sábado, 23 de julio de 2011

Capítulo 5. Observa y aprende.

-         Por el momento tú te quedaras aquí. Eres demasiado inexperto para ir a misiones con los demás.- Le había dicho el salvador a Gabriel, aquella mañana, cuando todos sus compañeros estaban armándose, y preparándose para salir. –Te quedarás observando a los demás, y aprendiendo de ellos.
Gabriel fue llevado a una gran sala, en penumbra, a pesar de que todavía no había anochecido, la pared central de la habitación contenía numerosos televisores de tamaño grande. Chin entró junto a él, cargando con su inseparable portátil, que sostenía con ambas manos pegándoselo al pecho.
En frente de los televisores había un sofá de cuero negro, a su lado se encontraba una mesa, con una silla típica de escritorio, con cuadro ruedas al final de sus patas de plástico.
Chin tomó asiento en la silla, colocó su portátil encima de la mesa, y con un cable lo conectó a los televisores. Gabriel seguía en la puerta, esperando la llegada del Salvador. Algo le decía que iba a poder ver lo que hacían sus compañeros a través de esas pantallas.
El salvador no se hizo de rogar, y apareció en la puerta.
-         Gabriel, toma asiento. –le indicó el Salvador.
Él obedeció, el Salvador se sentó de forma elegante a su lado, señaló con el mentón los televisores.
-         ¿Lo ves?
Dos de los televisores se habían encendido, pero en ellos todavía no aparecía ninguna imagen.
-         Conexión establecida.-anunció Chin. –Cámaras en marcha. No se detectan fallos en el sistema. –Chin se apretó la oreja, y fue entonces cuando Gabriel se dio cuenta de que llevaba un transmisor pegado a ella, aparato que acababa de encender.- Chicos, la acción puede comenzar.
Ahora habían aparecido imágenes sobre dos de los televisores, dos coches diferentes, que habían tomado caminos distintos. El gran grupo se había dividido en dos pandillas, cada una con una misión determinada.
Gabriel se volvió hacia su salvador.
-         Vas a decirme que podré ver lo que hacen ellos desde aquí ¿No? Quieres que los observe actuar, para que aprenda de ellos y me mentalice poco a poco de cómo tendré que comportarme cuando esté en una misión. Sí, ya lo pillo.
El Salvador lo observó con una sonrisa de satisfacción en el rostro.
-         Lo has entendido rápido, por lo que veo. Sí, y no solo eso. –Señaló a Chin.- Tanto Chin, como yo controlamos todos vuestros movimientos. Chin se comunica con vosotros a través de transmisores, que tú también tendrás que ponerte cuando vayas de misión.
-         Abeeku, mejor es entrar por la entrada trasera, vete hacia la derecha, sigue recto y fusila al vigilante de la puerta. –ordenaba Chin.
-         Ahora.-dijo el Salvador a su oído, y Gabriel se estremeció al sentir su frío aliento en la oreja.- Calla y observa

En los próximos días, Gabriel se la pasó entrenando junto a su Salvador. Este quedaba en verlo justamente a las ocho y media de la mañana abajo en la sala donde el primer día conoció a todos los chicos. Gabriel, al no poseer despertador, se vio obligado a cargar su viejo y estropeado móvil (que se le había colado en su maleta, entre dos de sus camisetas negras favoritas) y poner una alarma a las siete y media. Comprobó que nadie le había llamado, abrumado y a la vez furioso pensó en lo poco que le importaba él a su familia.
Los entrenamientos solían ser duros, llenos de ejercicios y todo el día con algún tipo de arma pesada entre las manos. La mansión poseía una sola habitación repleta de todo tipo de armas, que el Salvador estuvo enseñándole a usar.
-         Fija tu vista en el objetivo, apunta y dispara. Más rápido.
Gabriel estaba sosteniendo un fusil Fara 86 en alto, ante él maniquíes de personas estaban colocados, listas para que él disparara. Estos se movían e incluso hablaban y a Gabriel le ponían los pelos de punta.
-         Colócate recto. –indicó el Salvador.
Disparó con eficacia, acertando en cada hábil disparo.
El Salvador lo miraba cruzado de brazos, analizando meticulosamente cada uno de sus gestos.
-         Nadie diría que empezaste esta semana a entrenar, maestría no te falta. Pero hay algo que no deja de fallar en ti.
Se acercó a él, y lo agarró por el mentón, obligando a mirarle a los ojos.
-         Es esa piedad que veo en tus ojos, no me gusta nada. Transpiras indecisión, muchacho. Y eso tiene que cambiar.
-         Pero… Salvador… -se calló al instante, cuando se le escapó la forma en la que le llamaba en su mente, al no saber su nombre.
Él acogió su comentario con una franca carcajada, luego dijo:
-         ¿Salvador? ¿Ese es el nombre que me has puesto en tu cabeza? Halagador, sin duda alguna, muchacho. Pero ¿no te parece que no me pega mucho?
-         Tengo poca imaginación, señor.- farfulló él.
-         A partir de ahora llámame Akira. Todos me llaman así. Ahora, sigue con tu entrenamiento.

