jueves, 1 de septiembre de 2011

Capítulo 21. Dos caras en una misma moneda.


Al final, a las nueve y media de la noche se encontró a si misma allí parada, vestida con un vestido morado de tirantes, que le llegaba a las rodillas, con un lazo de color negro por debajo del pecho, viendo como aquella docena de chicas felicitaba a Thomas, se hacían fotos con él y coqueteaban, y su hermano les seguía el juego a todas. Sí, se las había presentado, pero ninguna de ellas parecía querer trabar amistad con la hermana del jugador estrella. Y ya ni hablar de Trevor, tanta insistencia en que asistiera para luego ignorarla. No le veía por ninguna parte.
Su móvil estaba en su mano, llamando por… había perdido la cuenta, pero ya eran demasiadas, ¿Por qué diablos no le contestaba? ¿Por qué le había mentido a la hora de decirle que necesitaba verla? En su cabeza bullían preguntas.
-         ¡Ingrid! ¡Ingrid! –la llamó una de las chicas, rubia, muy maquillada, muy estilizada. - ¿Me sacas una foto con Tommy?
-         ¿Tommy? –repitió ella, perpleja, mientras cogía la cámara.
Vio a su hermano agarrado a aquella chica, sonriéndole y al mismo tiempo indicándole con su mirada que tomara la foto. Sus manos temblaron y tardó un poco en encontrar el botón adecuado. Pero al final el flash deslumbró a la pareja, la chica le dio las gracias, y sus labios pintados de rojo formaron una sonrisa.
Aburrida, observó a su hermano bailando con todas, a turnos. Pero a la que más prestaba atención sin duda era a aquella rubia. Suspiró abatida. Ahora, podría estar cenando con Gabriel. Pero ni él estaba disponible, ni ella tampoco. Se sentía demasiado cansada para estar allí y a pesar de tener a su espalda una mesa llena de empanadillas, canapés, mini-salchichas, sándwiches, patatas y otros aperitivos, no tenía hambre, debido al incómodo nudo que tenía en el estómago. Soltó aire. No iba a quedarse allí mucho tiempo más. La gente bailaba, bebía, reía…. Se lo pasaban bien, y ella allí no encajaba. Se sentía sola, alejada del mundo, con ganas de regresar al suyo. Como una extraña que visita un país desconocido. Nadie quería hablar con ella, ni ella tampoco iba a vencer su timidez como para intentar entablar conversación con cualquier persona.
En ese momento, alguien le dio dos toquecitos en su hombro, y cuando alzó la cabeza allí estaba él. Trevor. Vestido con unos vaqueros oscuros, una camisa de mangas largas, remangadas hasta los codos, y el pelo bien peinado. Sus ojos grises brillaban con un brillo especial.
-         ¿Te aburres?
-         Y todo gracias a ti.-masculló, borde.
-         Oh, no digas eso. ¿Me has guardado un baile?
-         Sí, él único de esta noche.
Trevor le dedicó esa sonrisa sardónica tan propia suya y la guió hasta la pista de baile. Estaba acabando una canción de Rihanna cuando ambos se internaron en aquella maraña de gente que bailaba, algunos ya un poco bebidos, para ser apenas media noche. Y justo en el momento cuando se encontraban uno frente al otro, una canción sonó, una más lenta, Desert Rain de Edward Maya con Vika Jigulina.
Ella todavía se estaba preguntando que hacer cuando él la atrapó por la cintura y la pegó a él. Ingrid había tardado demasiado en darse cuenta de que iba a tener que bailar pegada a él. Resignada, colocó sus manos alrededor de su cuello, él sonreía, mientras oía la letra de la canción, que la estaba deprimiendo considerablemente.
Te extraño tanto, ahora que estoy despierta, ven, ven esta noche y abrázame fuerte…
Zarandeó la cabeza, mientras la voz de la cantante se había extinguido, reemplazada por una parte tan solo instrumental.
-         Hoy me siento afortunado.
-         Me alegro por ti.-dijo ella, intentando darle un tono suave a su voz.
-         Tu también deberías sentirte igual que yo. –agregó él.
-         ¿Yo?-repitió ella, perpleja.
-         Claro. Eres la primera chica con la que bailo, y la única verdaderamente con la que me interesa estar aquí.
