domingo, 14 de agosto de 2011

Capítulo 16. El libro.

Siento si se os ha hecho un tanto larga la espera, pero entre mi viaje a Berlín y lo liada que he estado con mi llegada y unas fiestas de mi pueblo no he podido publicar este capítulo antes. Espero que os guste y disculpeis mi ausencia en el blog durante todo este tiempo, no tengo la cabeza donde debería tenerla ultimamente :/ 
Bueno, aquí os lo dejo, espero que os guste ^^ 




Estaba sentado en una especie de mullido sillón, desgastado, pero se encontraba cómodo ahí, tenía sueño, pero mantenía los ojos abiertos. No estaba en la mansión.
-         ¿Cómo es que tus padres no están aquí? –quiso saber Gabriel.
-         Trabajan en una tienda en un pueblo cercano, a veces se quedan a dormir allí en un cuarto que tienen alquilado. Solo suelen estar aquí en fin de semana.
-         Entonces solo te hace compañía tu hermano.
-         Ni eso. Está todo el día por ahí. ¿Y no lo oyes? Se pasa las noches roncando como un condenado.
Gabriel rió, levemente, a media voz. A pesar de que la habitación de Thomas estaba en la otra punta de casa, se podía oír su fuerte respiración desde el cuarto de Ingrid.
-         Hoy está más calladito.-comentó ella, tomando asiento a su lado, le sonrió, con el cansancio reflejado en su rostro, en su regazo sostenía el libro de terciopelo verde.
Gabriel no había vuelto a la mansión, Ingrid lo había invitado a cenar. Él había respondido que si enseguida. Ingrid se había encargado de preparar una ensalada, y calentó sopa en la vitrocerámica.
-         Sé que es poca cosa, pero es que no quiero entretenerme mucho. –se había disculpado ella.
Él se había reído, y le había dicho.
-         Tendrías que haber visto lo que cenaba yo en Japón.
-         ¿El que?
-         Arroz. Después de haberlo tenido como desayuno y almuerzo.
-         Terminarías aborreciéndolo.
-         Lo aborrezco. –terció él.
-         Pero… ¿Conocerás comida japonesa no?
-         Claro, si quería cenar otra cosa tenía que cocinarla yo. Algún día te haré algo japonés, por si te apetece probarlo.
Ella sonrió, colocando su plato de sopa con fideos en la mesa. Ahora, después de la cena y de que Ingrid mirase divertida su forma torpe de usar la cubertería occidental, tan distinta a sus adorados palillos japoneses, estaban ahí sentados, ambos agotados, pero felices, estaba a punto de mirar el libro que al ángel le había entregado a Ingrid.
Ella sentada como los indios, abrió el libro, y con una mueca de incertidumbre miró el interior.
Estaba lleno de normas, para ser un marcado por un ángel. Lugares a los que visitar, cosas que hacer, como se debería comportar. Pasó las páginas, leyéndolas por encima. El siguiente capitulo hablaba del respeto que había que tenerle a sus superiores, los ángeles. El capitulo tres hablaba de que los marcados harían de este mundo, un lugar mejor, pero que siempre habría demonios dispuestos a destruir todo lo que hacían. Cuando de repente, Gabriel, se acercó a ella, para leer también el interior del libro, cuando, este se movió de forma rara y por arte de magia se cerró.
El muchacho frunció el ceño, mientras Ingrid intentaba abrirlo de nuevo. Imposible, parecía estar pegado.
-         Que extraño.
-         Debo de ser yo.-repuso Gabriel, con el fastidio impreso en su voz, alejándose de ella. –Prueba ahora.
Segundo intento. En esa ocasión tampoco pudo lograr abrirlo. Gabriel resopló.
-         Vas a tener que mirarlo sola.-le comentó.
Ella se levantó y guardó el libro en su mesilla, con resignación. Gabriel no sabía que hacer, sabía que ya era hora de irse, y dejarla dormir, pero no tenía ganas de volver a la mansión, ni de alejarse de ella. Ingrid volvió a sentarse a su lado.
-         Estoy cansada.-dijo, echándose hacía atrás, apoyándose contra el respaldo del sillón.
Gabriel se levantó en ese momento, se dirigió a ella y dijo:
-         Pues yo ya me voy. Es mejor que descanses…
Ella hizo una mueca.
-         ¿Voy a verte mañana? –preguntó.
Él asintió, antes de salir de su habitación y poner rumbo hacia la mansión.

