sábado, 30 de julio de 2011

Capítulo 11. ¿Los demonios existen?

Atención: Antes de nada, me gustaría decir que como creo que ya estaréis notando, que la parte fantástica de la historia acaba de comenzar. Avisando de que por si no lo habéis notado esta es una historia de fantasía. 
También os quiero agradecer las 500 visitas en menos de dos semanas. Espero que sigáis leyendo y comentando mi historia. Un beso a todos. Y aquí os dejo el capítulo 11. ^^ 



Llegó furioso a la mansión, con los huesos calados por el frío y un humor de perros. Tenía la cabeza como un bombo, pues sus pensamientos divididos no hacían más que girar y girar alrededor de su mente; por una parte estaba aquella patraña de demonios, caídos y la destrucción definitiva del mundo que había leído en Internet… y por otro lado, estaba aquella chica desconocida, aquellas palabras que pronunció cuando estaban en las escaleras, no hacían más que sonar una y otra vez en su cabeza, con aquella voz etérea y calmada que poseía.
Akira lo estaba esperando en el enorme vestíbulo, sonriendo enigmáticamente.
-         ¿Te pareció divertido? –gruñó él, mordaz.
-         Entonces, ¿Ya sabes quién es Chax?
Gabriel iba a abrir la boca, pero Akira le interrumpió:
-         Hablemos en otro lugar. –fue lo único que dijo.
Dio media vuelta y subió al piso de arriba. Gabriel lo siguió de mala gana, pensando en que era una enorme tontería hablar a solas de una simple broma de mal gusto. Aunque bien pensado, tal vez así era mejor, no tendría que pasar por la vergüenza de que los demás pensaran en que había sido un completo ingenuo.
Akira abrió una puerta, grande y de color rojo, hizo un gesto, invitándolo a pasar dentro. Gabriel obedeció, la habitación era grande, pintada completamente de color rojo sangre, mullidas alfombras de piel de tigre estaban repartidas por el suelo, el fuego ardía en el interior de una elegante chimenea situada en el centro del cuarto. Cuadros que representaban el infierno estaban colgados por las paredes, dos grandes sillones de cuero negro estaban colocados el uno frente al otro, en el centro de la habitación, entre estos dos muebles había una mesilla baja, con dibujos de demonios japoneses impresos en ella, donde había colocados diversos cuencos con comida: cerezas, manzanas, bombones de licor…. Una cama dosel, de madera de caoba estaba más allá y un enorme armario de metal y cristal estaba en una esquina.
-         Siéntate, Gabriel. –le indicó él.
Tomó asiento en uno de los sillones y Akira se sentó en el que se encontraba en frente.
-         Muy bien. Dime ¿Qué has encontrado?
-         Chax es un demonio.-soltó ásperamente.- ¿Muy gracioso no?
-         ¿Gracioso? –repitió él, casi indignado.
-         No te hagas el tonto. Esta broma no es divertida.
Los ojos de Akira relucieron, y se volvieron completamente amarillos.
-         ¿Crees que lo que has leído es mentira, Gabriel?
Gabriel no podía dejar de mirar sus ojos, amarillos, ardientes como el mismísimo infierno, con aquella sonrisa mordaz, sus pupilas empequeñecieron, y lo miró totalmente aterrado.
-         No es posible. Esas cosas no existen.
-         ¿No? –rió él.-Voy a demostrarte que sí. Ahora.-se había levantado de la silla, muy recto, con altanería, y entonces sentenció.-Mírame bien.