-         ¿Y eso es un privilegio?
-         ¿No te lo parece? ¿O es que todavía no sabes como sentirte?
-         No he visto ni siquiera el partido con el cual tu gran cantidad de canastas condujo al equipo de mi hermano a la victoria, no te conocía de antes. No siento admiración por ti.
Él ladeó la cabeza, Ingrid sentía sus manos en la cintura, sentía sus pulgares haciendo ligeros círculos sobre su vestido, una sugerente caricia.
-         Entonces ¿A quién admiras?
-         A gente que cae y se levanta, que supera sus problemas, a gente que piensa que un mundo mejor puede conseguirse con pequeñas cosas, a alguien que sabe hacerte sonreír y hacerte creer que verdaderamente eres algo más que un muñeca programada para hacer lo que los demás esperan de ti. A alguien que a pesar de tener una vida horrible, lucha por mejorarla. A gente que se pierde y puede volver a encontrarse…
-         Uh.-murmuró él.- En definitiva ¿Buenas personas y luchadores? Yo lucho por lo que creo, y además, te he hecho sonreír antes cuando te he salvado del aburrimiento de estar junto a la mesa de canapés. ¿Me admiras ahora?
-         Tendría que conocerte mejor para que lo hiciera.
Este resopló.
-         Chica difícil…
Ella le dedicó una media sonrisa.
-         Y bueno. No me admiras vale. Pero…-rodeó por completo sus caderas, y pegándola aún más a él, susurró.- Yo te atraigo ¿cierto?
Sus palabras la desconcertaron. ¿Atraerla? Ni se lo había planteado, con un futuro como el suyo no se planteaba eso de si le atraían o no chicos, es más, nunca se lo había preguntado.
-         Lo sabía.-sonrió él, y ella sintió su aliento de menta en su cara.- El silencio es la mejor respuesta afirmativa que existe.
No terminó de entender sus palabras, cuando se dio cuenta de que se había inclinado hacia ella. En esa ocasión si sabía lo que iba a hacer. Para sorpresa de Trevor, apartó la cara.
-         No.-dijo.
-         ¿Qué?
-         No.-repitió ella, con mayor contundencia, dando un paso hacia atrás, soltándose de él.
Trevor la miró, confuso. Era la primera vez en su vida que alguien lo rechazaba. Y por el tono de ella y forma en la que lo miraba sabía que no estaba bromeando.
-         ¿Sabes, Trevor? Llevo todo el día sin saber verdaderamente que hacer, o como continuar. Enfadada por el futuro que habían preparado para mí, ya que eso no es lo que quiero. Me he dado cuenta de que es mi vida, aquí mando yo. Me he dado cuenta de lo que quiero. Y eso no te incluye a ti.
El rostro del chico se había ensombrecido, la observaba con cierta furia creciente de sus ojos grises, su boca, estaba apretada en una mueca de incredulidad. Ella siguió hablando, aún no había terminado.
-         No voy a hacer nada que no quiera hacer, Trevor. Soy de esas chicas que creen en el amor. Y sé que tú a mi no me quieres. Pero yo estoy enamorada. De alguien que no eres tú. Gracias a ti, he podido darme cuenta.
Dio media vuelta y se alejó de Trevor. Dispuesta a marcharse, cuando oyó la voz del chico detrás de ella, tenía un nuevo tono, siniestro y siseante:
-         ¿A dónde vas?
-         Lejos.-dijo ella.
-         Volveré a verte.-no lo dijo como una pregunta, sino como si estuviera totalmente seguro de ello.
Ingrid se giró, dispuesta a ver la cara que tenía, aquella voz le había dado escalofríos. Pero cuando se hubo dado la vuelta no había nadie detrás suya. Alzó la vista, buscándole. No había rastro de Trevor.
-         Que raro.-se dijo.
Se encogió de hombros, pensándolo mejor con la cantidad de gente que había y las tenues luces que iluminaban el pabellón donde era celebrada la fiesta, era fácil perderlo. Suspiró y salió del lugar. Gabriel tendría que aparecer tarde o temprano. No podía irse sin más… no podía…

Thomas apenas se dio cuenta de que su hermana pequeña se había marchado. Él no era uno de esos hermanos sobreprotectores, que estaba todo el día pendiente de su hermana. Desde que ella había tenido aquel accidente en el caballo, desde que ella cambió, ambos habían seguido sus vidas por separado. Ella metida en aquel mundo solidario y solitario, tan cerca de los pobres y personas a los que la vida maltrató, pero tan lejos de ella misma… Él había intentado hacer entrar en razón a su hermana tantas veces, no era por el asunto de que quisiera ayudar a los demás, sino que aprendiese a mirarse a sí misma.
