domingo, 18 de septiembre de 2011

Capítulo 24. Lo mejor para ella.

2Estaban los dos en la puerta, callados, soñolientos.
Ella le miró, sonrió levemente, con cierta timidez. Él presionó su hombro entre sus dedos, con cariño.
-         Tengo que irme ya. –dijo, en la puerta de su casa.
No, no quería despedirse de él. Él besó su pelo.
-         Yo también debería volver… -dijo.
Ella suspiró, y comenzó a andar hacia delante.
-         Ah, Ingrid…-La retuvo la voz de Gabriel.
Dio media vuelta.
-         ¿Si?
Él se aproximó a ella, y sin decir ni una palabra, la besó brevemente.
-         Gracias por aparecer en mi vida.

Se había despedido ya de Ingrid, tenía que asistir al instituto, a sufrir la saturación del viernes para luego volver a encontrarse con Gabriel en el parque cercano a la casa de la muchacha.
Al llegar a la mansión se encontró con una escena curiosa. Nadie estaba jugando al póker en la alfombra, la televisión estaba apagada y todos estaban sentados en el sofá, mudos, detectó la ausencia de dos personas en aquel sofá. Kavita y Samantha. Las persianas estaban corridas y era la primera vez que veía a Chin sin su ordenador en su regazo.
-         Hola.-saludó él, casi temeroso de romper aquel tenso silencio. - ¿Me he perdido algo?
Todos giraron su cabeza hacia él. Roman se levantó del asiento, los demás dejaron de mirarle y volvieron a bajar la cabeza, sin comentar nada. El chico ucraniano lo sacó de la sala, y muy serio argumentó:
-         ¿No te has enterado?
-         Enterarme ¿de qué?
El rostro de Roman se mostró sorprendido, tragó saliva antes de anunciar las malas noticias.
-         ¿No crees que hoy falta alguien? Samantha desapareció. Nos pasamos el día de ayer buscándola. Hoy la han encontrado, muerta...
Gabriel abrió sus ojos al máximo, la noticia cayó sobre él como si una jarra de agua fría se tratase, un bajo golpe. Sintió el dolor de la culpabilidad.
De las entrañas de su mente emergió la imagen de la sangre, rizos rubios bañados en sangre, su cuerpo estaba tirado en el suelo, inerte, sin vida… la había matado, sentía la empuñadura de aquella enorme navaja entre sus dedos manchados.
-         Ella fue a buscarte… por que tú te fuiste a… -seguía Roman.
“Gabriel, espérame. Gabriel, no te vayas sin mí. Prometiste que pasaríamos una buena noche juntos”
-         Al parecer no te encontró, pero alguien si que la encontró a ella. Y la mató, para luego sepultar su cadáver bajo las aguas del río… estábamos dedicándole unos cinco minutos de silencio.
El cuerpo de Gabriel temblaba. Sin decir nada, preso de una gran desesperación corrió lejos, subió las escaleras. ¿Qué estaba mal con él? ¿Qué le ocurría? ¿Qué era?
A base de grandes zancadas, llegó hasta las puertas del cuarto de Akira. Él lo sabía. Sabía lo que era. Algo le habían hecho. Perdía la consciencia de sus actos, su enfermedad se encendía en él con más intensidad y duración que antes. Abrió las puertas con violencia. Entrando sin ceremonias en el cuarto de su jefe. Su respiración era irregular, alterada. Abrió cajones, y rebuscó por sitios. Tenía que haber algo allí que le explicara que estaba ocurriendo con él. Tenía…
- Yo te vi. –dijo una voz, seria.
Gabriel se volvió, y encontró a Kavita en la puerta, armada con una pistola, lo estaba apuntando con ella.
-         Vi como la mataste. –siguió ella, dando unos pasos hacia él.