Por otro lado, también pasaba largas horas encerrado en aquella habitación junto a Chin, observando y analizando la forma de actuar que tenían los asesinos. Kavita no tenía piedad y era parecida a una maquina asesina. Abeeku era salvaje y tenía una fuerza y una resistencia sin igual. Roman elegía meticulosamente la forma de acabar con la vida de sus víctimas, buscando cada día una forma más original de asesinar. Él mismo se auto describía como “un joven muy creativo”. Adnan hacia estallar todo lo que podía, mientras que Samantha incendiaba las entradas de los establecimientos. Impidiendo la entrada o salida de ellos. Alix por el contrario solía envenenar a los guardas días antes del ataque. Todos formaban un buen y estudiado grupo de asesinos.
Aún así la cabeza de Gabriel no dejaba de dar vueltas y vueltas. Tenía la extraña sensación de que había algo que se escapaba. No entendía porque Akira reclutaba a simples chicos problemáticos, pudiendo tener bajo su poder a asesinos de verdad, mayores y más cualificados, que se conocieran el oficio como la palma de su mano. Al final llegó a la conclusión, de que escogía a jóvenes, porque estos eran más ingenuos, despreocupados y más confiados que cualquier adulto; que todavía podía moldearlos a todos a su manera para que hicieran lo que él deseaba, tal y como él quería.
La otra cuestión que le preocupaba era que cuando saldría de misión tendría que estar siempre vigilado por Akira, y en el caso de que este no estuviese presente, Chin podría verlo todo, aquello no le gustaba.
En una ocasión en la que estaba observando a Chin, en plena misión y Akira había abandonado la sala, decidió averiguar cosas por su cuenta:
-         Oye, Chin.
El sur coreano lo miró de soslayo, pidiéndole que siguiera hablando.
-         ¿Nunca has tenido problemas con las cámaras? Quiero decir… ¿Nunca se han apagado o desconectado por alguna razón?
Chin frunció el ceño, aún sin decir nada.
-         Verás, es que he pensado… bueno, tengo que admitir que tengo miedo a que se desconecte la cámara y tú ya no puedas indicarme a donde ir, o lo que es mejor hacer. ¿Entiendes?
Al fin Chin despegó los labios.
-         Entiendo lo que quieres decir. –Estaba tecleando rápidamente, y no le miraba.- Los transmisores tienen un botón en la parte posterior, donde es posible desactivar las cámaras, en cambio el micrófono no se puede apagar manualmente. Por lo visto, hay una parte del transmisor que se recalienta con facilidad, y que puede estallar si no se le libera un poco de energía. Por ese mismo motivo, decidí crear ese botón que desactiva las cámaras. Porque piénsalo bien, ¿de que serviría tener las cámaras en marcha, si no pudiera avisar de nada de lo que ocurre con el micrófono? Resultaría absurdo. Pero, no hace falta que te preocupes, eso ha ocurrido pocas veces y no creo que tengas la mala suerte de que te suceda en tu primera misión.
Gabriel asintió lentamente.
-         Gracias por la información.
Akira entró en ese momento en la habitación, se sentó al lado de Gabriel y dijo:
-         ¿Qué pasa? ¿De que hablaban?
-         Gabriel está preocupado por su primera misión. –explicó Chin.
Gabriel no se movió, fastidiado, pero sin expresarlo exteriormente. Será imbécil, pensó.
-         ¿Qué es lo que te preocupa, Gabriel? –los ojos de Akira relucieron, con cierta advertencia.
Ahora no podía dudar, su boca no debía temblar, Gabriel clavó sus ojos celestes en Akira y dijo, con total calma:
-         Tengo miedo de no saber que hacer.
Akira se relajó un tanto, miró divertido a Gabriel y dijo:
-         Para eso está Chin, y todos estos entrenamientos.
Gabriel asintió de nuevo, conforme.

La misión de los chicos acabó tarde, y en cuanto ellos llegaron a la mansión, exuberantes de adrenalina y eufóricos, Gabriel decidió irse a dormir. Iba feliz de haber encontrado una manera de controlar lo que Chin y Akira iban a ver de él, a su antojo. Sin embargo, algo lo sacó de sus pensamientos bruscamente, puesto que nada más cerrar la puerta de su habitación, algo se sacudió dentro de él. No era la primera vez que sentía aquella horrible sensación; ni mucho menos sería la última.
-         Karma, ahora no, por favor.-rezó inútilmente. –Hoy no. Ya no. 

1 comentario:

  1. ¿Karma? Uff, eso me ha dejado intrigada. Muy capítulo. Akira es sin duda espeluznante, y Gabriel parece estar adaptándose bien a su nueva vida. Espero pronto el siguiente capítulo. ¡Un saludo!

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