Había llegado a su destino, y no había encontrado nada. El caos, y la destrucción se extendían ante él. La casa estaba demolida, incontables trozos de madera se esparcían por el suelo. Devastado. Era la única pista que tenía acerca de lo que andaba buscando. Aquella dirección, y se encontraba con nada. Rebuscó entre los escombros pero no encontró gran cosa, muebles destrozados, mantas gruesas, los restos de una televisión antigua… Abrumado y decepcionado, siguió su búsqueda. No pensaba irse con las manos vacías. Al fin encontró una especie de marco de fotos, el cristal estaba destrozado, pero la foto del interior seguía intacta. Con satisfacción examinó la fotografía. Justo lo que buscaba.
-         ¿Se puede saber que busca ahí? –oyó una voz a su espalda.
Akira se volvió, y miró con desprecio al hombre en kimono que estaba allí de pie, mirándole como si se tratara de una persona chiflada. Era un señor mayor, con la cara plagada de arrugas y sus ojos entrecerrados.
-         ¿Sabe lo que ha pasado aquí?
-         La demolieron hace dos días.-explicó.- ¿Estás buscando a…?
-         Al que vivía en esta casa, sí.
-         No sé muy bien a donde se fue, la noche antes de la demolición se oyeron muchos gritos y alguien sacó al dueño de la casa a la fuerza, le gritaba en otro idioma. Llamamos a la policía… pero ambos habían desaparecido para cuando ellos llegaron.
Él asintió. Sin duda iba a tener que buscar información en otra parte. Ya pagaría las cuentas con aquel demonio que había maltratado durante años lo que era suyo.
-         Está familia es muy peligrosa, siempre lo ha sido, dando problemas desde que se mudaron…-refunfuñó el viejo, no obstante cuando se volvió para mirar al desconocido, este ya se había ido.