Eran casi las tres de la mañana, en aquellos instantes. La fiesta se había acabado. Claro está, en el instituto. Una panda de chicos, y jugadores del equipo ganador se fueron en dispersos coches hacia una discoteca a las afueras bastante conocida, a seguir la fiesta, ninguno pensaba llegar a casa antes del amanecer. Trevor había desaparecido, pero a nadie salvo a un enorme número de chicas pareció importarle, algunas de ellas se marcharon incluso. Pero a los demás les dio igual. No tardaron mucho en llegar a aquella discoteca y animar el ambiente todavía más de lo que estaba. Una canción remix los hacia a todos saltar en la pista.
Thomas se sentía en el paraíso, lleno de felicidad. Su amiga Anna, la chica exuberante rubia no hacía más que dedicarle carantoñas, lo abrazaba e incluso ella, que se encontraba un poco mareada por haber ingerido tanto alcohol le había besado en varias ocasiones. No podía ser un día mejor, se repetía continuamente. Hasta que todo cambió de repente. Anna le pidió unos minutos, para ir al servicio a retocarse el maquillaje. Y Thomas se quedó solo durante unos segundos, acabó dirigiéndose a la barra, a pedir algo con el dinero suelto que llevaba seguramente podría tomar algo más apetecible de lo que había en la fiesta. Fue en ese momento, intentando llamar la atención de la camarera entre aquel barullo de gente, cuando se dio cuenta de que su hermana no estaba allí. No fue ni por que se había acordado de ella de repente, ni porque la echaba de menos. Sino porque un poco más allá, cerca de unos sillones pegados a la pared, de pie se encontraba Gabriel. Lo veía de perfil, pero sin duda era él. Lo reconocería en cualquier parte. Recordó a su hermana, aquel día, confusa, de mal humor y con el móvil pegado a sus manos. Y sintió rabia, y lo odió en aquel momento. ¿El móvil de él estaba apagado? Se habría pasado todo el día de fiesta… mientras que su hermana lo esperaba. Antes de que se hubiese dado cuenta, estaba avanzando hasta él. Cuanto más se acercaba más se percataba de su extraño aspecto, del extraño color de su piel, no lucía rojiza por los focos de la discoteca, era como si se hubiera quemado la piel por haber pasado demasiado tiempo expuesto al sol, y la tuviera enrojecida. Pero no podía ser así, era otoño. Su cabello le caía sobre uno de sus ojos, en una de sus manos sostenía una botella de algún licor fuerte, mientras que con la otra estaba rodeando a una chica rubia, vestida con una falda negra y una camisa con un estampado de leopardo, la llevaba tan abajo que podía ver los bordes de su sujetador negro con bordados rosas. La sonrisa de aquella chica era propia de una víbora. Gabriel se reía sonoramente, lo podía escuchar desde aquella distancia. No era su risa habitual, apagada, inestable y efímera. Sino una risa contundente, algo retorcido se escondía tras de ella. Y lo vio, vio como él y esa rubia se fundían en un apasionado y a la vez asqueroso beso salvaje.
-         ¡Gabriel! –lo llamó.
Toda una pandilla de chicos, con el mismo aspecto siniestro y peligroso del chico, se volvió hacia él. Incluido Gabriel que lo miraba, con cierta extrañeza. Estaban ahora frente a frente, y Thomas no pudo evitar observar donde Gabriel tenía puestas las manos, justamente aferrando el trasero de aquella rubia despampanante, con la que minutos antes había estado liándose. Se quedó callado, sus ropas estaba manchadas de sangre, al igual que su cuello y sus manos; aparte los ojos de Gabriel eran rojos, y brillaban ardientes como el mismísimo infierno.
-         Gabriel… ¿Qué haces aquí?
-         ¿Te conozco? –repuso él, con voz ronca.