Su expresión era siniestra, le miraba con un profundo odio ardiendo en sus ojos negros, cogiendo con los músculos en tensión su arma, dispuesta a disparar. Gabriel se quedó quieto, sin atravesarse a decir nada. No podía negarlo.
-         Lo vi todo. –Siguió ella.- Ella estaba buscándote, te encontró. Ibas a otra discoteca, cercana al río. Pude oír los gritos, la agarraste del pelo y la llevaste a un callejón sin salida, yo fui tras ustedes. Iba a decirte que la dejaras en paz… cuando llegué el suelo ya estaba manchado con sangre, y ella estaba muerta.
Kavita zarandeaba la cabeza, mirándole con terror, no parecía ella…
-         Eres como todos.-escupió.- Eres como mi padre. Los hombres solo sabéis dañar a las mujeres, las torturáis hasta el final… os creéis superiores a nosotras ¿cierto? Os pensáis que nuestra vida no vale nada. Llegáis para abusar de nosotras… ¿Qué hizo Samantha para ser asesinada? ¿Qué? ¿Te desagradaba? Las mujeres no existimos para eso.
-         No recuerdo haberlo hecho. –susurró él.
-         Claro.-sus dedos temblaron, acariciando el gatillo.- Eres como todos. ¡Maldito imbécil! Ella tan solo quería estar contigo… y tú… la usaste como quisiste, para luego tirarla, desprenderte de ella. Pensaba que tú eras distinto…
-         Kavita, quieta.
-         ¡Os odio! ¡Os odio!  -rugió ella en esos instantes.- ¿Sabes? Cuando mi padre mató a mi hermana pequeña, y estuvo a punto de hacer lo mismo con mi madre, juré que nunca dejaría que ningún hombre siguiera vivo cuando viera que maltrataba a una mujer.
-         Kavita…
Pero ella disparó, y ante la sorpresa de ella, Gabriel se levantó de un salto, atrapó la bala, caliente, entre sus dedos, y de un manotazo, tiró su pistola al suelo, con la otra mano agarró su muñeca. Kavita retrocedió, asustada, intentando desprenderse de Gabriel, hasta que su espalda chocó contra la pared, y se vio acorralada, el chico no pensaba soltarla hasta verla más calmada.
Ella jadeó.
-         Esa noche no eras tú. Tu piel era roja…-dijo ella en esos momentos.-Al igual que tus ojos. Al igual que tus ojos en estos momentos.
Gabriel suspiró, dejó caer la bala al suelo, sus ojos habían vuelto a la normalidad.
-         No sé como he hecho esto.-admitió.- No sé lo que hago. Pierdo la conciencia.
Ella temblaba, mirándole llena de terror, mirando su pistola, lejos de su alcance en el suelo.
-         No voy a hacerte daño.-le aseguró Gabriel, con tono conciliador.
-         No te creo.
-         No te obligo a ello. Sé que no confiarás en mí…
-         No…
-         Yo no quería hacerlo.
-         Mientes.
-         No la odiaba.
-         ¿Qué más da? Ahora esta muerta.
-         Kavita.-su voz había sonado más seria.-No lo hago porque quiero. Enfermo y pierdo la conciencia de mis actos… esto no me había pasado nunca. Todo empezó cuando Akira…
Kavita había alzado la cabeza, lo miraba de forma extraña, una mueca indescifrable.
-         Yo no soy como tu padre. No sé como hago algunas cosas, por ejemplo, en mi vida había cogido una bala… nunca… no sé que me pasa… no lo sé…-había tanta desesperación en su voz, la huella del sufrimiento grabada en su rostro. Su mala cara, fruto de no haber dormido.
Kavita soltó aire.
-         Parecías un demonio.-fue lo único que dijo.
-         Creo que es culpa de Akira. –dijo entonces Gabriel. –Él me hizo algo…
-         ¿Qué? Akira…
-         Akira no es humano. –cortó Gabriel, quizá con demasiada contundencia en sus palabras. 
Los ojos de Kavita se habían abierto al máximo.
-         ¿Cómo? Sí, es malo. Un poco inhumano pero…
