaporado. Y esta dejó escapar una exclamación, al sentir los labios de Gabriel por su cuello, lo que la hizo comprender hasta que punto podría llegar aquello. Y se vio a sí misma deseando todo aquello… pero no podía evadirse de aquella manera.
-         Gabriel… -suspiró ella, a la cual aquel contacto en su cuello la estaba excitando demasiado.- ¿Qué… qué te ha pasado antes?
Este se incorporó jadeante, con el pelo más despeinado de lo normal, sacudió su cabeza, estaba sudando ligeramente, quedando sentado sobre el regazo de Ingrid. Las manchas rojizas de sus dedos habían desaparecido, aunque su temperatura corporal seguía siendo elevada, aunque Ingrid dudaba que aquello fuera por que le fuese a entrar fiebre.
-         ¿A qué te refieres? –dijo con voz entrecortada.
-         Antes has…-Las manos de Gabriel habían empezado a deslizarse por sus piernas, haciendo que las palabras se detuvieran en su boca.- has empezado a gritar y…
-         Ah, creí que iba tener un ataque….-le restó él importancia, mientras la miraba con una sonrisa traviesa, inclinándose de nuevo hacia ella, para robarle el aliento con otro beso.- Pero solo ha sido una falsa alarma.
Y ella en ese momento terminó por rendirse, cuando fue ella la que volvió a unir sus labios, la que quiso que sus lenguas se enroscasen, la que acarició su torso… se dejó llevar, Porque… ¿Qué importancia tenían en ese mismo momento otras cosas? ¿Qué más daba…?
- ¿Ingrid? –se oyó la voz se su hermano, que llamaba a su puerta.- ¿Se puede saber que estás haciendo?
Gabriel se detuvo, rodó los ojos, en una mueca de fastidio. Y sin decir ni una palabra, se quitó de encima de ella y se escondió debajo de la cama, justo antes de que Thomas abriese la puerta, furioso porque unos jadeos lo habían despertado.
Y la observó, con el pelo levemente alborotado, y su pijama a medio desabrochar.
- ¿Tu no estarás viendo programas nocturnos no? –dijo entrecerrando los ojos.
- Tengo calor y no puedo dormir. –se excusó.
- Yo he oído….
- Tú tienes una imaginación muy retorcida Thomas. –Le cortó ella-Ahora déjame dormir, mañana tengo que ir al instituto.
- ¡Eh! ¡Y yo también!
- Pues, a dormir.-lo echó su hermana.
Thomas resignado, finalmente cerró la puerta, dejando de nuevo sola a su hermana. Bueno, sola, sola…
Gabriel volvió a subir a la cama, la miró e hizo otra una mueca de fastidio.
-         Cuando no se le oyen los ronquidos, es que definitivamente esta despierto.-gruñó, dejándose caer junto a ella. –Creo que vamos a tener que dormir.
Ingrid apretó los labios, mientras Gabriel volvía a abrochar los botones de su pijama. A ella también la habían fastidiado. Hacía mucho tiempo que no deseaba tanto algo, y Thomas había venido a estropearlo.
Gabriel soltó aire, rodeándola con los brazos, pegándola a él como si quisiera fundirse con ella, y apoyando su cabeza en su hombro.
- Buenas noches.-susurró, tras darle un casto beso en la mejilla, para luego volver a posar la cabeza en su hombro y cerrar los ojos.