Alguien había entrado en la habitación de Gabriel, era muy temprano por la mañana, y apenas había amanecido, aunque había claridad suficiente en la habitación, como para no tropezarse con los muebles y la montaña de ropa que había tirada en el suelo. El muchacho estaba dormido, tapado con su colcha negra hasta un poco más arriba de su delgada cintura. Se sentó en la cama y este no pareció notarlo. Divertida, comenzó a deslizar sus dedos por su cuello desnudo. El joven se estremeció y se movió, aún dormido, quedando boca arriba en la cama.
-         ¿Qué haces? –estaba hablando en sueños.
A continuación ella retiró la colcha negra de él, tan solo vestía con un  kimono azul marino, que de por si le quedaba corto, y estaba abierto, dejando su hombro derecho al descubierto, al igual que buena parte de su vientre. Se notaba que llevaba dos meses haciendo ejercicio por las mañanas y algunas tardes. Ella se inclinó hacia él, aplastando su cuerpo con el suyo y le besó la barbilla. Justo en ese momento Gabriel se despertó y sobresaltado, pegó un brinco.
- ¿Ingrid? –salió de su boca sin querer.
Ella se pegó a él.
-         ¿Ya me has engañado, picarón?
La vista de Gabriel se aclaró, y pudo ver a Samantha encima suya, vestida únicamente con su camisa negra del rayo blanco, aquella que llevaba la misma noche en la que borracho como una cuba acabó pegado a ella. Estuvo a punto de gritar, pero ella no se lo permitió, posando sus labios sobre los suyos.
Este se apartó y la miró, enfadado.
-         ¿Se puede saber que haces aquí… y con mi camiseta?
-         Te la robé el día de tu primera misión. ¿Recuerdas?
Le zampó otro beso.
-         Pues ya va siendo hora de que me la devuelvas y que te vuelvas a tu habitación. –dijo él, cortante.
Aunque su comentario lo único que hizo fue que ella se riera, y que arqueando las cejas dijera:
-         ¿Quieres que me quite la camisa?
Hizo ademán de cumplir su palabra, pero Gabriel la detuvo.
-         No, no. Mejor… quédatela. Te queda mejor que a mí.
Ella volvió a reírse.
-         ¿Ya no me quieres?
-         No lo he hecho nunca.
-         Mentiroso. ¿No recuerdas lo que pasó…?
-         Ni lo recuerdo, ni quiero. Estaba borracho –gruñó él.- Ahora, fuera de mi habitación. –señaló la puerta, con el dedo índice.
-         Oh. No hablas en serio ¿verdad?
-         ¿Tengo que decírtelo en japonés para que te enteres?
Ella suspiró, se levantó y dijo:
-         Bueno, entonces ya sé que es verdad.
-         ¿Qué es verdad el que?
-         Lo que dicen.
-         ¿Qué dicen? –quiso saber él entonces.
Ella estaba de pie, a dos pasos de la puerta, de espaldas a él.
-         Pues ya sabes… eso de que eres gay.
La acusación lo golpeó con fuerza. Ella ya estaba en la puerta.
-         Samantha.-dijo él, con una nueva seriedad.
-         ¿Si?
-         Ven.
Ella dio media vuelta y se acercó a él, situándose en frente suya, Gabriel estaba sentado en la cama, uno en frente del otro. Él cogió sus manos y dijo, mirándola fijamente.
-         Prométeme que no vas a intentar quemarme vivo después, como hiciste la otra vez.
-         Te lo juro.-dijo ella, con una pequeña sonrisa pintada en su rostro lleno de graciosas pequitas.
Entonces él tiró de ella, y la besó. Ella cayó encima de él, y lo tumbó sobre la cama, para luego besarle de nuevo, con una ferviente nueva intensidad.