-         No, no es humano. Supongo que… vas a pensar que estoy loco…
-         Vale –murmuró ella, con resignación.- ¿Entonces? ¿Qué es Akira?
-         Un demonio.
Una risa burlona salió de los labios de la joven.
-         De verdad, estás enfermo.
-         No te miento. –gimió él.
-         Que sí, que sí. Y yo mañana me voy con Michael Jackson a Marte.
-         Kavita, tienes que creerme. –dijo él.
-         Estás…
-         Yo lo vi. Se transformó en mis narices.
-         No deberías ir de fiesta con Alix. Ella ve unicornios en la ducha… y a ti parece que te ha dado por los demonios…
Gabriel resopló, exasperado.
-         No te estoy mintiendo. Akira es un demonio, que quiere destruir a los ángeles.
Kavita volvió a echarse a reír.
-         Deberían encerrarte en un psiquiátrico. –comentó.
Gabriel la soltó, abatido y sintiéndose tremendamente incomprendido. Atrapó la pistola de Kavita, y se la guardó en uno de sus bolsillos. Siguió con su tarea, se había aproximado a la chimenea, donde había varios tiestos puestos sobre ella.
-         ¿Qué haces? –quiso saber Kavita.
-         Busco algo…
-         ¿El qué?
-         Yo que sé.-dijo, mientras examinaba una especie de estatuilla con forma de gárgola en miniatura, la alzó, y justamente en aquellos momentos la pared crujió, Kavita dejó escapar un grito, al ver que la chimenea se había abierto en dos, dejando una especie de portal por el cual solo se veía oscuridad.
-         Madre mía…-exclamó la chica.
En esos momentos, millones de antorchas se encendieron, dejando ver el interior del portal, unas escaleras irregulares, maltrechas, el hedor a muerte llegó hasta ellos proveniente de la puerta abierta.
Kavita se estremeció y Gabriel la agarró del brazo.
-         Ven.
-         ¿Cómo? –soltó Kavita, estupefacta al ver que el chico tiraba de ella hasta el interior. -¡No quiero entrar ahí! ¡Ciérralo!
Gabriel no le hizo caso, e ignorando su comentario dijo:
-         Probablemente con esto puedas creer lo que te digo…
Habían entrado en aquellas escaleras, en olor de hizo más agudo, más palpable.
-         Ag.-se quejó Kavita, sujeta a la mano de Gabriel, que seguía arrastrándola al interior de aquel túnel.
Había cráneos humanos en el suelo, pinturas de demonios en las paredes, la masacre humana representada con colores oscuros. Algunas estatuas de ángeles sin cabeza y alas negras se agazapaban pegadas a las paredes. Kavita lo miraba todo entre fascinada, atemorizada e incrédula.
-         Guau, Akira es un pirado satánico. –comentó ella por bajo.
Gabriel la mandó callar.
-         ¡Tú no eres nadie para decir que me calle! –saltó la chica hindú, picada.
El chico dejó escapar aire. Kavita se mosqueaba con una facilidad casi milagrosa. Todo lo que salía de la boca de un hombre estaba mal, siempre había alguna pega. Aunque solo dijeses: Buenos días. Ella contestaba: Lo serán para ti.
A medida que bajaban las escaleras Gabriel sentía una especie de extraño picor por toda su piel, y Kavita observaba sobrecogida como en los dedos de Gabriel aparecían manchas rojizas, que iban ensanchándose por toda su piel.
Llegaron a una explanada, solo de tierra negra, más allá se extendía un lago, un puerto de piedra al estilo gótico estaba a las orillas de este lago. Gritos desgarradores de dolor se oían a lo lejos.
-         ¿Y? –Oyó la voz de Kavita, indiferente.
-         Pues…
-         Sí, Akira está obsesionado con los demonios… pero… eso no indica que lo sea.