Había intentado alejarse de aquel lugar, irse lejos. La pillarían si permanecía anclada a aquel aeropuerto. Pero no podía evitarlo. Había conseguido un trabajo, limpiado un salón de strip-tease. Feo trabajo, sí. Pero ganaba algo de dinero para comer. Si seguía invirtiendo… no, era una locura. Nunca saldría de allí, seguiría durmiendo en el aeropuerto. Sería la loca del aeropuerto de las afueras de Tokio, cuyo nombre ni siquiera sabía. Soltó aire. Nunca podría disolver sus errores del pasado. Sus oportunidades fallecieron cuando fue encerrada en aquel psiquiátrico del que se había fugado. Podría haberlo hecho años atrás, pero le faltaron fuerzas…
-         Mira por donde. Con que aquí está el viejo y usado juguetito de Akira. –dijo una voz, conocida pero ya olvidada.
Gabriela se levantó de un salto, como si la hubieran pellizcado, observó a su alrededor, alerta.
Alguien salió a su encuentro.
-         ¡Baal! –exclamó ella.
-         Veo que me recuerdas.
La rabia sacudía el cuerpo de la mujer cuando ladró:
-         Tu esclavo me maltrató a mí y a mi hijo durante años, hijo de puta.
Tenía los puños apretados, estaba clavándose sus propias uñas en las palmas de sus manos, su cuerpo temblaba entre furioso y algo atemorizado. Se encontraba frente al demonio más poderoso que tenía la suerte de seguir vivo.
Aquellos tiempos eran difíciles, los demonios estaban cansados y se asesinaban los unos a los otros. Hartos de que todo lo que hacían fuera luego arreglado por los ángeles. Por eso ahora estaban asesinando a los ángeles y a sus elegidos en tropel. Manchando sus manos con sangre celestial.
Una sonrisa sardónica llena de afilados dientes deformó la boca del demonio.
-         Nada de ello te hubiera pasado si Akira no se hubiese cansado de ti. Te abandonó a tu suerte. Y a ti…y a tu niño.
La rabia acumulada durante años hacía que su boca temblara, incapaz de decir la frustración que sentía en aquellos momentos.
-         ¿Quieres ver a tu hijo, verdad?
Ella no contestó, el demonio se había acercado a ella y podía sentir su cuerpo más cerca de ella. Era consciente que el demonio podía partirla por la mitad con un solo movimiento. Pero no le importaba manifestar el asco que sentía hacia él, hacía todos los demonios que acabaron convirtiéndose su vida en una vertiginosa pesadilla sin retorno. Alzó la cabeza, con un febril orgullo y declaró:
-         Mi vida no te importa.
Una risa burlona salió de entre los labios del demonio con forma de hombre de mediana edad.
-         Tu vida no, juguetillo. Pero si la de tu hijo. Sí, pequeña marioneta, sé donde está. Muchos demonios lo quieren ahora en su poder y Akira está fuera, buscando venganza. Buscando a aquel demonio que maltrató lo que era suyo. Buscándome a mí.-su sonrisa se amplió.- El pobre Gabriel está tan desprotegido…
-         ¿Gabriel está…?
-         Está bien, de momento. Y yo puedo llevarte junto a él.
-         ¿A cambio de qué?
-         A cambio de nada. De la satisfacción de ver la cara de Akira cuando regrese y se de cuenta de que lo ha perdido, porque se ha ido contigo lejos. Y bien ¿Qué me dices?
-         No me das buena espina.
Baal se encogió de hombros.
-         No tienes nada que perder. –dijo, tentándola con su sonrisa.
Gabriela suspiró. No, no tenía nada que perder. De nuevo, ella misma sucumbía ante los caprichos de algún diablo, tan manipulable…

Algo volvió a despertar a Ingrid, una extraña claridad. Podía oír a Gabriel, su respiración irregular e intranquila. Ya no sudaba y su cuerpo estaba a una temperatura normal. Era una especie de resplandor, que la había sacado del dulce país de los sueños. Parpadeó varias veces y se incorporó lentamente, intentando no despertar a Gabriel. La luz provenía del interior del cajón de su mesilla de noche, lo abrió tratando de no hacer ruido. Era el libro, el libro que le dio aquel ángel. Emitía una extraña luz. Ingrid lo cogió, y alumbrándose con la luz que desprendía su libro salió de su cuarto dejando descansar en paz a su amigo. Bajó al salón, encendió la luz, oía los ronquidos de Thomas en el piso superior…
Aquel libro no servía de nada, no traía respuestas. Ya lo había revisado de arriba abajo, y no había encontrado respuestas a nada. Sí, hablaba del respeto hacia los ángeles, de la maldad de los demonios, de las normas para ser un buen ayudante, de que un ayudante podía convertirse en ángel si el ángel que la hizo su ayudante decide que está preparado para ascender de los cielos. Miles de cosas que hacer por los demás. Nada que ella no supiera. Y en cuanto a trasformarse en ángel, no era algo que ella peculiarmente deseara. Así que, furiosa, por haberla despertado, soltó el libro en la papelera donde yacía el pañuelo lleno de la baba de aquella criatura.
Dio media vuelta, pero cuando se disponía a salir de la habitación, un estrépito la hizo girarse; el libro había salido solo de la papelera, y las hojas se movían como si una ráfaga de viento las estuviera empujando a hacerlo. Atónita, quedó clavada en el suelo, rezando por que Thomas o Gabriel no se hubiesen despertado. Los ronquidos de su hermano confirmaron que seguía dormido, y el hecho de que Gabriel no hubiese aparecido en el salón, certificaban que su amigo no había despertado.
Se acercó al libro, despacio, y vio como la contraportada se había teñido de rojo, se había ensanchado y en las páginas estaban apareciendo letras, explicaciones. El movimiento violento de las hojas se detuvo, en una página.