Una transformación comenzó a operarse en Akira, su piel se volvió rojiza, su pelo negro creció aún más, sus uñas aumentaron de tamaño, convirtiéndose en afiladas garras, sus dientes se volvieron más grandes y amarillentos, creció unos veinte centímetros y su masa corporal también aumentó considerablemente, sus orejas se volvieron puntiagudas y alargadas, como las de un elfo.
-         Dime, Gabriel ¿Qué me dices ahora? –su voz era distinta, más ronca, más contundente, más aterradora.
Gabriel temblaba, muerto de miedo, presa del más hondo y escalofriante pánico. Reprimió sus deseos de chillar, pero no los de salir corriendo. Resbaló del sofá, y huyó hasta la puerta a base de grandes zancadas, intentó abrirla pero estaba bloqueada, la aporreó, la pateó y la sacudió, furioso.
-         ¡Déjame salir! –jadeó.
-         De nuevo, aporreas una puerta y me das la espalda.-comentó Akira-Chax, evocando su primer encuentro en la cárcel de Tokio.
Gabriel se volvió, lo observó de nuevo, mudo de terror.
-         No… no es posible.-farfulló.
Akira-Chax se aproximó a él.
-         Pensaba que eras más maduro que los demás, y que tú quizás lo entenderías.
¿Entender? La cabeza de Gabriel estaba llena de preguntas, y su cerebro parecía intentar digerir aquella información, sin mucho éxito. Su pulso se había acelerado por el miedo, y un sudor frío se deslizaba por su frente. Sentía sus piernas temblar.
-         ¿Y eso de que los que estén cerca tuya se vuelven agresivos, depresivos y psicópatas… es verdad? ¿Y eso de que al final acaban transformándose en caídos? ¿Qué… que son los caídos? ¿Es cierto? ¿Todo es cierto?
El demonio asintió, lentamente.
-         ¿Y los caídos…?
-         Son almas que quedan condenadas a no ir a ninguna parte, que en cuanto esa persona muera, todo su ser se consumirá y arderá por siempre entre las demás almas condenadas en el inframundo.
-         ¿El inframundo es… el infierno?
-         Así es. –asintió Akira-Chax.
-         Entonces… todos nosotros… ¿Ya estamos condenados?
-         Lo estáis. Y bueno, ahora que lo sabes… ¿Sigues queriendo morir, Gabriel? Para que tu alma vague sin rumbo por siempre, agonizando hasta el fin de los tiempos. Tu dolor no se acabará nunca.
Gabriel sintió ganas de llorar, luego quiso odiar al mundo, cuando se dio cuenta de que ya lo odiaba. Sentía que todos sus esquemas se rompían a pedacitos, y que caían convertidos en ceniza a sus pies. Desolado, miró con un profundo odio a Akira-Chax. Él no le había salvado. Lo había destruido para siempre, la eterna ruina se cernía sobre él, cada vez más deprisa. Mareado, estuvo a punto de caer, cuando Akira-Chax lo agarró.
Y en ese momento algo estalló bajo su piel, cuando aquel demonio le tocó, el dolor de su enfermedad arremetió contra él, su piel ardía, otra vez se hallaban allí las agujas clavadas en su cuerpo, otra vez estaban allí los millones de insectos pululando por debajo de su piel.
Akira-Chax y Gabriel intercambiaron una mirada; y en ese momento el rostro del demonio cambió completamente, pasó de la burla y la superioridad, al asombro, el desconcierto y por último el reconocimiento.
-         Gabriel… tú…-susurró.
Pero este se apartó de él, violentamente. De una patada abrió la puerta.
-         ¡No me toques! –gritó, al tiempo que salía corriendo de allí.