Alzaron la vista, para observar más detenidamente el puerto, fue entonces cuando ambos se dieron cuenta de que había una barca en el río, y que alguien vestido como La Parca estaba allí, con un enorme remo entre sus dedos que parecían auténticos huesos, alguien estaba sentado delante de aquel extraño, no tardaron en reconocerla.
Kavita corrió hacia ella.
-         ¡Samantha! –gritó con todas sus fuerzas.
Gabriel optó por seguirla, aún desconcertado, sin querer encontrarse con ella, incrédulo. ¿Era real? ¿Ella era real? Estaba muerta… él la había asesinado.
Samantha se había levantado de la barca, había extendido sus brazos hacia Kavita, su ropa estaba mojada, su pelo rubio mojado se le pagaba a la cara y sus puntas estaban manchadas con sangre. Su piel estaba demasiado pálida, ojeras sombreaban sus ojos azules, y sus labios de color morado estaban entreabiertos, como si quisiese decir algo. Más allá de ella, lejos, en la otra orilla del río se veía un enorme amasijo de cuerpos, que flotaban, algunos sin rostros, unos jóvenes otros casi ancianos, pero todos chillaban, formando una agoniosa melodía que helaba los huesos. Esos… debían de ser los caídos. Estaba viendo su propia muerte ante sus ojos, y sintió miedo, mucho miedo.
-         ¡Samantha! –gritó Kavita.
Ella negó con la cabeza, con el miedo brillando en su mirada.
Habían llegado al puerto, Kavita temblaba, mirando al tipo de la barca, sus dedos eran huesos, auténticos huesos, y llevaba una guadaña colgada de un hombro.
-         Vete de aquí.-susurró ella.
-         Samantha… como es… que…
-         Estoy muerta. –dijo ella, sin mirarla a ella. Sus ojos estaban fijos en Gabriel.
Kavita no cabía en si de asombro, su cuerpo temblaba violentamente, las piernas le fallaron y estuvo a punto de caer al suelo, cuando el tipo encapuchado giró su cabeza hacia ella, no tenía piel, ni músculos, era un cráneo humano, un esqueleto, las cuencas de sus ojos estaban vacías, y su mandíbula se abrió. Por ella salió una voz espectral y espelúznate, que cortaba la respiración:
-         ¿Cómo osáis entrar en el inframundo, Reino de demonios, el propio infierno, el lugar a donde van a parar las almas humanas que ayudaron a los demonios? –había alzado la barbilla de Samantha, y ella había mirado llena de terror a aquella criatura.
Gabriel se vio obligado a sujetar a Kavita, que estaba presa de unas horribles nauseas, y su cara estaba desfigurada por el pánico.
-         Somos los cómplices del diablo, Kavita.- dijo Samantha, con voz fantasmal y la mirada pérdida en los ojos de Gabriel. –Somos caídos. Estamos condenados al eterno sufrimiento desde que Akira nos acoge y nos hizo asesinos. Antes de nuestra primera misión, incluso ahí nuestro destino estaba sellado…
Kavita no podía creer lo que estaba oyendo.
-         ¡Silencio! –ordenó el tipo de la capucha, y apuntó a Kavita con su guadaña. –Vete de aquí, antes de que la acompañes…
Kavita se soltó de Gabriel, y corrió hacia atrás, huyendo de allí con urgencia, sin querer mirar atrás y ver a su difunta compañera, que seguía sin apartar sus ojos sin vida de los de Gabriel, este estaba retrocediendo, mientras se rascaba las muñecas, las cuales tenía enrojecidas.
La barca zarpó, mientras que el tipo de la guadaña remaba. Samantha aún seguía en pie, y cuando Gabriel se dio la vuelta a punto de perderse en aquel túnel, el grito de ella resonó sobre aquel vacío y muerto lugar:
-         ¡Espero que te pudras en el infierno, hijo del demonio!