“Chupasangres.
Tienen un cuerpo deforme, viscoso y completamente negro. A pesar de ser demonios poderosos suelen estar bajo la orden de demonios superiores, debido a que tienen un olfato especial para encontrar ángeles o a sus ayudantes.
Su alimento principal es la sangre y sienten debilidad por la sangre de demonios más jóvenes.
Estos demonios están a punto de extinguirse, quedando vivos como una docena de ellos…”
Ingrid pasó las hojas, una y otra vez. Toda la información acerca de los demonios, todas sus razas… sus puntos débiles… apenas podía creerlo. Y si aquello había ocurrido al poner el libro en contacto con la baba del demonio. ¿Qué ocurriría si…?
Corrió hacia la camisa de Gabriel tirada en el suelo, y puso un trozo de aquella tela manchada sobre la pasta del libro. Este se agitó de nuevo, quedando abriendo en una página con una breve descripción.
Sustancia desconocida. Raza desconocida. No hay descripción disponible.
Suspiró frustrada.
¿Qué eres, Gabriel, qué eres?


Podía ver aquella casa situada en lo alto de la colina, tan solitaria y espeluznante como se la había imaginado, agazapada entre árboles frondosos, que tan solo dejaban ver aquel tejado de color rojo apagado, color sangre se podría decir, bajo este se observaba la segunda planta del edificio, construida de piedra gris y con grandes ventanas con vidrieras de colores violáceos y rojizos. Un lugar que hacía que te alejaras, sin querer saber que clase de persona era capaz de vivir en un lugar como aquel. Tan sombrío y tan poco acogedor. Akira se aproximó a la casa, un camino de piedras maltrechas lo condujo hasta la enorme verja de metal. Alguien ya lo estaba esperando allí, Furfur ya estaba avisado de su presencia. El hombre lo aguardaba en la entrada, era delgado, pálido y su pelo grisáceo lo llevaba bien peinado hacia atrás, por su rostro ya se veía marcado el paso de los años, nada más con ver aquellas arrugas que surcaban su frente.
-         Bienvenido, Chax. Mi señor le espera. –dijo escuetamente aquel hombre, que lo guió hasta las enormes puertas de la casa, las abrió y lo llevó hasta un enorme salón cubierto por alfombras rojas, con dibujos macabros tejidos con hilos gruesos de colores oscuros. Tapices que representaban al infierno colgaban de las paredes, una chimenea estaba encendida, y en frente de ella, sentado elegantemente con un deje de arrogancia estaba Furfur.
El demonio era menos poderoso que él, pero su presencia infundía respeto. Su aspecto era de un hombre de treinta y pocos, pelirrojo y con unos ojos enormes amarillos.
-         Chax.-dijo con aquella voz ronca tan característica suya.-Cuanto tiempo, no nos vemos desde que rechazaste la propuesta de la nueva raza. ¿Me equivoco? Y… ¿Puede saber este viejo demonio a que se digna la presencia del poderoso Chax por mis dominios? Supongo que no será para volver a recuperar el contacto ¿Verdad? Estamos en plena guerra contra los ángeles y vamos ganado. Es más, hoy mismo, el ángel superior esta barajando las posibilidades de la “purificación” ¿La conoces no? Esa excusa que tenemos los demonios para aniquilar a todo ser humano, que los ángeles crean que podrán crear nuevos humanos, dejando vivos solo a sus elegidos. Cuando no saben que el mundo que conocemos se doblegara ante los demonios en 2.012. El fin del mundo, tú ya me entiendes.
-         Ese asunto me trae sin cuidado en estos instantes.
-         ¿Qué si? Pues este asunto no debería dejarte tan indiferente, viejo amigo. Sobre todo cuando Baal, quiere convertirse en el Rey Superior de los demonios. ¿Lo sabías? Dice que tiene un arma con la cual hará que todos los demonios le teman, y que nadie se interponga en su camino hacia el poder absoluto. A mi no me preocupa, el poder de Baal no puede compararse con el mío, hemos hecho un pacto. Seré la segunda entidad más importante en el nuevo mundo, junto a mi hija. –Sonrió, divertido.- Baal te matará, lo está deseando desde hace tiempo.
Chax se cruzó de brazos ante tanta palabrería.
-         ¡Randon! –dijo entonces Furfur.- ¡Oni estúpido! ¿Dónde está mi Martini de las cinco en punto?