Thomas pensó por un momento que se había equivocado, pero mirándole de nuevo… sí, no podía ser otro más que Gabriel, nadie tenía ese rostro tan femenino.
-         Claro que sí. Gabriel, soy Thomas.
-         ¿Thomas? –pronunció su nombre con sorna, y desprecio. -Yo no conozco a ningún imbécil ñoño como tú.
Se sintió ofendido, aquel no parecía aquel Gabriel que miraba con adoración a su hermana, en el cual se leía una honda tristeza e impotencia al fondo de sus ojos azules.
-         ¿Y no conoces a mi hermana?
Él emitió una risotada sardónica en aquel momento.
-         Esta noche estoy ocupado. –comentó, dando una palmadita en el culo a la chica.
-         ¿Pero serás imbécil? –soltó Thomas, y en seguida se arrepintió de ello. Por la mirada asesina que le dedicó Gabriel, tal y como fuera a agredirle.
-         Mira por donde, pensé que por hoy se había acabado para mí la matanza. –se aproximó a él, amenazante.
Thomas retrocedió asustado.
-         Gabriel…
Él se rió, y Thomas comenzó a huir, sabiendo que era perseguido. Chocaba con la gente, torpemente, se sentía algo mareado y el miedo hacía que sus piernas temblaran. Odiaba a aquel chico en aquellos momentos, lo odiaba por tratar de hacer amistad con su hermana, una persona tan buena… tan… mientras que él, no era adecuado para ella. No lo era.
Lo agarraron por detrás, y lo alzaron. Era Gabriel. Vio la ira en sus ojos, apretó su cuello sin compasión.
-         Piensa en Ingrid.-dijo Thomas.- ¿No recuerdas a Ingrid?
-         ¿Quién es Ingrid?-chilló él, sacudiéndole con furia.
-         Su…suéltame y… te lo diré.
Thomas calló al suelo, a los pies de Gabriel, que lo miraba con la impaciencia brillando en sus ojos rojos.
-         Como sea un truco para huir, te juro que tu muerte será lenta y dolorosa y que desearás no haberlo hecho.-amenazó él.
Él tomó aire.
-         ¿No recuerdas a Ingrid?
Gabriel hizo crujir sus puños, una sonrisa macabra deformó su boca.
Thomas estaba rebuscando en su cartera, la cual acababa de sacar de los bolsillos de su ya manchado pantalón.
-         Ella…-articuló, tendiéndole una fotografía.- Ella es Ingrid…
Gabriel le arrebató la foto de las manos, abruptamente. Y sus ojos se detuvieron en ella. Sonriente, con su pelo negro cayéndole sobre los hombros, sus ojos marrones brillantes…
Vio a Gabriel parpadeando, quieto, ningún otro músculo de su cuerpo era capaz de moverse, aprovechó ese momento para levantarse, se quedó mirándole, y luego dijo, en un susurro:
-         ¿Sigues queriendo matarme?
Su respuesta tardó en llegar.
-         Vete.-dijo finalmente, como si estuviera a punto de asfixiarse. –Vete…
Thomas no tardó en desaparecer de allí, tragado por la multitud.

-         Buen trabajo, buen trabajo, buentrabajo, buentrabajo…
-         Vas a sentirte mejor… sentirtemejor…
Su cabeza daba vueltas, mareado, fatigado, sus pulmones ardían… su cuerpo parecía flotar en una dimensión lejana.
-         Déjame ir… papá… por favor…
-         Tienes un… ataque…
El eco de voces confusas nublaban su cabeza, se tambaleaba entre la conciencia y la inconciencia, sentía su cuerpo frío tendido sobre algo duro, el olor a alcohol y a sangre reseca se percibía en el ambiente. Un ligero sol acariciaba su piel, que parecía helada. Era como si se estuviera muriendo en aquel momento, cayendo sin remedio en lo más hondo.
-         ¿No recuerdas a Ingrid?
Sentía una ganas horribles de vomitar, como si algo muy oscuro lo hubiera estando manejando a sus anchas y ahora se hubiese liberado de él. Y entonces imágenes comenzaron a pasar por su mente, enredándolo, horrorizándolo, sumiéndolo en el pánico.
Sangre corriendo por sus manos, gritos, oscuras sombras de la noche, la satisfacción, no sentía dolor, no sentía vacíos. Era él y estaba disfrutando siendo un monstruo, estaba asesinando a diestro y siniestro.