-         Que mal, que mal, que mal.-iba refunfuñando Gabriel, delante del espejo. Acababa de salir de la ducha y tan solo tenía media hora para arreglarse e ir a buscar a Ingrid, ya que habían quedado después de comer.
Tan solo se había puesto los pantalones vaqueros pitillos ajustados. Y su piel estaba llena de marcas rosadas, tanto su pecho, como su cuello. Las estaba observando en el espejo, mientras se maldecía a sí mismo. Al menos no lo volverían a acusar de gay… y había recuperado su camisa del rayo, de paso.
Se puso una sudadera roja, con capucha, sus botas rojas, y su bufanda roja con rayas negras, cubriendo las marcas de su cuello. Se sentía horriblemente mal.
El pelo lo seguía teniendo mojado, y corrió como loco por las calles de Praga, sujetándose la bufanda, para que no se le desprendiera o descolocara del cuello.
Ingrid ya lo estaba esperando, justo en el lugar donde habían quedado, un parque cercano a su casa. Se aproximó a él, sonriente. Y Gabriel sintió punzadas de culpabilidad. Pero… ¿Culpabilidad por qué? Él no estaba con Ingrid, como mucho, serían amigos… ¿Desde cuando la conocía? ¿Desde hace unas semanas?
-         La última vez.-le había dicho a Samantha.
Y aquello era definitivo, no iba a caer en sus brazos ni una vez más.
Ahora Ingrid estaba a su lado, podía oler su perfume, que lo mareaba y lo mandaba a las nubes. Estaba preciosa, vestida con una falda vaquera, unos zapatos marrones con cordones, y una sudadera sin cremallera de color marrón, que ponía con letras celestes: Live without you, isn´t life. Su pelo negro y brillante le caía por los hombros, bien peinado. Sonreía, feliz, y Gabriel, durante unos momentos lo olvidó todo, perdido en su sonrisa, en sus ojos marrones, y sonriendo igualmente.
Había soñado esa noche con ella, cogía su mano en un sueño, para cuando había despertado ella se había ido y allí estaba Samantha, ocupando su lugar. Era un sueño estúpido, y muy poca cosa comparada con lo que había hecho esa mañana con Samantha. Pero no podía comparar lo que sentía en aquellos momentos por ella, que lo que había sentido junto a Samantha. Su cabeza estaba patas arriba. ¿Qué sentía verdaderamente por Ingrid?
-         ¿Cómo has dormido? –preguntó ella, tras saludarle.
Gabriel palideció, de repente, inconcientemente, se llevó las manos a la bufanda.
-         ¿Pasa algo malo?
Él negó con la cabeza, sacudiendo el pelo mojado.
-         Oye, deberías haberte secado el pelo antes de venir.
-         No tenía tiempo.-replicó él.- Habría llegado tarde.
-         No importa, no tenía prisa… y no pensaba irme sin ti. –dijo ella, sonriendo tímidamente.
Ella le observó fijamente, durante unos segundos, pensativa, leyendo cada pulgada de su rostro.
-         ¿A dónde vamos hoy? –cambió de tema él.
-         A ver a Martin. Tengo que estar toda la tarde allí.
-         Genial, un lugar con Internet. –dijo él, comenzando a caminar. –Espera… ¿Cómo sabes que conozco a Martin?
Ella rió.
-         Te vi hablando con él, en una de mis visitas a ese centro.
-         Ya veo. –dijo él, apretando los labios.
-         Estuviste siguiéndome una larga temporada, sabía que te encontraría allí cuando iba. –dijo.
Él no respondió, caminaban juntos, ambos se sabían el camino, y no hablaron en un buen rato, viendo como poco a poco el cielo se despejaba y tímidos rayos de sol acariciaban sus rostros. Gabriel sentía remordimientos corriendo por sus venas, y observaba de soslayo a Ingrid, ella que inspiraba tanta calma, que parecía emitir una luz blanca, perdiéndose poco a poco en su fragancia… y de nuevo la extraña culpabilidad lo sacaba de sus ensoñación, tenía un nudo en el estómago.
En ese momento ella se detuvo.
-         Gabriel ¿Sabes que puedo ver a través de ti?
Él se paró en seco, se giró hacia ella, ladeando la cabeza la miró, confuso.
-         Algo te ocurre, y no quieres decírmelo. ¿Puedo saber lo que es?
Gabriel resopló.
-         ¿Has matado?
-         No es eso…
-         ¿Entonces?
No supo porque lo hizo, pero a continuación, tomó su mano y mirándola fijamente; prometió:
-         He hecho algo de lo que me arrepiento y eso es todo. He cometido una equivocación. Y no volverá a ocurrirme nada parecido, te doy mi palabra. –él todavía no entendía del todo a que venía aquello, cuando verdaderamente no había hecho nada malo… echar un “buen rato”.
Ella oprimió su mano, y le brindó una sonrisa, como si a través de su mano le indujese calma, los músculos de Gabriel, que hasta el momento habían estado tensos se relajaron y soltó aire.
-         Pero… no me dices lo que has hecho.
-         ¿Es necesario? –gimió él.
Ella apretó su mano, con más fuerza.
-         Confío en ti, y si estás tan arrepentido no volverá a repetirse.
Soltó su mano y siguió su camino, Gabriel iba a su lado, reflexionando, con las manos metidas en los bolsillos. No tardaron en llegar al lugar, atravesaron la puerta tan familiar, y un enorme corro de niños salió a recibir a Ingrid, todos locos de alegría por verla. Rodeándola, las encargadas del lugar sonrieron y la saludaron, afectuosas.
Ingrid sonreía, hablaba con los chicos, arrodillada ahí en el suelo.
Era una persona que se hacía de querer, y a la que nadie nunca miraba mal. Había comprobado que aunque sus compañeros la ignoraran todos la admiraban y la veían como si fuera un ángel solitario, que día a día, aportaba su granito de arena a una vida mejor…
Alejado de ella, la observaba, si, sin duda, todo su ser desprendía una luz blanca, apenas perceptible que él podía captar sin problemas. Era todo lo contrario a él, que nadie lo quería, que lo odiaban o temían con solo ver su cara, que lo tomaban por problemático con tan solo oír su risa de histérico perturbado. La gente lo evitaba, y lo único que sabía hacer bien era asesinar y sembrar el terror allá donde sus botas negras pisaran.
Una encargada llegó junto a él, en ese momento. Gabriel se volvió hacia ella.
-         ¿Sabe donde está Martin?
-         En su habitación. –fue la respuesta de ella.
Tras oír las indicaciones de la mujer, y recorrer un par de pasillos, llegó a una puerta. Entró sin llamar y se encontró al pequeño hecho una bola en un rincón, meciéndose.
Gabriel se aproximó a él, despacio.
-         ¡No os acerquéis más! –gritó él en ese momento.
Tenía la cabeza gacha, por lo que dudaba si había visto al joven que se acercaba a él, con cierta preocupación.
Se sentó junto a él, en silencio. Este se estremeció, y sollozó:
-         No me hagáis daño. –pidió.
-         Martin… soy yo, Gabriel.
Martin alzó ligeramente la cabeza, tenía el rostro pálido y empapado en lágrimas. Sus ojos, cargados de terror recorrieron la habitación. Temblaba como una hoja en invierno