El pobre siervo llegó corriendo como loco a entregar el Martini a su amo, para luego retirarse igual de rápido. Este le dio un ligero sorbo.
-         ¿Estás amenazándome Furfur? –dijo Chax con tono peligroso.
-         Solo te digo que tienes todas las perder. Baal cada vez es más poderoso, su hijo es un autentico monstruo y ha matado a ángeles incluso. Mi hija también ha asesinado a muchos ayudantes. En cambio ¿Dónde está el tuyo? Dijiste que jamás harías una prueba como esta. Y en cambio te salió sin más remedio. Tu hijo ni siquiera es un demonio completo, Chax. Y Baal lleva mucho tiempo con ese niño bajo su poder. Uno de sus Onis se encargó de maltratarlo durante años, haciendo de él una criatura débil y enfermiza.
El rostro de Chax se había ensombrecido, una mueca horrible surcó su rostro.
-         ¡Así que lo sabías! ¡Sabías de su existencia!
La sonrisa de Furfur se hizo más amplia.
-         Los demonios llevamos mucho tiempo riéndonos de ti. Has estado tan ciego... –meneó la cabeza, con desaprobación.-Cuando la purificación empiece y la guerra por el nuevo mundo estalle, el hijo de Baal jugará al baloncesto con tu cabeza.
Una furia enorme sacudió a Chax, estaba a punto de lanzarse contra Furfur, de arrancarle las entrañas ahí mismo, de hacerlo sangrar hasta matarlo. Lo habría echo, eso y mucho más, de no haber sido porque el sonido de la puerta cerrándose los distrajo. Una figura menuda apareció el salón, no era muy alta. Su piel era blanca, su rostro de mejillas rosadas, tenía un piercing en la nariz y otro en la ceja, su pelo largo y lacio le caía a ambos lados de la cabeza, era de un color entre rubio y rojizo. Sus ojos eran anaranjados. Su semblante parecía imperturbable, y su boca estaba curvada en una sanguinaria sonrisa.
-         Hola Padre. –dijo la chica, con voz seria.
-         ¿Ves? –dijo en ese momento Furfur, señalándola con el mentón – Ella ya es un demonio completo, ¿No es una maravilla? Es una maestra, conoce doce tipos de luchas asiáticas diferentes y más de ciento cincuenta formas de asesinar. El orgullo de su padre. Todo lo contrario a tu hijo. –Miró a su hija y dijo.- Lilith, saluda a Chax, es un demonio importante que pronto dejará de existir.
-         ¿Y a mí que? –repuso la chica, encogiéndose de hombros, mirándolo con desprecio a Chax.- Traigo las noticias, Padre.
Furfur se puso derecho y dijo:
-         Dime, hija. ¿Son buenas?
-         Más que eso.-respondió ella, con una sonrisa feroz.- Los ángeles han aceptado la purificación. El nuevo mundo ha llegado.
Furfur estalló en crueles risotadas.
-         ¡Chax tu sentencia de muerte está grababa en piedra! ¡Vas a morir!
Chax dio media vuelta, permaneciendo sereno. Ahora ya sabía a por quién tenía que ir, sobre quien recaería su sádica venganza. Las cartas estaban ya echadas, y su vida parecía colgar de un hilo. Pero no moriría sin luchar por lo que era suyo. Las sucias manos de Baal no volverían a hacerle daño. No lo consentiría.
Y él no corría peligro por parte de Baal, le había dicho que no saliera de la mansión. Lo habría obedecido…

4 comentarios:

  1. Cada vez que entro para leer un capiutlo, lo pones muchísimo mas interesante que nunca... ¿Cómo es posible? xDDD
    Me ha encantado la parte "casi" picante de Gabriel y Ingrid =D
    A estado magnifico.
    Muchos besos, espero el siguiente.

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  2. Wowowow, han pasado bastantes cosas en este chapter. Lo primero, ¿por qué Thomas ha tenido que interrumpirlos? ¡Jooo! Luego, lo del libro-identifica-demonios da un poquito de mal rollo XDDD. Por otro lado, lo de la purificación parece que va a traer consecuencias nefastas para ambos bandos... Muy buen capi. Espero pronto el siguiente :)

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  3. WOW WOW WOW...........................!!! COmo siempre increíble cariño :)
    Espero el siguiente pronto!

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  4. O_O Cuantas cosas en un capitulo!!! quiero leer el siguiente!^^ Avisame plis :)
    ya subi un nuevo capitulo de Mentiras que creí http://amormasalladelaunicidad.blogspot.com/

    Espero tu opinión (; un beso!

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