El amargo sabor del alcohol en su boca reseca, el recuerdo de aquella botella, sosteniéndola en alto, bebiendo el licor que caía desde lo alto… para que luego sus labios húmedos acabaran contra los de ella… eran ya tan conocidos, toda ella era ya tan conocida para él. Samantha. Pero él no la deseaba a ella… él…
Abrió sus ojos, y la luz de la mañana lo cegó. Parpadeó varias veces hasta habituarse al resplandor del nuevo día. Estaba tendido en unas escaleras de aspecto sucio, desorientado se incorporó y sintió como la resaca hacía mella en él. Su estomago se convulsionó y se dio cuenta de que no podría aguantarlo más. Se levantó tembloroso e inclinándose en la barandilla de metal, vomitó; para luego caer sobre aquel sucio peldaño de nuevo. Todo parecía tan confuso y lejano. Respiró hondo. ¿Qué había pasado? No había nadie por allí conocido… y…
Lo último de lo que tenía recuerdos era el de su padre, persiguiéndole, el sonido de su piel resquebrajándose, aquel hedor a podrido… su voz ronca, sus manos sudorosas y  luego… el dolor… la aguja inyectándose en sus venas. La cura… ya no recordaba nada más a partir de ahí, salvo ligeros retazos de dos días de fiesta, alcohol y sangre...
Miró a su alrededor, intentando saber donde estaba. Y leyó el cartel de la entrada. Era una discoteca y había cerrado. ¿Qué hora sería? Un papel tirado en el suelo llamó su atención en aquel momento y al alzarlo descubrió lo que era: Una fotografía de Ingrid.
Una mezcla de culpabilidad y añoranza se consumió en su interior. Para justo después percatarse de las manchas de sangre que recorrían sus manos, horrorizado, contempló su camiseta igualmente manchada…
-         ¿Qué he hecho? –se dijo.
Intentó recordar, sentía un dolor horrible de cabeza. Toda su mente estaba llena de imágenes confusas, que se mezclaban y se disolvían, enredándose. No recordaba que había echo, ni como había llegado hasta allí. La sangre… ¿Había ido de misión? ¿Akira había vuelto? No tenía respuesta a nada y se sentía tan… mal. Cansado de todo, apenas habría dormido aquella noche. ¿Por qué su vida tenía que ser así? ¿Por qué…? No había nada bueno en ella… salvo… miró de nuevo la foto y en su interior germinó el deseo de verla. Ella traía consigo calma, convertía en paz el caos en que su vida se sumía. Se levantó, mareado, con la resaca de la noche anterior pellizcándole el estómago caminó por la calle, paró en la primera cafetería que se encontró, y pidió ir al baño.
Allí dentro, se lavó las manos, refregándolas contra el agua helada de la mañana con cierta rabia, se echó también agua por la cara, para despejarse y en ese momento vio su reflejo en el cristal. Tenía un aspecto cansado, débil, ojeras surcaban la parte inferior de sus ojos azules.
 Respiró pesadamente.
-         Eres patético.-salió de su boca.
No supo porque lo dijo, tampoco le importó. Se quitó su camiseta manchada y comprobó de mejor humor que aquella otra que llevaba inferior estaba limpia. Dejó caer su camiseta manchada en la papelera de aquella cafetería y salió dando las gracias al camarero. Allí, detrás de la figura del camarero limpiando unos vasos ya usados, había un reloj. Justamente faltaba media hora para que las clases de Ingrid terminaran.
Salió corriendo velocidad por las calles, tenía que llegar justo a tiempo para verla, tenía que hacerlo. Sentía el viento frío que se colaba a través de su fina camisa tan fina, a pesar de ser de mangas largas, pero con aquella carrera tenía asumido que entraría en calor.

Ingrid se sentía abatida, había dormido poco. Podría haber besado a Trevor, podía haberse ido de fiesta aquella noche, estando en los brazos de aquel chico tan guapo y a la vez arrogante. Pero no lo hizo. ¿Por qué? Porque ya no tenía dudas, estaba enamorada de Gabriel. Antes de conocerle no le habría importado aquel futuro en un convento, habría seguido con su vida, lo habría aceptado. Él era la razón por la que ella quería rebelarse. Porque por una vez en su vida, quería ser egoísta. Quería pensar un poco en sí misma, y ella tan solo quería sentir los brazos de él alrededor suyo. Katerina tenía razón…
-         Gabriel está enamorado de ti.