Kavita estaba encogida sobre si misma, en posición fetal, meciéndose en el suelo, en una esquina de la habitación de Akira, quería desaparecer, lágrimas corrían por sus mejillas. No se movió cuando Gabriel llegó, sombrío, ni se inmutó cuando Gabriel colocó la estatuilla en su sitio y las puertas del inframundo fueron cerradas.
Alzó la cabeza rato después, y vio como Gabriel se acuclillaba junto a ella, y le tendía un pañuelo, estaba serio y callado, las manchas rojizas de sus manos estaban desapareciendo de nuevo.
Kavita cogió el pañuelo, y se limpió las lágrimas. Mientras Gabriel se sentaba junto a ella, sin decir nada. Ella dejó caer su cabeza sobre el pecho de Gabriel, desconsolada.
-         Akira es un demonio…-sollozó.- Y nosotros…
-         Somos caídos. Cómplices del demonio. –completó él.
Kavita alzó la cabeza, estaba llorando a lágrima viva.
-         Entonces… tú no mentías…
Gabriel asintió con la cabeza, lentamente.
-         Y nosotros… nosotros… ¿Asesinamos a ángeles?
-         O a sus ayudantes.
Kavita gimió, angustiada.
-         Nuestro destino es sufrir atrapados ahí abajo. –dijo ella.
Ahora sabía que le traería la muerte, ahora sabía su cruel e injusto destino. Algún día ella misma iría allí, en aquella barca, con aquel tipo extraño… y… todas esas personas… todo ese dolor, el olor a muerte. Sentía miedo. Sentía asco por su vida.
Gabriel no se apartó de allí, escucho sollozos, súplicas, quejas, insultos. Kavita a veces lo abrazaba, otras veces le echaba la culpa de todo y golpeaba el pecho del chico, este no se inmutaba. La comprendía.
Acabó explicándoselo todo, todo lo que sabía, sus ataques, el aspecto de Akira, lo que había leído sobre el fin del mundo en 2.012, el demonio de la biblioteca, los ángeles… le habló de todo. Incluso de Ingrid. Acabó soltándole a Kavita que solo encontraba la paz con ella, y que se había dado cuenta de que tontamente se había enamorado.
-         ¿Puedo decirte una cosa? –lo interrumpió Kavita en un momento dado.
Él asintió.
Ella estaba tumbada en el suelo, con las rodillas flexionadas y pegadas a su pecho.
-         Si no sabes lo que te pasa, si pierdes la consciencia y matas sin quererlo de verdad. Si no sabes lo que te hizo Akira… si de verdad la quieres, creo que deberías dejar de verla. Ya has matado a Samantha… ella podría ser la siguiente.
Gabriel se retorció las muñecas, era consciente de ello.
-         Sería muy egoísta por tu parte que la hagas tener que aguantarte a ti, a tu enfermedad… pienso que deberías dejar de verla. Alejarte. Porque tarde o temprano le harás daño. Y más si ella trabaja para los ángeles. Quizá si sigues más tiempo con ella, su destino sea igual que el de Samantha, que el nuestro.
Gabriel apretó los labios.
-         Yo…
-         Habla con ella. Miéntele si hace falta. Pero no te quedes por más tiempo con ella. No salgas de la mansión, hazle caso a Akira. Él sabe lo que te ocurre, estoy segura…
Tragó saliva. Kavita tenía demasiada razón. Estando junto a él ella corría peligro. Ella…
-         ¿Lo harás?
Gabriel asintió. Era lo mejor. Nunca permitiría que a Ingrid le ocurriese lo mismo que a Samantha…
-         Iré a verla, hoy hemos quedado.-explicó.-Hablaré con ella…
Kavita asintió, conforme. 

3 comentarios:

  1. Jopetas, está claro que Akira tiene complejo de Dante XDDD. Qué mal rollo, tener el infierno en tu propia casa... Literalmente. Supongo que Kavita tiene razón en lo de que deje de ver a Ingrid, pero me da penita que esos dos se separen T.T.

    PD. ¡Por fin se ha muerto Samantha! No soportaba a esa mujer. No paraba de acosar a Gabriel XDD.

    ResponderEliminar
  2. Vaya regalo de cumpleaños que me has hecho, ha estado increíblemente maravilloso. Pero no me parece justo que Kavita le pida a Gabriel que se separe de ella, a fin de cuentas ella no tolera que hagan daño a las mujeres, si Gabriel se separa de ella, le herirá y muchísimo.
    Espero ver pronto la siguiente parte.

    Serela

    ResponderEliminar
  3. Dios mío! Está genial ^^ Y la muerte de Samantha? Si, ahí sí que me has dejado descolocada pero estoy de acuerdo con Athenea... WIIII!!! :D
    Aiinsss, si es que mi huidora de la realidad favorita escribe genial ^^
    Sube pronto ¬¬ o sino te tiraré zapatos hasta el 2012 (y créeme, tengo ganas de tirar zapatos)

    ResponderEliminar