jueves, 28 de julio de 2011

Capítulo 9. Soy como tú.

Se estuvo ajustando su negro pañuelo en el coche, las gafas ocultaban sus ojos azules tras sus cristales violetas. Gabriel no se sentía con fuerzas para asesinar a nadie en aquellos momentos. Sentía una horrible desgana emocional que lo estaba devorando lentamente por dentro. Iba en los asientos traseros, y allí se bajó el pañuelo, hasta quedar colgándole del cuello, encendió un cigarro y se acomodó en los asientos traseros. Kavita iba a su lado, y lo observaba ceñuda.
-         ¿Qué miras, lesbiana amargada?
-         Cierra el pico, psicópata gay.
Gabriel miró por la ventanilla, y preguntó:
-         Chin ¿Dónde es la misión esta vez?
-         Un orfanato. –sonó su voz metálica, a través de su transmisor.
-         ¿Vamos a matar niños pequeños? –medio exclamó él.
-         ¿Algún problema con eso?
-         Ninguno.  
Se cruzó de brazos, con gesto hosco, mientras el humo fluía a través de su nariz.
El coche paró; de nuevo llegaba la hora de sacar las armas, de que los gritos hicieran retumbar las paredes, de correr detrás de personas, hasta apagar sus vidas, hasta sumir en el más profundo y siniestro silencio el establecimiento.
Gabriel los observó, niños pequeños que jugaban en un patio, suspiró quedadamente y salió del coche.
-         No entréis a saco.-indicó Chin.- Colaros por donde podáis, cuando yo de la señal empezáis a disparar.
-         De acuerdo.-dijeron los tres asesinos de la misión, al unísono.
Gabriel se acercó a un muro del edificio, donde no era visto por los chicos, una enredadera crecía por la pared, apagó su cigarro en su muñeca, sobre una marca roja producto de los cigarros que ya habían sido apagados ahí y se encaramó a la enredadera, trepó con rapidez, cargando con su enorme metralleta con una de sus manos, no tardó en llegar a una ventana, que abrió sin dificultad, entró a un pasillo, de suelo de madera y paredes empapeladas elegantemente, retratos de niños llenaban los muros, Gabriel caminó a través del pasillo, sigilosamente, sus botas negras hacían crujir la madera, se quedó parado junto a una puerta de la que provenían voces. Esperando la señal de Chin, no pudo evitar escuchar lo que estaban diciendo, hablaban dos mujeres, mientras que de fondo se oía a un niño pequeño llorar.
-         Lo han abandonado. –dijo una.
-         ¿Sus padres no podían mantenerlo?
-         No, sus padres lo odian.
-         ¿Por?
-         Está enfermo.
-         Yo le veo sano.
-         Enfermedad mental. –explicó la otra.
-         Que lastima, se le ve tan mono.
El llanto del niño aumentó.
-         ¿Qué enfermedad?
-         Esquizofrenia. Su abuela también la tenía y él la ha heredado.
-         Si que es una pena.
Gabriel no pudo evitarlo, miró a través de la puerta entreabierta, y los ojos de ambos se cruzaron, los suyos rasgados, orientales y de un sobrenatural color azul y los de él, redondos, europeos y de un curioso color azul.
Y por un momento, no pudo distinguir el rostro del pequeño, porque veía el suyo propio, su rostro de cuando tenía la misma edad que aquel niño.
- Ya. –Oyó a Chin a través del transmisor.
Sujetó la metralleta con las dos manos, abrió la puerta bruscamente, apretó el gatillo dos veces, y las dos mujeres cayeron muertas en el suelo, en cuestión de segundos. Y el chico se quedó observándole, sentado en aquella sillita de madera en la que se encontraba, temblando con el miedo reflejado en sus grandes ojos azules.
Gabriel se acercó a él, mirándole, con infinita tristeza, con comprensión.
-         Hola.-le dijo al niño.
-         Hola.-contestó él, mirándole por debajo de su largo flequillo castaño.
Se aproximó más a él, acuclillándose en frente suya le miró fijamente.
-         ¿Cómo te llamas? –le preguntó al chico.
-         Martin. –respondió él, luego añadió, temeroso.- ¿Vas a matarme a mí también?
Gabriel le apartó el flequillo de la cara al pequeño.
-         Tengo que hacerlo, pequeño.-le confesó.- Pero solo te haré un favor.-le explicaba, mientras seguía acariciando su cabellera castaña.- Porque cuando crezcas, y no puedas más. Y sientas que nadie te quiere, desearás morir y entonces será demasiado tarde.
-         Yo no quiero morir. –se quejó el niño.
Gabriel suspiró, alzó su metralleta, cuando, de repente oyó pasos a lo largo del pasillo. Alguien trataba de escapar. Se levantó de un salto.
-         Ahora vuelvo.-le prometió al chico, serio.