Hacia un intenso frío que helaba los huesos, las ventanas del cuarto de baño estaban abiertas, de par en par y el viento gélido entraba sin restricciones en aquella habitación. No era la primera vez que Gabriel se refugiaba en el cuarto de baño, más específicamente en la placa de la ducha, con esta encendida, y el agua cayéndole a borbotones desde arriba. Estaba encogido sobre si mismo, en posición fetal. El dolor de su enfermedad había desaparecido en cuando había cortado el contacto corporal con Akira, y ahora su cabeza no podía dejar de pensar. Podría haber muerto aquel día en la cárcel de Tokio, habría descansado en paz por siempre… y ¿ahora? ¿Qué le esperaba? El sufrimiento para toda la eternidad. Maldito demonio, maldita enfermedad, maldita vida. Echó la cabeza hacia atrás, dejando que el agua golpeara su rostro y se deslizara por su cuello, que su ropa poco a poco se le pegara más y más al cuerpo, quedarse empapado, enfriar su mente. Sentir como el frío se apoderaba de él, poco a poco. El agua caía helada, las ventanas estaban abiertas y el calefactor seguía muerto de risa en un rincón del cuarto de baño.
Alguien entró en la habitación.
-         Vete. Ahora estoy yo usando la ducha.-dijo él, con voz apagada.
Akira abrió la puerta corrediza de cristal transparente de la ducha, y encontró a Gabriel sumido en una profunda decadencia. Ya no era el demonio Chax, sino que seguía teniendo su aspecto humano: La de un japonés de melena larga y negra con rasgos afilados.
-         Gabriel.
-         He dicho que te vayas.-bramó el, con la cabeza apoyada sobre sus rodillas flexionadas.
Akira suspiró, cerró las ventanas y dijo, con una nueva suavidad:
-         Sal de ahí. Vas a resfriarte.
-         Y a ti que te importa. –masculló él.
El demonio se agachó junto a él, lo agarró con cierta violencia, y tomó su rostro con una mano, obligándole a mirarle. Los ojos de Akira volvieron a teñirse de amarillo, y Gabriel volvió a sentir el mismo dolor de antes, e intentó alejarse de él.
-         Espera…-lo detuvo Akira.- Tus ojos…
Gabriel miró hacia otro lado, justamente para ver los rostros de ambos reflejados en el cristal de la ducha, justo para ver como sus ojos se volvían rojos, completamente rojos.
Chilló y se deshizo del contacto de Akira. Se levantó como pudo en la placa de ducha. Akira también se había incorporado, y ahora lo miraba con otros ojos. Una mezcla de impotencia, otra de rencor, otra de algo que rozaba la tristeza.
-         ¿Qué significa esto? –preguntó él, despacio, mientras recuperaba el aliento.
Akira giró sobre sus talones, y salió del cuarto de baño, silencioso como un muerto.
-         ¡Akira! –chilló Gabriel, colérico, corriendo tras él.
Lo agarró del brazo con fuerza.
-         Explícame que acaba de pasar. –exigió, con voz autoritaria.
Estaba empapado, sus ropas que caían flácidas pegadas a su esbelto cuerpo y chorreaban agua por todo el pasillo.
-         Cálmate.-rugió él.- Tu vida no va a cambiar, va a seguir siendo tan miserable como antes. Así que: deja de pensar en lo que ha ocurrido hoy y céntrate en matar, tal y como lo has hecho desde que estás aquí.
El demonio lo arrastró hasta su habitación, sin que esta vez su contacto produjese alguna clase de dolor; una vez allí le llevó una toalla, y traía el calefactor en otra mano, aparato que encendió cerca de su cama. Envolvió la cabeza de Gabriel con la toalla y le secó ligeramente el pelo. Cuando quitó la toalla de la cabeza de Gabriel, este lo miraba sin caber en sí de asombro, totalmente aturdido y perplejo. Sus pelos estaban más secos, pero el doble de desordenados.
-         Cámbiate, sécate y descansa. –dijo como advertencia, antes de salir por la puerta.
Gabriel se dejó caer en la cama, confuso, muy confuso. Se pellizcó la mejilla unas tres veces, y al sentir el dolor real se dio cuenta de que aquella era real. Todo era real. Su vida acababa de romperse y ya nunca volvería a pensar como antes. Estaba infinitamente destrozado.
Akira caminó lentamente por el pasillo, y se encerró de nuevo en su habitación.
-         Quien lo hubiera imaginado.-se dijo, con rencor cargado en su voz.- Sí, Gabriel, tu vida no cambiará… de momento. Vas a recordar el diciembre de 2.012 durante el resto de tu vida.

4 comentarios:

  1. Y cada vez estoy más convencida de mis suposiciones respecto a Gabriel. Obviamente no las desvelaré en público por los demás lectores xD
    Bien, me encanta la fantasía. Sigue así! *-*

    ResponderEliminar
  2. Me encanta lo que estás ecribiendo, me tienes enganchada^^
    sigue así plis! besos =)

    ResponderEliminar
  3. Jooder, qué intrigante lo estás poniendo. Me gusta la fantasía que estás empezando a añadir en la historia. Si Akira es un demonio, y al tocar a Gabriel éste siente dolor y sus ojos se vuelven rojos... ¿será un ángel? ¿un tipo de demonio? ¿Pariente de Akira? En serio, quiero leer ya el próximo capítulo. ¡Un beso!

    ResponderEliminar
  4. Me encanta, es genial la parte que has incluido de fantasía =D
    La verdad no me lo esperaba, creo que nadie se lo esperaba, por eso quizás haya gustado mas =D
    Me encanta... nada mas que decir =D

    ResponderEliminar