Se mordió el labio, nerviosa; justo en ese momento en el que la campana sonó. Katerina se había parado a charlar con una chica de un curso inferior, e Ingrid no tenía ganas de esperarla, ni de volver a entablar una conversación como la del día anterior. Así que siguió su camino, distraída. Algo ausente. Llamaría a Gabriel de nuevo en cuanto llegase a su casa. ¿Estaría allí en el parque aquel día…? El miedo de no volver a verle se agazapaba su interior.
-         ¡Ingrid!
¿La llamaban? Cayó en la cuenta de que conocía demasiado bien aquella voz, cuando se volvió no se sorprendió al encontrarse allí a Gabriel. Su corazón dio un vuelvo. Se había parado a unos metros de ella, para recuperar el aliento perdido en la carrera, y justamente ahora le sonreía, algo nervioso… con emoción contenida.
Y ella corrió, al mismo tiempo que él y se lanzó a sus brazos. Gabriel la alzó y dio varias vueltas sobre sí mismo, con ella agarrada a sus hombros. La bajó y ella le dedicó una amplia sonrisa, apretó sus manos. Y Gabriel soltó aire, ¿Cómo lo conseguía? Se dijo. Llevaba todo el tiempo procesando recuerdos horripilantes de lo que había echo en los anteriores días, un dolor de estómago intenso y la cabeza parecía que le iba a estallar. Y todo parecía calmarse, parar de golpe. No existía nada. Y adoraba esa paz, la adoraba a ella.
- ¿Dónde has estado?-quiso saber su amiga.
Él apretó los labios.
-         Enfermo.-se apresuró a decir.
-         ¿Te encuentras bien?
-         Ahora sí.-dijo abrazándola de nuevo.
-         ¿Por qué no respondiste a mis llamadas?
Gabriel la soltó.
-         ¿Me llamaste?
-         Millones de veces.
Él se revolvió el pelo de la nuca.
-         Estaba indispuesto. –farfulló.
Gabriel observó que Ingrid lo miraba de forma extraña, sus labios temblaron.
-         Te he echado de menos, bobo. –susurró.
Él la atrapó de nuevo entre sus brazos, y le besó la frente.
-         No puedo evitar tener ataques, Ingrid. Siento haberte preocupado.
Picotazos de culpabilidad… confusión. Quería dejarlo todo atrás, quería olvidar la realidad. Así que tomó la mano de Ingrid y dijo:
-         ¿Almorzamos juntos? ¿Y luego te acompaño a donde tengas que ir?
-         ¿Me acompañarías a la biblioteca? Hoy he quedado para hacer un trabajo.
-         Contigo a donde sea.

3 comentarios:

  1. Ya sabía yo que la misteriosa cura esa no podría traer nada bueno. ¿El médico ese trabajara para el padre de Gabriel? XDDD. Desde luego, el hermano de Ingrid no va a querer volver a verle el pelo a Gabriel... Y Trevor... ¿Qué ha querido decir con eso de que la volverá a ver? ¿Y cómo ha podido desaparecer sin más? ¿Será otro demonio? ¿Querrá corromperla? XDDD. ¡Qué intriga! Muy buen capi. Espero pronto el siguiente. ¡Un beso!

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  2. Me ha encantado el capitulo, ha estado genial, la verdad, sinceramente echaba mucho de menos a Gabriel. Trevor me da escalofrios.... siento que no es de fiar...
    Respondiendo a tus preguntas de mi blog, te diré que, es la misma historia, lo que pasa es que hace unos meses se me fue la inspiración y creía que todo lo que tenía escrito no merecía la pena...
    Mucha gente me apoyo y una amiga me ayudo a "corregir" ciertas partes... y ese es medio resultado xDDDD
    Espero que te siga gustando la historia a raíz de eso ;)
    Muchos besos.

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  3. Por fin el siguiente capítulo (tardaste mucho) :D ¿Sabes lo enganchada que me tienes a esta historia? Hace dos meses empezaste y fíjate :D
    Me encantó :D

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