5 comentarios:

  1. ¿Qué le han hecho al pobre Martín? Y Gabriel, parece que se está enamorando de Ingrid... Pareja explosiva, sin duda. En cuanto a Akira, mi teoría de que Gabriel es su hijo va cobrando cada vez más fuerza. Espero pronto el próximo capi, ¡un beso!

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  2. Lo echaba de menos DIOS! qué bien que ya hayas vuelto!!
    ¿Ya resolviste tu problema con tu atascamiento del capítul veintitantos?
    I LOVED IT!

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  3. Pobre Martin. ¿Han sido los demás niños?
    Me ha gustado la parte de Samantha, eso vuelve a Gabriel un personaje más interesante a mis ojos.
    Me tiene intrigada la relación Akira, Gabriel, madre de Gabriel jajaja
    Espero que Gabriel no haga daño a Ingrid!
    Espero el próximo! *-*
    Como has estado tanto tiempo fuera me imagino que no habrás podido leer los nuevos míos, pero espero tu comentario o crítica constructiva o lo que sea :)

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  4. Me encanta!!! Quiero leer el prox, no dudes en escribirlo, esto se te da muy bien.
    Un consejo, cuando estés atrancada lee todo lo que lleves y apunta los detalles que puedas usar más adelante. Verás que rápido sabes cómo continuar:) a mí me ha pasado! ^^

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  5. vale, solo tengo una palabra que decir: ME-HAS-DEJADO-ENGANCHADA (bueno puede que sean mas de una). Te voy a ser sincera:ahora mismo me tengo que ir, pero no tengo ni una gana de hacerlo, porque...dios quiero seguir leyendo!
    Me encanta Gabriel, (lo oscuro es muy muy sexy XD) me encanta que Ingrid sea así de buena, porque hacen una pareja extraña pero perfecta. Me da a mi que ella sacara lo mejor de el.
    Hmm...akira, me d amala espina, (pero si te soy sincera el angel ese no me a caido mejor, por muy bueno que sea xD)
    Me gusta tu historia, en conjunto, porque es diferente ^^ y tambien porque veo que se parece a la mía en algunos aspectos (ya te daras cuenta cuando la suba y puedas leerla)
    bueno mejor me voy despidiendo ya que tengo prisa.
    Besos!

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