Salió al pasillo, y corrió tras los pasos de aquella persona que huía. Impresionado, se dio cuenta de que esta vez su víctima tenía algo de resistencia, puesto que ni siquiera la había visto todavía, lo seguía guiándose del sonido de la madera crujiendo bajo sus pies. Al haberse atado de nuevo el pañuelo con prisa antes de encaramarse a la enredadera, este estaba flojo y en cuestión de momentos se desprendería de su cara, puesto que el nudo situado en su nuca cada vez se hacía más débil.
Llegó al rellano de una escalera, y su victima se paró en medio de ellas, un segundo, para mirar al que sería su asesino. Y los dos intercambiaron por una décima de segundos su última mirada. Puesto que ella al reanudar la marcha, resbaló y cayó de culo en el segundo escalón que había que bajar para llegar a la planta inferior. Gabriel, antes de que la chica pudiera levantarse llegó hasta ella, y se colocó tal y como cuando mató a Hiroshi, sus dos botas negras a cada lado de su vientre, presionándola para impedir que se levantara. El pañuelo se le había caído en el séptimo escalón, y sus dedos tensos, rozaban el gatillo de su metralleta. Ella estaba quieta, no chilló, no gritó, no dijo nada, simplemente le miró, fijamente, clavando sus ojos oscuros en él.
Gabriel no entendió porque por primera vez desde que lo había descubierto, su mano libre palpó su oreja, la deslizó hacia abajo, sintió el frío tacto del transmisor en sus dedos y apretó el botón.
Había apagado la cámara, Chin ya no podía verle.
Se había saltado sus normas impuestas por él mismo, la había mirado a los ojos y la había reconocido. Era aquella chica solitaria que salía del instituto, con aquella mochila morada colgando de sus hombros.
Y estaba allí, sin dejar de mirarle, con su rostro de ángel, su pelo negro ahora suelto cayendo sobre los escalones, con su vestido blanco y unas botas de aspecto pesado y negras, con alas de ángel dibujadas en la zona de sus talones.
Gabriel no sabía que hacer, sentía que ella podía ver a través de sus gafas violetas sus ojos azules.
- ¿Gabriel? –Oyó la voz de Chin por su transmisor.- ¿Qué ha pasado? Gabriel, ¿Qué haces? ¿Vas a matarla? ¡Mátala imbécil!
La indecisión que sentía lo estaba haciendo temblar.
-         ¿A qué esperas? –dijo ella, justo cuando la voz de Chin se apagó.
Perplejo, y sin palabras intentó asimilar lo que le había dicho ella.
-         Venga, mátame. Soy como tú. A mi tampoco me importaría morir si me mataras en este mismo momento.
Las pupilas de Gabriel se empequeñecieron, como cada vez que se sorprendía, sin poder dar crédito a lo que estaba oyendo.
-         ¿No me tienes miedo? –inquirió él, retirando un poco su metralleta de ella.
-         ¿Miedo? –ella ladeó ligeramente la cabeza.- No le temo a un alma incomprendida.
¿Alma incomprendida? Pensó Gabriel, sí así le había llamado. No entendía nada.
-         ¿Vas a matarme? –quiso saber ella.
Gabriel soltó aire, se alejó de ella y le dio la espalda durante unos minutos, al cabo de rato, oyó como ella se levantaba haciendo una especie de tintineo, Gabriel la estaba mirando de soslayo y descubrió que de su cuello colgaba una cadena de cuero negra de la que pendía un cascabel de plata. Ella dio media vuelta y comenzó a subir escaleras, justo cuando Gabriel desapareció por el pasillo que torcía a la derecha.
Él corrió, oía voces provenientes de una habitación cercana. Encendió la cámara y le susurró a Chin.
-         Se ha sobrecalentado. Ella ya está muerta.

Esperaba una buena bronca, que Akira lo mirara decepcionado y le dijera que había echo una chapuza de misión, pero no fue así. Ni siquiera Chin dudó de que él hubiera asesinado a la chica. Akira por el contrario le pidió que descansara que tenía mala cara y que por el cansancio se había portado de forma tan rara aquella vez.

4 comentarios:

  1. GUAU!!! que chuloo quiero ya el 10º
    en cada capítulo me sorprendes más :)

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  2. ¡Le ha perdonado la vida a la chica! Empieza a aflorar algo de humanidad en él, menos mal XD. Espero pronto el siguiente capi, ¡un beso!

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  3. ¿Y el niño? D: Jo, me has dejado con la intriga de saber lo que le ha pasado a él.
    Espero el próximo! :)
    Te he enviado un evento pero por si no lo ves... ya he publicado el capítulo 17 de mi historia :)
    http://sielmundodicenegro.blogspot.com/

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  4. Me encanta :)
    Me ha enganchado, espero con impaciencia el decimo :D

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